“Yo lo que siento es que a mí me dicen ‘zurdo’ o ‘facho’ sin cambiar de discurso”, sostuvo Enrique Piñeyro en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190). Para el actor, director y productor de cine, "hace falta una conciencia de país, de ser argentino de Argentina, no argentino de River o de Boca".
Enrique Piñeiro es un actor, director y productor de cine italiano. Nació en Génova un 9 de diciembre de 1956 y nacionalizado argentino. Es, además, médico aeronáutico, activista, filántropo, piloto de transporte de línea aérea.
¿Qué sentiste que pasó ayer en la sociedad, o por lo menos en la provincia de Buenos Aires?
Nada. Mayormente nada. Es decir, estamos en una alternancia de un gobierno que se va con 211% de inflación anual a otro que la baja, costos sociales brutales, y ambos haciendo culto de un divisionismo y una confrontación permanente. Yo lo que siento es que a mí me dicen “zurdo” o “facho” sin cambiar de discurso. Y en ese contexto siento que ayer no pasó nada. Es parte de un proceso político que yo entiendo, en general, son gobiernos de derecha con un discurso más populista. Pero después, una derecha liberal y después una ultraderecha. Si vos mirás las políticas fiscales te das cuenta para quién gobiernan. Y cuando la renta financiera no se graba, vos te das cuenta para quién gobiernan. Y eso me parece que es un proceso así, como oscilando adentro de un espacio muy reducido. Porque vos no me podés decir que sos de izquierda si tu candidato a presidente es Daniel Scioli. Ahí es donde dije: “¿Qué es esto?”. O sea, un señor que reivindica el proceso, que fue funcionario del presidente Rojano, que será funcionario del próximo presidente de ultraderecha. Eso lo sabíamos, pero se decide ignorarlo por cuestiones estratégicas. Eso no es real.
Había una discusión respecto de si la elección y la disrupción que se indicó en el mapa político argentino de la presidencia de Javier Milei era el comienzo de lo nuevo o el fin de lo viejo. Escuchándote a vos, lo que me queda es que estamos todavía enredados en la misma situación anterior. ¿Te acordás aquella frase de que lo viejo no terminó de morir, lo nuevo no terminó de nacer? Estamos en un interregno, en una lucha de paradigmas donde todavía no surgió la síntesis.
Sí, yo creo que sí. A mí me gustaría que hubiera una alternativa un poco más de izquierda real. O sea, estamos en una situación social catastrófica que no se ha modificado mayormente. Vos mirás, la villa 31 creció con todos los gobiernos. Podrán decir lo que quieran, pero la realidad es esa. La pobreza crece y crece y crece, y no se detiene. Y las políticas fiscales sustancialmente no variaron mucho, más que algún manotón de ahogado del impuesto a la riqueza.
En ese sentido hay una diferencia con 2002. En 2002 quedaba la posibilidad de la salida de la convertibilidad con una devaluación muy grande. Se generaron oportunidades para nuevamente el desarrollo económico que en dos años, ayudado con el aumento del precio de las commodities, inicialmente la renegociación completa de la deuda con un default, bueno, permitió una serie de condiciones que permitieron un cambio con lo anterior desde el punto de vista económico. Hoy no existen esas condiciones, porque ya no hay una convertibilidad que romper, ya no hay la posibilidad de ningún default. La deuda ya te condiciona, porque además los acreedores primarios son indefaulteables, como es el Fondo Monetario Internacional. No son privados. Si apareciera, esas posibilidades de surgir algo radicalmente distinto están un poco atenazadas por un pasado que se convirtió en presente perpetuo.
Un pasado que se convirtió en un presente me parece es una definición muy correcta y ajustada. Y por otro lado, yo no alcanzo a ver una perspectiva transformadora, no alcanzo a verla. O sea, el nivel de corrupción permeado tanto a todos los estratos de la política, es un porcentaje de la economía que no puede estar abajo de la mesa. Normalmente la corrupción retiene el 1, el 2% de la economía formal...
Acá es pornográfica, había que pasar del cinco al tres. Esa era la diferencia.
Sí, ese es un buen escenario.
¿Y qué puede hacer lo creativo? ¿Qué puede hacer el arte como constructor de subjetividad y de cultura?
Yo creo que la creatividad es el remanso de donde pueden surgir las cosas bellas, lindas y buenas de la vida. Los chicos cuando empiezan a hacer sus construcciones vos ahí te quedás maravillado. Y los adultos, de alguna manera, vamos perdiendo esa capacidad, ayudados seriamente por la escuela. Porque yo llegué a dibujar un caballo con un compás y una regla en una hoja milimetrada. Pero me parece que la creatividad es algo que en la educación no está preservado ni se lo considera un bien tutelable. Jimmy Page, el guitarrista de Led Zeppelin, en los recreos tocaba la guitarra, una guitarra que se había hecho él. Se la quitaban en los recreos y es para mí la metáfora perfecta del sistema educativo. De ahí en más vas a tener los políticos que vas a tener, los médicos que vas a tener, los pilotos que vas a tener. Si no hay una educación en conciencia de preservar la creatividad, que es un motor para mí de toda la realización humana, es poder resolver, dar respuestas nuevas con información vieja. Pero todo eso no está valorado, y no se valora en política, no se valora en aviación, no se valora en medicina. Siento que la única esperanza seria, es empezar a cultivar seriamente la creatividad.
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Vos provenís de una de las familias que han construido una organización empresaria, la más grande de la Argentina. ¿Qué responsabilidad creés que tiene la dirigencia, no la dirigencia política, sino la dirigencia periodística, empresaria, lo que se llama normalmente los poderes fácticos?
Yo creo que tiene una responsabilidad altísima, porque este culto al lucro o al capitalismo salvaje y pensar que de esa acumulación indefinida algo se va a derramar, es un tranquiliza-conciencias que no funciona para nada. No funciona así. Esa acumulación de capital sigue yéndose a comprar bienes suntuarios propios del capitalismo: el avión privado, el barco privado, la casa con 64 dormitorios, la isla, lo que quieras. Pero nada de impacto. Y hay toda una cultura, además, de hacer las cosas sin plata propia. Entonces vos pedís préstamos y con los préstamos hacés. Y acá por lo menos son imponibles los préstamos. En Estados Unidos ni siquiera.Entonces vos comprarás las mansiones con préstamos, no es imponible, no pagás impuesto. Y el periodismo también. Pero en el fondo, yo lo que siento es que falta una conciencia de país, de ser argentino de Argentina, no argentino de River o de Boca. Y la selección es una metáfora tan limpia de eso. Yo fui al último partido el otro día. Era una cosa impresionante, no tanto el juego, campeonato del mundo, todo eso que son cucardas. Era impresionante lo que estaba pasando en el campo. En cambio acá es todo este… no derramó esa acumulación de capital humano de la selección. No terminó de trasvasarse.
¿Te sentís raro dentro de las personas que tienen mayor cantidad de recursos? Cuando ves a las personas que entrarían dentro de tu categoría económica, ¿vos notás que sos muy distinto a ese grupo socioeconómico? Y si es así, ¿por qué? ¿Cómo te lo explicás?
Siento que hay cosas que sí son distintas. Todas las cosas que me gustan hacer son cosas de empleado, básicamente. No me gusta dirigir empresas, no me gusta tener líneas. Me gusta volar el avión, me gusta ser médico, me gusta ser actor, me gusta ser cocinero. Todas cosas de empleado. Eso no se modifica. La pasión que uno siente por una actividad no necesariamente más compleja o más poderoso te haga, es lo que realmente te vibra dentro. Yo siento que soy el mismo que cuando tenía 6 años. De hecho, hago las mismas cosas. Primer huevo frito hice a los 6 años y flipé. Fue la alquimia. Volaba aviones desde los tres. Estaba bajo la escalera con mi tablero dibujado, el overhead acá. Aprovechaba la pendiente de la escalera, después el papel caía, estaba la ventanilla, la silla y los comandos. Y me pasaba horas ahí abajo. O sea, ya volaba, ya cocinaba y actuaba, como todos los niños. Todos los niños actúan en sus juegos. Siento que mayormente no cambié mucho de eso. Excepto que si ahora es como la escena de Simba, cuando Timón le dice: “Nunca me dijiste que eras un rey”. Y dice: “No, bueno, pero soy el mismo Simba de siempre”. “Yeah, with power”, le dice el otro. Y pasó algo de eso. Como que me quedé ahí en los 6 años, ahora con cierto poder para incidir sobre las cosas que me indignaban a los 6 años.
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¿Creés que se pierden aquellos que no hacen cosas de empleados? ¿No se creés que aquel que cree que es amo no se da cuenta todo lo que se pierde?
Puede ser. Tal vez su pasión sea ser amo, no lo sé. Yo no la tengo. A mí lo que me apasiona es la actividad. Son las actividades que hago. Es el poner la sartén sobre el fuego y ver que suceden cosas que imaginaste que iban a suceder, o no. Y con el avión resolver las cosas también con creatividad.
Contanos de tu parte de dramaturgo, tu parte actoral, de tus otras obras que tienen que ver con el campo directamente artístico.
La actuación es algo que siempre me gustó, ya de chico. E insisto, como todos los chicos juegan, actúan sus juegos. “Soy cowboy, te maté”. “No”. Y el otro discute: “No, la pegó allí”. “No, te pegué”. “Tirate”. “No, no me tiro nada”. Ahora te dan un chumbo así, hace explotar, humo, el otro se le llena la camisa de sangre, se tira al piso sin discutir y te pagan por hacer eso. Siempre digo que yo antes decía que había dos formas de ganar plata sin trabajar: una era ser actor, la otra era ser piloto. Y después, cuando con el restaurante agregué a los sommelier, porque llegás a las 3 de la tarde, tienen ocho copas de vino y te dicen que están trabajando. Cuando agregué a los sommelier me di cuenta que no tienen ningún sentido del humor. Se encabronaron todos: “¿Cómo que no? Esto es un trabajo durísimo”. Y bueno, okay.
¿Puedo agregarte algo a eso? Hace un ratito tuvimos una mesa de debate con distintos analistas sobre el resultado de ayer. Y uno de ellos era Alejandro Horowicz, que había sido periodista en La Opinión de Timerman. Entonces él me hizo reír con una frase de Timerman muy conocida, que le dijo: “Horowicz, ¿es esto o trabajar?”. Podríamos plantearnos entonces que aquel que no disfruta con lo que hace finalmente tiene una especie de condena en lo que sería trabajar.
Prolongar el juego de la infancia es el mundo que te prefiguraste para tu adultez. Yo me metía dentro de mi juguete. Mi juguete era un avión. Yo hacía el ruido y llegaba a la plataforma, cortaba los motores, flipaba con todos esos autitos, porque en esa época, en los 60, venían 50 autos. Hoy hay muchos menos. Y en toda esa escena, yo hoy, cuando me siento en el avión y miro alrededor, me doy cuenta: estoy adentro de mi juguete. Y que, mango más, mango menos, sigo haciendo más o menos lo mismo. Y el tema del juego es fundamental. Y es uno de los valores que no estamos preservando en los chicos. Porque se van 8 horas a la escuela y después van a la casa y hacen tarea. Y nosotros, como adultos, tenemos protección por la ley de contrato de trabajo. No podemos hacer más de 30 horas extras por mes. Los chicos no tienen esa protección y los profesores no se coordinan y les dan pruebas todos el mismo día, para el día siguiente. Son las 12 de la noche y todavía están ahí. No los estamos dejando jugar, no los estamos dejando salir a la calle, porque es peligroso. Y es tan peligroso como que no salgan a la calle.
¿Qué es ser argentino para vos?
Ser argentino es ser un sujeto que vive en esa dicotomía: de saber que tiene uno de los países más bendecidos en términos de recursos, de posibilidades, de costas, de mares, de ríos, de montañas y una pertenencia a un grupo que no logra establecer un acuerdo de convivencia. Que no piensa como es un enemigo. Es tenerlo todo ahí y no poder usarlo. Era la metáfora de la selección, vuelvo. Siempre teníamos los mejores jugadores del mundo, siempre, y no ganábamos ni a las bolitas. Siempre era el equipo más caro, Argentina. ¿Qué pasó? Y apareció ese liderazgo fuerte, limpio, honesto. Un grupo de jugadores que quieren jugar en equipo, que disfrutan de jugar en equipo. Y yo siento que el argentino es alguien que está esperando a Scaloni.
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Una vez le escuché al Papa Francisco hacer el mismo chiste de que Dios repartía riquezas por el planeta y había colocado muchas en la Argentina. Y alguien le preguntó: “¿No le parece mucho, San Pedro?”. “Quédese tranquilo, que puse a los argentinos”. Entonces, hay un clásico libro de economía, que es La maldición de las materias primas. O sea, puede ser que un exceso de recursos valga tanto para una familia en la educación de sus hijos como para un país en su conjunto, como para la selección argentina, que tenía tantos que finalmente no se preocupaba en lo más esencial. ¿Puede ser que la sensación de esa opulencia termine siendo un castigo en lugar de un beneficio?
El recurso, como el dinero, siempre es un problema por exceso o por falta. Siempre es un problema. Y poder darle la importancia que tiene y tomar la distancia para que no te rompa la cabeza es un tema complicado y hay que resolverlo. Es un tema para el cual hay que prepararse. Es un tema que deberían enseñarte en la escuela.
Los males vienen de los bienes. Es otra de las frases que acuñan las abuelitas. O sea, que probablemente los bienes mal manejados terminan siendo males.
Pero nadie te enseña a manejarlos. Nadie te dice: “Mirá que mientras estaba el patrón oro, cuidar el valor de la moneda era una responsabilidad del Estado. Cuando eso se corta y se puede emitir lo que quieras, la responsabilidad del valor de la moneda es tuya. Te la traspasaron, es individual”. Y nadie te explica cómo. Por eso vienen los asesores financieros, que te cobran el 2% (nuevo impuesto a los bienes personales). Ganes o pierdas, no importa. Y después 25 de ganancia. Y después viene AFIP, te cobra 35.
Vos hacías la metáfora de la selección, de que teniendo los jugadores más caros, podríamos decir, teniendo la mayor cantidad de recursos naturales per cápita, hemos perdido y perdido y perdido y perdido. Y un día, como decías, esperando a Scaloni. Cuando llegó Scaloni, la pregunta es si Scaloni es la causa o es la consecuencia de que, finalmente, cansados de perder, en algún momento tomemos conciencia de que es necesario dar vuelta la página. Y más que esperando a Scaloni, esperando a nosotros mismos querer jugar en equipo. Y entonces ese Scaloni surja naturalmente, porque para eso tiene que haber la predisposición de querer jugar en equipo.
Sí, es un dilema huevo-gallina muy difícil de desentrañar. Pero claramente tenemos que tener una voluntad de aceptarnos como argentinos a todos. A los que piensan como yo. Y que hay que dejar de ser endogámicos. Yo lo que veo es que el discurso es si vos sos de izquierda no podés circunscribirte a hablarte con los de izquierda, a tomar café con los de izquierda, y seguir. Y vos tenés que convencer a los que son de derecha, y viceversa. Si vos sos de derecha, tenés que hablar para hacerme cambiar de opinión. Es algo que es imposible. O sea, el insulto pasó a ser una moneda de cambio.