El destacado historiador, Federico Finchelstein, resaltó que "lo que vemos en Trump, Milei y Bolsonaro, es un retorno del populismo a elementos que tienen que ver con el fascismo". Además, resaltó que "los fascistas intentan cambiar el mundo para que se parezca a sus mentiras". "No existen políticos que no usen la mentira", afirmó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
En tu libro "Breve historia de la mentira fascista", sostenés que la mentira siempre formó parte de la política, pero en el caso del fascismo pasó a otro nivel. ¿Podrías explicarnos por qué el fascismo precisa de esa exacerbación de la mentira?
La mentira y la política existen desde siempre. No existen políticos que no usen la mentira, o al menos la exageración, en el marco de las campañas electorales, por ejemplo.
Pero cuando hablamos del fascismo y la mentira, estamos hablando de otra cosa. La principal diferencia es que los fascistas intentan cambiar el mundo para que se parezca a sus mentiras. Esto, por supuesto, es gravísimo en términos de política y de derechos humanos.
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¿Puede ser entonces que el fascismo, para combatir la democracia, exacerbe este aspecto llevándolo a tal extremo que lo destruya?
Hannah Arendt, filósofa de la política, nos decía que ya desde los antiguos estaba este tema presente. Podemos llamarlo exageración, “verso”, o lo que sea. Pero, en general, en la política se prometen cosas que no se dan, o no pueden ser. Esto va más allá de un tipo de política. Pero dentro de los marcos normales, son técnicas para hacer política y no para cambiar la realidad. Mientras que, en el fascismo, lo que vemos es un uso de la mentira diferente.
Hay dos grandes diferencias: una es de orden cuantitativo, y la otra de orden cualitativo. La cuantitativa es fácil de explicar, los fascistas mienten más que otros políticos. La cualitativa, quizás, es la más grave. Los fascistas no solo mienten, sino que intentan cambiar el mundo con sus mentiras.
Un ejemplo dramático: una de las grandes mentiras de los nazis era aquella del antisemitismo y de la presentación de los judíos como aquellos que debían ser culpados, prácticamente, por todo. Una de las características de la mentira nazi sobre los judíos era la idea de que los judíos son enfermos y transmiten enfermedades.
Una mentira terrible. Pero, a partir de esa mentira, los nazis comienzan a deportar a los judíos, y encerrarlos en campos de concentración, donde las condiciones sanitarias eran paupérrimas. Esas víctimas del nazismo encerradas, eventualmente, se enfermaban y transmitían esas enfermedades. Esos laboratorios extremos de la mentira, los campos de concentración, convirtieron a gente perfectamente sana, en las mentiras que los fascistas decían de ellos.
¿Por qué creés que las mentiras de los fascistas están siendo tan populares en las clases bajas?
Creo que tiene que ver con algo que decía uno de los grandes filósofos del siglo pasado, Theodor Adorno, que escribió un gran libro sobre la personalidad autoritaria. Hay gente que tiene la necesidad de creer en figuras míticas, paternales y autoritarias, que les digan lo que tienen que hacer y lo que tienen que creer, aunque en muchos casos sean mentiras.
Hay una tendencia, lamentablemente, a la necesidad de que los lleven de la mano, que no tengan que tomar decisiones, y de aceptar lo que el líder dice. Eso pasa en otras formas de política también, pero en el fascismo aparece de forma exacerbada.
¿Y por qué creés que cala tanto en la juventud?
En el caso de Donald Trump, por ejemplo, decía “me encanta la gente que no tiene educación”. Tiene que ver con aceptar las cosas sin pensar. Y eso, muchas veces, va más allá de la formación personal. Tiene que ver con aquellos que sienten la necesidad de ser conducidos sin poner peros, sin ningún tipo de pensamiento propio.
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El fenómeno de Javier Milei, ¿se encuentra dentro del análisis de tus estudios?
El fenómeno Milei no es original. Lo vemos en muchos otros lugares del mundo, casos similares con los que él se identifica y, tiende a emular o imitar.
El populismo surge del fascismo, pero lo reformula en términos democráticos. Pongamos un caso clásico de este fenómeno. Perón era un fascista, el hombre fuerte de una dictadura, que se convierte por vocación propia en un líder democrático, a la inversa que Mussolini.
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Mussolini usa la democracia para destruirla desde adentro. Perón, al igual que Vargas y otros, reniegan de las formas dictatoriales para crear democracias. Estas democracias son populistas, tienen elementos autoritarios, pero son democracias. Renuncian a elementos centrales del fascismo.
Lo que vemos en Trump, Milei y Bolsonaro, es un retorno del populismo a elementos que tienen que ver con el fascismo. La violencia, el no reconocimiento de un resultado electoral, las mentiras. Toda esta gente fue negacionista de la pandemia, de la efectividad de las vacunas, cosas que crean muerte.
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Usted dice que los fascistas creen sus propias mentiras. ¿Esto es una especie de locura?
En el sentido individual, sí. Pero cuando lo vemos en términos colectivos, lo que importa es, más allá de las particularidades del individuo, del líder, la negación de la realidad a nivel colectivo. La política de la irracionalidad más allá del personaje. Eso es lo preocupante.
No estamos hablando de un sector de la sociedad que se vuelve loco, sino más bien, de gente que necesita creer en individuos más allá de lo racional y más allá de la realidad.
FM JL