La reforma laboral, impulsada por el gobierno del presidente Javier Milei, busca modernizar el marco normativo vigente, que data de hace más de 50 años, para fomentar el empleo registrado y mejorar la confianza de trabajadores e inversores. Sin embargo, el diputado nacional electo por Fuerza Entre Ríos, Guillermo Michel, advirtió en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) que “es muy difícil implementar una reforma con la economía cayendo”, señalando la complejidad de llevar adelante cambios profundos en un contexto económico adverso.
El abogado y contador público, graduado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), con posgrado en Derecho Tributario y maestría en Finanzas, Guillermo Michel, fue recientemente electo diputado nacional por Fuerza Entre Ríos. Se desempeñó como Subdirector de Coordinación Técnico Institucional en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) entre 2012 y 2015. Además, fue Director General de la Dirección General de Aduanas (DGA) en ocasiones, incluida su designación en 2022/2023 y presentó su renuncia al cargo tras la designación de una nueva titular en la AFIP.
Fuiste electo, pero en Entre Ríos, como en muchas otras provincias, se impuso el oficialismo. ¿Cuál es el próximo paso para el peronismo?
Trato de no mirar solo la baldosa, porque a veces uno, como dirigente, comete ese error: quedarse con lo inmediato y no ver el panorama general. El primer análisis es que la gente votó cada vez más de manera emocional. El voto hoy es emocional y se define en los últimos días antes de ir a las urnas. Creo que la emoción que predominó fue esa sensación de “che, que no se vaya todo, que no se nos caiga la economía, que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siga apoyando al país”. El Gobierno logró instalar esa idea, ese sentimiento, y lo hizo bien.
Ahora, mirando el escenario del peronismo, sigue siendo la principal fuerza opositora. Evitó lo que le pasó a la Unión Cívica Radical (UCR) o a Propuesta Republicana (PRO), que se diluyeron como fuerza política. El espacio ligado al PJ mantuvo su peso, sobre todo en el norte, y una elección muy competitiva en la provincia de Buenos Aires. Tal vez donde más dificultades enfrenta es en la región centro, de donde soy yo: Entre Ríos.
Si mirás los números, el exgobernador Juan Schiaretti en Córdoba sacó 28%, la ahora diputada nacional por Santa Fe, Caren Tepp, —con todo el peronismo unido— también 28%, y nosotros en Entre Ríos logramos retener el 35%. Esperábamos un poco más, cerca del 38 o 39, pero no se dio. Aun así, hay que pensar cómo dar vuelta la página. Claramente, la nueva etapa del peronismo tiene que ser una en la que, además de marcarle la cancha al presidente Javier Milei, llevemos propuestas concretas a la gente. Porque la gente está esperando eso: propuestas.
No alcanza con ser oposición y criticar lo que hace Milei. Hay que pensar cómo mejorar la vida de la gente. Te doy un ejemplo: el viernes antes de las elecciones, en Gualeguaychú, Unilever despidió a 30 trabajadores —lo digo porque la propia empresa lo hizo público—. ¿Por qué? Porque empezó a importar productos desde Brasil, donde también tiene operaciones, y decidió cerrar una parte de la planta entrerriana.
El lunes, esos problemas se profundizaron y ya anunciaron 16 despidos más. Es decir, la elección no le cambió la vida a la gente en nada. Siguen los problemas de desempleo, del poder adquisitivo que no alcanza y del aumento de los gastos fijos. Subió el gas, volvió a subir la nafta, y la energía está en proceso de otra suba. Con este rumbo económico y social, claramente no se van a solucionar los problemas. La clase media está haciendo un esfuerzo.
Y ahí está el punto: cómo evitar que empeore. Argentina tiene 22 millones de personas ocupadas: 12 en la formalidad y 10 en la informalidad. Casi un 44% trabaja sin registración. Eso ya no es un problema del trabajador o del empleador: es un problema del sistema. Hay algo estructural que no está funcionando, y hay que encararlo. No alcanza con criticar una reforma laboral que todavía no conocemos, porque Milei no presentó nada concreto. Hay borradores dando vueltas, pero no hay una propuesta formal. De todas maneras, el debate hay que darlo.
Desde nuestra mirada, ese tema debe abordarse por sector. No tienen las mismas necesidades los trabajadores del empaque de fruta de exportación en Entre Ríos que la mano de obra industrial de Buenos Aires. Hay que segmentar y pensar políticas específicas. También hay que recuperar herramientas que funcionaron, como el decreto 814 de la época de Roberto Lavagna, que permitía tomar parte de las contribuciones como crédito fiscal de IVA según la región donde estaba radicada. Es una medida que puede ayudar a sostener el empleo y la producción en provincias del interior.
También estamos terminando una propuesta de reforma impositiva —nos faltan ajustar algunos números—, donde buscamos volver a discutir cómo ampliar la base imponible y cómo formalizar la economía. Hubo una medida muy buena que en su momento implementó Eduardo Duhalde, que Lavagna profundizó, y que nosotros retomamos en 2023: la devolución del IVA por consumos con tarjeta de débito. Esa medida permite reducir la regresividad del IVA, que es un impuesto muy injusto porque lo pagan por igual todos, sin importar el poder adquisitivo. Un trabajador o un empresario grande abonan el mismo porcentaje. Por eso, hay que avanzar con mecanismos que quiten regresividad y que, además, simplifiquen el sistema tributario.
Y ahí me hago cargo: el sistema tributario argentino necesita una simplificación urgente. Es muy complejo cumplir con las declaraciones juradas y mantener al día todas las obligaciones. Brasil, por ejemplo, tiene un esquema muy novedoso para pequeñas empresas, llamado “Simples”, que funciona con un sistema unificado y simplificado. Estamos trabajando en una línea similar. También hay que volver a discutir el impuesto a las ganancias. Se había logrado hacerlo menos regresivo, pero volvió a gravar a los trabajadores. Lula, por ejemplo, anunció que eliminará el impuesto a las ganancias.
Si comparamos, la diferencia está en el poder adquisitivo. Un salario de un millón y medio en Brasil rinde mucho más que su equivalente en Argentina, por cómo están estructurados los gastos fijos. Muchísimo más.
¿Un millón y medio cuánto paga de ganancias acá?
Nada. Pero tiene una carga de aportes y contribuciones mucho más alta que en Brasil. Acá el aporte es del 17%, más el 13% de contribuciones. Hay que volver a discutir eso, establecer una escala más progresiva.
Cuando decís “nosotros”, ¿a qué parte del peronismo te referís?
Bueno, sería muy ambicioso de mi parte hablar por todo el peronismo. Me refiero, sobre todo, a lo que estamos trabajando con los diputados electos y los que están en Entre Ríos. Queremos llevar una propuesta dentro del bloque peronista —o con la denominación que tenga—. Vos sabés que con cada renovación de autoridades en la Cámara, a veces cambian los nombres, pero lo importante es el contenido.
En mi caso, estoy afiliado al peronismo de Entre Ríos y formo parte de ese espacio. En nuestras candidaturas no intervino nadie desde Buenos Aires, ni el Partido Justicialista (PJ) Nacional ni el Frente Renovador. Fue una lista construida en base al poder territorial de los intendentes entrerrianos. Una propuesta del peronismo provincial, que por supuesto dialoga con todos: con Massa, con Mayans, con distintos referentes, pero con raíz en el territorio.
Desde esa mirada, ¿cómo imaginás el futuro del peronismo?
No creo que al peronismo le pase lo mismo que al radicalismo. Y hay que trabajar para que no ocurra. Primero, porque confío en los cuadros técnicos que tiene el movimiento, en las propuestas y en el poder territorial de los intendentes. Si uno mira las principales ciudades, la mayoría son gobernadas por el peronismo. Además, el peronismo necesita recuperar una visión más federal, que no esté concentrada en el AMBA. No se trata de desmerecer a nadie, pero las problemáticas del interior son muy distintas. El peronismo del interior tiene que tener más voz, más representación y más peso.
Te lo digo porque ese discurso lo escuché hace 25 años en el radicalismo: no lograron construir un liderazgo nacional.
Sí, y ese es justamente el gran desafío que tenemos por delante. Si algo nos dejó como enseñanza el último gobierno peronista, es que el peronismo necesita un liderazgo que ejerza el poder con vocación de poder, en el mejor sentido: el de transformar la realidad de la gente. En el gobierno anterior tuvimos una figura presidencial muy diluida, sin ejercicio efectivo del poder. Y ejercer el poder, insisto, no es una mala palabra: es hacer cosas, tomar decisiones, cambiarle la vida a la gente. Ese es el desafío. Después, si será con internas o de qué manera se dará ese proceso, sería soberbio de mi parte definirlo. Lo que sí tenemos que hacer los dirigentes es aportar cada uno nuestro granito de arena.
En Entre Ríos, lo que hicimos fue eso: trabajar, elaborar una propuesta, caminar la provincia, hablar con los vecinos y llevarles nuestro mensaje.
Si apareciese un candidato que tuviese esas aptitudes —no sé, Mamdani cantaba, por ejemplo— o nuestro actual presidente, en su excentricidad rockera, y arrastra a la sociedad y consigue él centralizar el poder, en ese caso no hace falta el partido.
Pero eso no aparece siempre, mientras que un partido político es el resultado de un proceso, de cuadros que se van formando en un curso: un senador, un diputado, un intendente, un gobernador. Y no hace falta que aparezca un líder muy especial, sino simplemente que todos los demás se le subordinen institucionalmente. Ese problema de la institucionalidad es el que perdió el radicalismo, y el problema que tiene el peronismo —que nunca lo tuvo, además— porque siempre apostó a la aparición de un líder único.
¿No está ahí el germen del problema del peronismo, de su desinstitucionalización, para decirlo de alguna manera?
Es cierto. El peronismo, esa forma de unificarse bajo un liderazgo, le resultó beneficiosa en muchas etapas. Hay que encontrar un equilibrio, adaptarse a los tiempos. Vos recién mencionabas lo del alcalde de Nueva York, con su manera de conectar con la gente. Aquello también nos obliga a repensar cómo miramos la realidad y de qué forma nos comunicamos con las nuevas generaciones. Hoy yo lo veo con mis hijas: la forma de comunicarse que tienen. Nos tenemos que actualizar en un montón de esas cuestiones también. Ese es el desafío que tenemos por delante.
¿Y la economía? ¿Qué pensás que va a pasar con la economía?
A ver, los problemas de la economía siguen siendo los mismos. Lo que falta son dólares, porque la matriz productiva argentina necesita divisas para crecer. ¿Qué dato positivo puede mostrar hoy el Gobierno? El superávit de la balanza energética: pasamos de 10.000 millones de dólares en déficit en 2022 a unos 5.000 millones de saldo positivo este año. Ahora, este programa económico actual, basado en la apertura de importaciones, va a derivar en más desempleo. No conduce a buen puerto, sobre todo cuando ya se habilita la entrada de alimentos. Uno puede debatir la importación de textiles o de tecnología, pero que el país esté comprando leche, cítricos o carne obliga a preguntarse cuál es el objetivo.
Si al menos eso impactara en una baja de precios, sería discutible. Pero no ocurre. En mi provincia, por ejemplo, el precio del pollo no bajó, y se importaron 12.700 toneladas de pechuga desde Brasil. Ahí está el problema de fondo. Te propongo un ejercicio: si te digo que un gobierno decidió eliminar la exención para pequeños envíos courier porque pasaron de 136 a 370 millones de paquetes en 2015, y con eso busca recaudar 10.000 millones de dólares más, podrías pensar que fue en Cuba o en China. Pero no: ocurrió en Estados Unidos. Trump eliminó la exención conocida como de minimis, que permitía importaciones de hasta 800 dólares sin impuestos. El mundo está protegiendo su industria, su empleo, su estructura productiva.
En cambio, Argentina avanza hacia una apertura indiscriminada de importaciones, sin ningún criterio, que golpea directamente al trabajo local.
En un informe, el Gobierno destaca como logro la ley bases en relación con las multas, pero la informalidad laboral sigue en aumento. El problema del trabajo formal y la estructura laboral solo pueden abordarse con crecimiento económico sostenido, ya que es muy difícil aplicar una reforma mientras la economía se contrae. Lo mismo sucede con la reforma tributaria, ya que la recaudación cayó 3,4 puntos en términos reales el mes pasado.
Mejorar la competitividad industrial resulta complicado si la infraestructura está deteriorada. Por ejemplo, el acceso Zárate-Brazo Largo en Entre Ríos es intransitable, con constantes accidentes por falta de mantenimiento vial. En mi provincia, la ruta 14 fue recientemente licitada, pero su avance requirió que el banco estatal Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) actuara como garante, dado que no se presentaban oferentes privados.
Esto demuestra que la obra pública debe ser impulsada inicialmente por el Estado, como ocurre en Argentina, China o Estados Unidos, aunque luego pueda participar la inversión privada en mantenimiento o peajes. Actualmente, esta presencia estatal de acompañamiento a la logística falta en el Gobierno. La gente, al votar, no se equivoca y sus decisiones reflejan el sentir popular. En estas elecciones predominó la emoción de querer preservar lo logrado y la esperanza de poder salir adelante día a día. Sin embargo, persisten problemas estructurales como el desempleo y el aumento constante.
¿Y qué responsabilidad le cabe al peronismo de haber generado ese temor?
Si hoy Javier Milei es presidente, es porque las elecciones las ganan o las pierden los oficialismos. Nuestro mayor error fue no haber recuperado el poder adquisitivo de los trabajadores y jubilados. Durante el gobierno del expresiente Mauricio Macri se perdió cerca de 20 puntos del poder adquisitivo, según análisis económicos. Además, se hipotecó el futuro del país con un préstamo de 44.000 millones de dólares del Fondo Monetario.
Más allá de lo político, la falta de decisiones y gestión concretas también impactó negativamente. Argentina es un país presidencialista que necesita una figura fuerte que ejerza el poder y tome decisiones; esa ausencia de liderazgo llevó a perder las elecciones. Sin embargo, la elección permitió al peronismo conservar la provincia de Buenos Aires, recuperar 13 ciudades en ese distrito y mantener las primeras minorías en Diputados y Senadores, con el peso que eso implica en las comisiones y el Consejo de la Magistratura. Pero no fue suficiente. No se logró mejorar la expectativa ciudadana, y Milei, como en 2001 el "que se vayan todos", canalizó ese descontento. Aunque luego aplicó un programa económico distinto al prometido —no eliminó el Banco Central, sino que el peso se fortaleció; no bajó los impuestos, sino que los aumentó (Ganancias, monotributo, combustibles) y eliminó la devolución del IVA—, logró legitimarse nuevamente en las urnas, y es preciso respetar la voluntad popular.
El kicillofismo “defendió” la derrota electoral del peronismo tras las críticas de Cristina Kirchner
El peronismo no debe ser oposición por oposición, sino posicionarse con propuestas, alternativas y rumbo claro.
MV