El caos estalló en Haití en septiembre, cuando el primer ministro, Ariel Henry, anunció que iba a eliminar los subsidios a los precios de los combustibles. De inmediato aumentaron al doble. Los haitianos bloquearon las calles con cercos de acero y árboles de mango.
Por su parte, la banda delictiva más poderosa de Haití cavó fosas para impedir el acceso a la terminal de combustibles más grande del país. Puso como condición que renunciara Henry y que los precios de los combustibles y de los productos básicos bajaran.
Piden la renuncia del primer ministro de Haití
El país más pobre del hemisferio occidental soporta una espiral inflacionaria que afecta a la población y enciende la mecha de las protestas mientras crece la violencia y los padres tienen miedo de mandar a sus hijos a la escuela. Escasean los combustibles y el agua potable. Los hospitales, los bancos y los almacenes no pueden permanecer abiertos.
Los detalles históricos del conflicto
Haití vive una guerra civil de baja intensidad, según el presidente de la vecina República Dominicana, Luis Abinader. La magnitud de la parálisis y de la desesperación no tiene precedente. La inestabilidad política se viene cociendo desde el asesinato irresuelto del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021.
La inflación trepa al 30%. El depósito de combustible bloqueado por los delincuentes no funciona desde el 12 de septiembre. Tiene 40 millones de litros de diésel y nafta, y más de 3,2 millones de litros de kerosene. Muchas estaciones de servicio cerraron y otras se quedaron sin combustibles.
Eso obligó a los hospitales a reducir sus servicios e hizo que cerrasen las empresas que distribuyen agua. Los bancos y los almacenes no pueden permanecer abiertos por la falta de combustibles y los precios exorbitantes, que hacen casi imposible que los trabajadores se presenten a sus empleos.
El litro de nafta cuesta casi ocho dólares en el mercado negro de Puerto Príncipe y más de nueve en las zonas rurales. La gente camina kilómetros para conseguir comida y agua porque el transporte público es muy limitado.
El crecimiento de la violencia en Haití
Las bandas de delincuentes, cuya influencia aumentó desde el asesinato del presidente Moïse, luchan entre sí por controlar más territorios. Mataron a cientos de haitianos, incluidos mujeres y niños, en los últimos meses. Unas 20.000 personas debieron abandonar sus viviendas. Los secuestros aumentaron.
Las fuerzas de paz de la ONU reforzaron desde 2017 la seguridad del país y ayudaron a reconstruir las instituciones democráticas tras una violenta rebelión en la que fue derrocado el presidente Jean-Bertrand Aristide, pero los políticos haitianos se resisten a recibir su ayuda porque abusaron de niños y provocaron una epidemia de cólera.
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Debido a las protestas, Francia y España cerraron sus embajadas en septiembre. Los manifestantes atacaron comercios, viviendas de políticos conocidos e inclusive depósitos del Programa Alimenticio Mundial de la ONU, robándose millones de dólares en comida y agua.
Los tribunales haitianos debían reabrir el 3 de octubre, pero el Colegio de Abogados rechazó una invitación del primer ministro para hablar del tema unos días antes porque las bandas seguían ocupando el principal juzgado de Puerto Príncipe, entre otras cosas. Cientos de personas pasan horas haciendo cola para comprar baldes de agua. Los camiones que hacen entregas no pueden ingresar en los barrios porque las calles están bloqueadas.
JL PAR