Las protestas habían comenzado un día antes, el 11-J, a raíz de los apagones en el municipio occidental de San Antonio de los Baños, Cuba. Adhirió toda la isla. Sobre todo, una generación que no creció bajo la barba de Fidel ni el bigote de Raúl.
Un día después, el 12 de julio de 2021, hace un año, cientos de personas intentaron ingresar en la comisaría del barrio de La Güinera, de La Habana, donde el clamor contra la dictadura castrista al son de “Patria y Vida”, en desmedro del vetusto eslogan revolucionario “Patria o Muerte”, llegó a su fin por una muerte.
La de Diubis Laurencio. Un civil. Tenía 36 años. Le disparó un policía mientras el mayor operativo antimotines desplegado en décadas por los llamados boinas negras y militantes del Partido Comunista sorteaban piedras, botellas y palos.
Las marchas contra la dictadura, las mayores desde que triunfó la revolución en 1959, dejaron un muerto, decenas heridos y más de 1.300 arrestos. El régimen informó que 790 prisioneros fueron encausados y 488 recibieron sentencia definitiva, muchos por el delito de sedición con penas de hasta 25 años de cárcel. Quisieron repetirla el 15 de noviembre, pero no pudieron por la represión. Miles de cubanos decidieron partir. Algunos bajo una consigna oficial: cárcel o exilio.
Emblemáticas han sido las condenas de artistas y activistas como Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Castillo, Osorbo, coautor y uno de los intérpretes de la canción “Patria y Vida”, a cinco y nueve años de prisión, respectivamente, por los delitos de ultraje a los símbolos patrios, desacato y desórdenes públicos, entre otros.
Las protestas no tuvieron un líder. Surgieron como consecuencia del descontento por la escasez de alimentos y medicinas, los apagones por déficit de combustible, la inflación desbocada, la desprotección frente al coronavirus, los abusos policiales y la imposición de un Código Penal más restrictivo que el anterior. Y la falta de un bien que tiene más valor que precio: la libertad.
La dictadura, encarnada en Miguel Díaz-Canel, calificó a quienes marchaban de antisociales y contrarrevolucionarios. Por supuesto, al servicio del enemigo necesario: Estados Unidos.
JL PAR