Un día como hoy, hace 50 años, Raúl Alfonsín perdió la interna con su mentor, Ricardo Balbín. El Chino volvía a ser el candidato radical, como ya lo había sido en 1952 y en 1958. Iba por la tercera, que tampoco sería la vencida. Y hasta tendría una cuarta, meses después.
La elección fue un domingo de primavera, donde la marea cívica del ucerrepismo quedó eclipsada por la vuelta de Juan Domingo Perón al país tras 18 años de exilio forzoso. Al general le había dado “el cuero”, a pesar de la bravuconada lanussista y había un pueblo que lo celebraba desde el mismo viernes 17 en que el Boeing 707 de Alitalia aterrizó en Ezeiza. No solo eso, además se había encargado personalmente de recibir a Balbín, durante un largo rato, en un coqueto chalet de la calle Gaspar Campos, en Vicente López. Las especulaciones sobre esa charla eran el centro del debate de los analistas políticos. Si su más férreo opositor había aceptado abrir un canal de diálogo, no había margen para seguir agitando las diferencias. Días de coincidencia y esperanza, una dictadura en retirada, volvía la democracia, y las dos grandes carpas políticas estaban de acuerdo en ello.
El líder de la mañana radial era Jorge Cacho Fontana y su Fontana Show, en Radio Rivadavia. Las infatigables locutoras, Rina Morán y María Esther Vignola lo secundaban. Astor Piazzolla había recibido las calurosas cartas de Vinicius de Moraes, Milton Nascimento y Toquinho, que intentaron obrar de respuesta a los abucheos y la rechifla que lo habían expulsado del escenario del Festival Internacional de la Canción que se desarrolló en el Maracanãzinho de Río de Janeiro. Ediciones de la Flor editaba Las Tumbas de Enrique Medina, que se transformó en un éxito literario con el crudo relato basado en su propia experiencia de vida en los correccionales de menores.
Hacía dos meses que los binomios de la UCRP se habían proclamado. Dos bonaerenses por el sillón de Rivadavia, y dos cordobeses detrás. Balbín había sumado a Eduardo Gamond; y Alfonsín iba secundado por el riocuartense, Conrado Storani. Balbín y Gamond sumaban 131 años. Rápidamente, la militancia juvenil, con vocación caústica, acuño el cántico “Balbín, Gamond, Tutankamón”.
La Casa Radical de Tucumán 1660 fue la sede elegida por el oficialismo para lanzarse. Mientras que los renovadores se reunieron en el ex cine-teatro Real de la esquina de Boulevard Oroño y Salta, en la ciudad de Rosario. Allí habían proclamado hasta al propio Hipólito Yrigoyen. Una asamblea con 4000 personas ungió la fórmula con la bendición de una decena de discursos, entre los que se destacaron el del exgobernador santafesino Aldo Tessio; el del joven líder estudiantil, Marcelo Stubrin; y el de la titular del movimiento, la cordobesa, María Teresa Morini.
“Alfonsín, Alfonsín, lucharemos hasta el fin”; “Raúl, Conrado, el pueblo liberado”; “Raúl seguro, al Chino dale duro”; “Bello, Cabral, los vamos a vengar”, y “radicalismo es antiimperialismo”, fueron los hit singles de los más jóvenes que eran mayoría.
El candidato respondió que había que luchar por “la unidad partidaria”. “Este sector nació sin que nadie lo hubiera supuesto. De pronto, adquirimos fuerza en la Universidad, en los sindicatos, en las calles. Esta militancia nueva reverdeció al viejo radicalismo”, subrayó.
La campaña del retador se hizo cuesta arriba el viernes 13 de octubre, cuando el auto que lo conducía a Tandil, volcó en la entrada a Bolívar. Fractura de costillas, internación y pronóstico reservado, peor escenario imposible para el que tenía que repechar la cuesta.
La UCRP sumaba más de 560 mil afiliados y arrastró a 300 mil de ellos a votar. Balbín ganó en todo el país, votó en su ciudad de La Plata vestido de saco y corbata, y cosechó alrededor de 170 mil voluntades; mientras que la renovación pudo alzarse con el triunfo en Córdoba, Chubut, Formosa, Salta y Santa Fe. Alfonsín votó a media mañana en su Chascomús natal, vestido con una chomba de piqué en un día tórrido. Peinado a la gomina, saludó a los suyos y viajó a su comando de campaña que estaba en la avenida Corrientes al 1900. Más de 130 mil votos apostaron por el nuevo espacio emergente. Para la prensa fue una sorpresa, los números resultaron mucho más estrechos de los esperados.
“Yo he pagado un precio político por la reunión que mantuve con el señor Perón”, declaró con parquedad el viejo líder platense. Los analistas sostuvieron que un porcentaje del padrón se abstuvo de votar como acto de repudio al encuentro. En cambio, Alfonsín interpretó que el cónclave “ha puesto a Balbín durante la última semana en las primeras planas de la prensa otorgándole más imagen que a mí”.
El lunes caluroso, entrada la noche, fue el propio Alfonsín quien concurrió al comité de la calle Tucumán para saludar al vencedor. Su padre político lo esperó, rodeado de los suyos, ya había tenido una breve reunión con ellos en el salón del primer piso. Lo primero que hizo cuando llegó a su despacho del cuarto piso fue salir a su encuentro, con una sonrisa amplia y los brazos abiertos le convidó un cigarrillo y se lo encendió. Aplausos generalizados en los pasillos atestados de testigos y humo. Saludos, sonrisas y fotos para la prensa que aguardaba desde temprano.
Ese día Alfonsín reconoció la derrota ante su mentor, aquel al que admiraba desde 1946 cuando se había iniciado en la militancia. Ese día de 1972 dejó de ser el delfín. Diez años más tarde sería el candidato natural de la salida esperanzada a nuestra mayor tragedia como nación. Y daría vuelta los números, de aquel 25 por ciento histórico de las sucesivas derrotas balbinistas al 52 por ciento ganador del triunfo inclusivo de 1983, que trajo la democracia para los tiempos.