OPINIóN
Pasaron dos meses

Tehuel desaparece

Tehuel es quien renació, se resignificó, es quien se nombró y fue héroe de su propia historia obteniendo la mayor de las victorias, ser quien deseaba ser. Y desapareció. 

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Tehuel de la Torre, el joven trans de 21 años desaparecido hace 12 días. | Cedoc

Tehuel desaparece y desaparece la esperanza, desaparece la justicia como punto medio en el derecho de todos, desaparece el otro como merecedor de respeto y piedad. 

Desaparece el “quién” y nos quedamos con el “qué”, en términos de Judith Butler. ¿qué es Tehuel, varón o mujer? 

Tehuel no está, quizá nunca estuvo del todo en nuestra concepción de claro-oscuro, quizá resistió invisibilizado por una tiranía binaria que aniquila o peor, ignora todo aquello que no encaja. 

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Tehuel es quien renació, se resignificó, es quien se nombró y fue héroe de su propia historia obteniendo la mayor de las victorias, ser quien deseaba ser. Y desapareció. 

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El amor de su familia, su compañera, sus amigos elevan al cielo un mismo grito: “Queremos que  aparezca”. Pero nada parece ser suficiente, Tehuel no está. 

Nuestra cosmovisión binaria es rotunda y no admite excepciones. La heteronorma se impone  sin piedad para ordenarnos, para controlarnos en torno a una “normalidad” frágil y difusa que  tiende a desintegrarse, y cuanto mas frágil se siente, mas peligrosa y dominante se pretende. 

Y entonces aquello que no es “normal” se vuelve marginal y repta por los bordes, los limites lábiles de una ilusión socialmente aceptada. ¿Es varón o mujer?,-preguntaban los panelistas en  los programas de la tarde-. ¿Qué es Tehuel?

No existe la grieta como un abismo que separa posturas antagónicas, no existe esa grieta. 

Existe el centro, el punto medio, la frontera de las ideas, el vacío prometedor, y ese epicentro es un nuevo espacio, irradia infinidad de opciones posibles, encuentros, soluciones y concordia. Pero es “aterrador”, tememos caer y perdernos en las disidencias, tememos dudar y cambiar. 

Tehuel fue a buscar trabajo y desapareció: no se sabe nada de él

Su celular destruido y su campera quemada aparecieron en la casa de un ex convicto acusado de  varios crímenes, pero… ¿es varón o mujer?, -siguieron preguntando, como si encajarlo en blanco o negro, aun a su pesar, pudiera salvarlo y traerlo al mundo real, al mundo ”normal". 

En nuestro pequeño universo de polos, de Norte o Sur, sólo es posible SER varón o mujer, de derecha o de izquierda, pobre o rico, K o Pro. 

Si bogamos por escuelas abiertas somos asesinos, si nos preocupa la circulación en transportes público, o tenemos miedo, somos verdugos del pueblo trabajador. 

Si no estamos con ellos, estamos contra ellos. Así transcurre la vida en clave binaria. 

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Según Rudolf Meyer, los niños aprenden la moral con cuentos de hadas, allí el villano es malo, todo lo malo que puede ser, y el héroe representa solo las virtudes, y así los infantes comprenden la esencia del bien y el mal, a través de los extremos, de polos opuestos y  estereotipos sobreactuados. Luego, a medida que maduran emocional y psíquicamente se asoman a los matices, los malos son malos, pero a veces no tanto, y otras tienen sus razones; los buenos son buenos aunque a veces flaqueen, nos decepcionen, y siempre podremos  perdonarlos. Y aparece el famoso “todos nos equivocamos” y el niño siente que aunque el mundo es un lugar medianamente seguro y previsible, el “todos nos equivocamos” nos llama a estar alerta. 

Aceptar que transitamos una existencia que la mayoría de las veces no es binaria, es un rasgo de madurez, que parecemos perder frecuentemente, en una suerte de involución que nos  retrotrae a etapas tempranas del desarrollo psicoemocional, comenzamos a vivenciar posiciones y experiencias de manera polarizada: ¿es bueno o malo?, ¿es blanco o negro?, ¿es varón o mujer?. Y categorizamos nuestra percepción de un modo primitivo, propio de una  comprensión precaria del mundo.  

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Los matices, la variedad, la pluralidad, la libertad se esfuman en la combustión de la furia  fundamentalista.

Tehuel desaparece frente a los ojos de todos, de una sociedad que nunca lo ha visto, y no quiere  verlo, desaparece como símbolo de aquellos a quienes invisibilizamos por temor a caer en la  grieta de los matices, la tolerancia y la libertad, la grieta prometedora, que se abre como un  nuevo espacio de convivencia, sin etiquetas ni estereotipos, donde la única pregunta que  resuene sea “¿dónde está Tehuel?”