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Argentina: halcones o el fin del país

El paupérrimo y cada vez peor contexto económico y el desastre social por la fallida y eterna cuarentena obligaron a Alberto a abortar su proyecto político personal.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner | cedoc

El gobierno de Alberto Fernández ya dejo en claro que, como casi todas las promesas, “cerrar la grieta” no fue otra cosa, y que ese negocio que tan bien administro el macrismo y el kirchnerismo por igual, va a sostenerse. El paupérrimo y cada vez peor contexto económico y el desastre social por la fallida y eterna cuarentena obligaron a Alberto a abortar su proyecto político personal, suponiendo que no fueron solo exacerbaciones propias del Alberto privado que muchos conocimos. Anti kirchnerista, divertido, pro mercado, enemigo de La Cámpora, lucido e implacable lobbista del sector privado, es decir, antítesis del actual alumno de populismo tardío.

El escenario es peliagudo y requiere de una serie de ingredientes que esta gestión no va a reunir para poder resolver la sensación de orfandad y ausencia de rumbo que tiene el país. Entonces ahora será el momento en el que, quienes no gobiernan, decidan si tienen la capacidad de ser halcones y dar por muerto el afán populista corporativo y violento de la actual gestión para pasar al poder en 2023. No hay otra opción.

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Quien crea que se puede rescatar el país en tres años desde el diálogo y el consenso, se habrá quedado en épocas de prosperidad en los que el debate ideológico y el mundo de las ideas son posibles. Ya no hay tiempo para lideres budistas o seres calmos, eso sirvió y fue antes. Diego Santilli tuiteo días atrás de forma pasional y tal como habla en privado, fue tendencia y los medios publicaron palabra por palabra la pasión del versátil y aspiracional bonaerense Santilli. No hay mejor botón de muestra, cuando la oposición se saca el casette, marca tendencia, conquista, junta votos, amedrenta el populismo y crece: todo a la vez. Lo único que dijo el vice jefe de Gobierno fue “pónganse a trabajar y non hagan política”. Tan mal acostumbrados estamos a las respuestas no genuinas. La muerte de la tibieza y el eufemismo es el único camino.

El sendero casi insoslayable por el que transita este pueblo es de una pobreza estructural e inamovible del 50% y un desempleo difícil de combatir producto de la razonable desconfianza del sector privado para generarlo. Una matriz sindical inviable junto con una inseguridad jurídica total y un estado tontamente presente son un coctel que imposibilita la creación de empleo y Alberto lo sabe, pero prefiere que no se genere. El estado es el déficit.

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Ahora bien, entonces quien entienda la junta y decida disputar poder, solo le quedara entonces quemar todos los papeles de campana de consenso, encuentro, luz, solidaridad, entendimiento, complementariedad, Alfonsín por antonomasia y demases.

Quien quiera gobernar este país y la irresoluble Buenos Aires, deberá dejar en claro que es superior, mas contundente, mas duro, mas conquistador, mas capaz de llenarle la panza a quienes ya no saben que hacer. Es la única forma que tendrá la oposición de entender que el deterioro del salario, el crecimiento de la violencia, los femicidios (otra perversa e histórica incapacidad de Alberto de haber generado algo digno mas allá de un aguantadero de noquis políticos) y la falta de empleo dependerán de alguien férreo, claro, que no negocia con los antidemocráticos ni escucha a los necios.

En la nueva política no todo es frases que seduzcan y camisas al cuerpo, en algún momento se deberá apelar a lo primario, a resolver y mejorar la vida de los que, quizás por primera vez, voten a alguien que los pueda hacer felices.