La grieta argentina no mide entre vivos y muertos, aunque es probable que la muerte atenúe un poco la brutalidad de esa grieta. Aunque por lo que se escuchó hasta ahora en el caso del fallecido juez Claudio Bonadio, la contemplación es escasa.
Fíjense lo que está pasando en las últimas horas: las voces que se escucharon de un lado y del otro del foso de esta grieta tienen la misma contundencia y dramatismo, salvo que parecen venir de dos mundos distintos.
Para unos, Bonadio fue, además de una buena y honesta persona, un juez coherente que entregó su salud para cumplir con su deber y se atrevió a investigar a Cristina Kirchner sin mirar sus consecuencias y poniendo en juego su salud.
Para otros en cambio, Bonadio siempre fue un juez genuflexo. Alguien que en los años 90 respondía a las órdenes de Carlos Corach (Domingo Cavallo lo había denunciado como parte de aquella legendaria servilleta de los jueces que supuestamente acataban órdenes al menemismo), que después fue un juez kirchnerista y que, cuando comenzó el declive del kirchnerismo, fue un juez funcional al macrismo para atacar a Cristina.
Qué pasará con las causas y con el juzgado de Claudio Bonadio
Ahora: ¿cuánto sentido común o información o inteligencia o razonabilidad deberá ser necesaria para darnos cuenta de que ese tipo de relatos ficcionales de malos diabólicos o de héroes impolutos pueden funcionar en una película, pero que en la vida real resultan caricaturescos?
Pero en este caso, tratándose de un juez que se dedicó a investigar, a procesar y a enviar a juicio oral a la ex Presidenta, lo que se podría hacer más allá de castigar a Bonadio después de muerto o elevarlo al rango de prócer, es salir por un momento de la grieta y dejar que las pruebas que acumuló en estos años sirvan para confirmar sus sospechas, o resulten insuficientes o directamente se comprueben como falsas.
Es muy probable que Claudio Bonadio pueda tener problemas para enfrentar con éxito un juicio celestial e inapelable, como la mayoría de nosotros, por otro lado.
Pero ahora lo que importa es saber si al menos en alguna de las causas en las que investigó a Cristina Kirchner, le asistía o no la razón. Y si por alguna de esas causas la actual vicepresidenta terminará presa en medio de su mandato. O si las instancias superiores de la Justicia acordarán que ella es inocente de todos y de cada uno de los delitos que le imputó el fallecido juez. Que es lo que sostiene el presidente Alberto Fernández.
Por último, hay otra cosa muy probable: que cualesquiera sean las sentencias definitivas en cada caso, va a ser extremadamente difícil que la sociedad en su conjunto las acepte como verdades reveladas. Ese descrédito de la justicia es otra de las graves consecuencias de esta grieta argentina.