OPINIóN
Desde Madrid

Diario de la peste: Segunda Parte

Boris Johnson decretó cuarentena para todos los ciudadanos británicos que vuelen a las islas Canarias o a las Baleares.

Boris Johnson, premier británico, en su regreso a las tareas.
Boris Johnson, premier británico, en su regreso a las tareas. | AFP

Hoy el politólogo Victor Lapuente escribe que las políticas del populismo nos molestan a muchos pero que sus políticos no deben darnos miedo. Trump, Bolsonaro, Johnson, Orbán, Duda, por mencionar un puñado de políticos populistas que no deben darnos miedo (según Lapuente). Ayer, uno de ellos, Boris Johnson, decretó cuarentena para todos los ciudadanos británicos que vuelen a las islas Canarias o a las Baleares. Para entender la desproporción de la medida basta con imaginar que el presidente Bolsonaro impone algo similar a los brasileros que quieran pasar sus vacaciones de invierno en las pistas de esquí argentinas. No hay aún segundas lecturas sobre la medida y en tanto The Guardian centra la mirada en el colapso de las compañías aéreas británicas, aquí el destrozo es total en la industria turística. El pánico económico se superpone al miedo (menor grado) al sanitario.

El detalle curioso es que cuando ocurren situaciones como esta la mancha populista se expande inesperadamente. Si bien es verdad que el Gobierno español intenta manejar la situación con cautela, el director de la emergencia sanitaria, Fernando Simón, un médico sereno y preciso, ayer declaró que tanto Reino Unido como Bélgica, país que también se podría sumar a la medida, con estas decisiones nos hacen un favor porque disminuyen nuestro riesgo.

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Se puede especular que esta es una medida para usar como cortina de humo ya que Johnson baja espectacularmente en las encuestas o que está tratando de proteger el turismo interior para evitar otra vía de agua en la economía británica —se sabe que Johnson no repara en despropósitos– pero lo cierto es que la segunda ola del coronavirus ya está aquí.

¿Qué vas a hacer en el nuevo confinamiento que no te dio tiempo de hacer en el anterior? Ayer las conversaciones comenzaron a girar en torno a esta pregunta. Suena frívolo, pero es real. La nueva normalidad era esto. Lo anterior, antes del Estado de alarma, tampoco se podía definir con parámetros serios ya que aquello tampoco era vida o, al menos, lo que esperamos de ella.

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¿Qué haremos en esta nueva cuarentena, si es que llega y todo apunta que vendrá? Lo lógico es que si en la primera nos preguntamos qué hemos hecho con nuestra vida en la siguiente busquemos formas de resolverlo. Todo acaba siempre en terapia pero, acaso, ¿hay otra manera de mirar la vida, esa circunstancia que reclama permanentes construcciones de sentido para evitar el sin sentido? Lo raro es vivir decía la escritora Carmen Martín Gaite y creo haberlo escrito ya en alguna entrada de este diario, pero todo es circular. Volvemos al punto de partida como cada mañana al despertar.

El escritor brasilero Millôr Fernandes, fundador de la revista O pasquim, contaba que el primer hombre que habitó la tierra, después de andar todo un día por el terreno virgen, experimentó el crepúsculo al final de la tarde. Intimidado por la penumbra que iba abrazando sin pausa el espacio, esperó inmóvil el final previsible en la cima de una colina. La noche se había apoderado del mundo, al que había llegado por la mañana. Poco a poco la pérdida de luz lo fue sumiendo en una profunda melancolía y el frío que suele acompañar a las horas nocturnas se le metió en el cuerpo hasta despertar la angustia. La felicidad inconsciente de la calidez solar que duró poco menos que un día, se reveló como un sueño, una visión que se difuminaba frente a esta eternidad helada y negra. Se durmió temblando. Cuando abrió los ojos tuvo la primera gran alegría de su vida. Se puso de pie de un salto y bajó corriendo hasta el borde del mar para ver cómo surgía en el horizonte la bola de fuego del nuevo día. Fue el hombre más feliz de la tierra, lo cual no tiene mucho interés ya que era el único.

Estamos en plena noche. Habrá que pensar, encerrados, qué hacer, como decíamos, el resto de nuestra vida. Es la segunda parte de esta historia y, se sabe, no siempre suelen ser buenas. Todo depende.

MR/FeL/FF