OPINIóN
Medios tecnológicos

Convergencias y divergencias en los discursos sociales

La lectura cruzada de temas -en este caso Argentina y España- muestra de qué se habla. En este caso de la pandemia, incendios y ocupas.

Incendios en Córdoba
Más de 250 bomberos combaten los incendios forestales | Télam

Si bien vivimos en un mundo globalizado que nos lleva a compartir temáticas y preocupaciones, cada sociedad tiene su propia lista de temas de conversación. O sea, lo que se discute, por ejemplo, en España en noviembre de 2020 tiene muchos puntos en común con lo que se está hablando en otros países, pero, al mismo tiempo, incluye muchas otras conversaciones propias. El analista de discursos e historiador belga-canadiense Marc Angenot utilizó el concepto de “discurso social” para encuadrar “todo lo que se dice en una sociedad” en un momento determinado de su historia. En su trabajo más conocido, Angenot estudió lo que se decía en Francia en 1889, cuando se festejaba el centenario de la Revolución.

Covid, Covid, Covid. Resulta muy interesante ver cómo se acercan, superponen o alejan los discursos sociales de los diferentes países. Como no podía ser de otra forma, la pandemia se impuso como tema obligado de conversación a escala mundial. Durante la campaña electoral estadounidense Donald Trump manifestó su enojo por esta presencia asfixiante de la pandemia en las conversaciones mediáticas: “Todo lo que escuchas es Covid, Covid, Covid… ¡El 4 de noviembre no escucharemos más hablar de eso!” Claro, a él le encantaría que siempre se hablara de “Trump, Trump, Trump”.

El virus biológico es también un virus mediático que contagia a todos los espacios de la comunicación

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Podría decirse que el COVID-19 ha devorado buena parte de las conversaciones en todo el planeta: es el gran tema desde comienzos del 2020 y nadie puede predecir cuándo dejará de serlo. El virus biológico es también un virus mediático que contagia a todos los espacios de la comunicación. Ahora bien, esto no implica que otros temas de conversación dejen de aflorar en cada sociedad. Y aquí comienzan a perfilarse las divergencias. Mientras en Argentina los medios se entretienen haciendo predicciones sobre la evolución del dólar, en España comienza tímidamente un debate sobre el destino de los fondos europeos que, se espera, algún día llegarán. Dólares que se van, euros que vienen.

Separatismos. Hace un par de meses los discursos sociales argentinos se acercaron a los españoles. Fue cuando a principios de setiembre, al proponer un plan propio de lucha contra el coronavirus, la ciudad de Tandil fue acusada de querer cortarse sola y los ecos catalanes (y chechenos) no tardaron en resonar en la mediasfera: "El decreto es un manifiesto separatista", se dijo desde el gobierno bonaerense. Más de un argentino residente en España miró las noticias varias veces antes de confirmar que estaba leyendo un portal informativo de Buenos Aires.

El tema de los “separatismos” siempre ha estado y seguirá presente en el discurso social español. Si en el país vasco “la cosa” pareció tranquilizarse desde la autodisolución de ETA en mayo de 2018 (aunque las heridas, como bien muestra la serie de Netflix Patria, tardarán mucho en cicatrizarse), obviamente el “proceso catalán” ocupó buena parte de las conversaciones de los últimos diez años y nada hace pensar que deje de estarlo en la próxima década. Los “separatismos” en España, como la “inflación” o el “dólar” en Argentina, forman parte de esa lista de temas recurrentes y enquistados que se niegan a abandonar el discurso social.

Los “separatismos” en España, como la “inflación” o el “dólar” en Argentina, forman parte de esa lista de temas recurrentes y enquistados que se niegan a abandonar el discurso social.

Incendios. Uno de los efectos colaterales positivos de la pandemia en España ha sido la baja cantidad de incendios rurales durante agosto. Todos los veranos la lista de hectáreas quemadas entraba con fuerza en el discurso mediático ibérico (también Portugal se sumaba a las portadas con una buena cantidad de bosques calcinados) pero el 2020 dio un respiro. A pesar de que se quemaron en España más de 50 mil hectáreas en lo que va del año, la cifra es un 62% inferior a la del 2019.

Las imágenes hasta cierto punto inéditas de los incendios en la provincia de Córdoba o en las islas entrerrianas frente a la costa de Rosario generaron otro efecto de sincronización discursiva: cuando en España el fuego informativo se extendía por los medios de manera controlada, en Argentina ardían las portadas y parecía que nadie podía parar la quema de terrenos, las acusaciones recíprocas y los misiles verbales que se cruzaban por encima del Paraná.

Casa ocupada. Mientras escribo este texto las conversaciones sociales vuelven a cruzarse. Mientras en Argentina la “toma de tierras” copa los titulares, en España la “toma de viviendas” se discute en las primeras páginas de los diarios. La crisis económica – que nunca terminó de irse y dejó miles de casas vacías – y la pandemia han llevado en España a la ocupación de viviendas, algunas en manos de los bancos y otras simplemente segundas residencias en busca de inquilinos. Àlex Garrido, alcalde de Manlleu, un pueblo con 21 mil habitantes a setenta kilómetros de Barcelona, informa al cronista del diario La Vanguardia que tiene unas 220 viviendas “okupadas” y confiesa que ha llegado a pensar en una drástica solución para lograr pisos a precio social: “No hay oferta de vivienda para alquilar y la que hay está inasumible para la mayoría. Alguna vez me he planteado ocupar todos los pisos de los fondos buitres y a partir de ahí negociar con quien lo necesita de verdad”.

En España el perfil del “okupante” puede variar: algunas viviendas fueron copadas por grupos de inmigrantes sin papeles, otras por familias y en algunos casos incluso se han convertido en invernaderos con una floreciente producción de marihuana. En Argentina la ocupación de tierras se mueve por otras coordenadas, los motivos, procesos y espacios son muy diferentes, pero eso no quita que algunos piensen que las ocupaciones locales también se escriban con “K” (en este caso mayúscula). Más allá de estos juegos fonéticos, las ocupaciones en Argentina invaden los territorios del discurso social tanto con la “okupaciones” españolas.

Transiciones. El escaneo casi simultáneo de los medios españoles y argentinos puede llevar a que el lector o lectora encuentre conceptos que van y vienen. Un ejemplo de muestra: si un día en la Argentina se ensalza la “transición española” y se pide un equivalente nacional de los “pactos de Moncloa”, la misma semana en Madrid no cuesta mucho encontrar a políticos y periodistas despotricando contra la “transición” y anunciado su final. No solo la izquierda republicana apunta sus dardos contra la transición que marcó el pasaje de la dictadura a la democracia después de la muerte del Generalísimo: también la derecha castiga a Pedro Sánchez, quien encabeza -según un columnista de El Mundo- un gobierno “liderado por un presidente veleta y del que forma parte el secretario general del Partido Comunista” con el cual “se terminó la Transición”. Mientras se discute si la transición fue buena o mala para el país, no pocos coinciden en que termina de la peor manera posible: el viejo Rey prófugo, la monarquía cuestionada como nunca en democracia y los líderes de los partidos tirándose los trastos cada semana en el Congreso.

Discursos sociales. Cuatro décadas después de la investigación de Marc Angenot sobre el discurso social en la Francia de “fin de siècle” contamos con sofisticadas tecnologías digitales que mapean en tiempo real lo que se dice en los medios, como el clásico proyecto Newsmap del argentino Marcos Weskamp distinguido en Prix Ars Electronica 2004. Sin llegar a tanto, la simple lectura cruzada de los medios permite identificar convergencias y divergencias entre lo que se dice en un país y lo que se habla en otro. Como en esas imágenes plastificadas donde dos motivos se cruzan y, en un punto central, se fusionan en una única representación, también los discursos sociales de cada país a veces se solapan y crean nuevos efectos de sentido. Solo hay que estar en el lugar adecuado y en el momento justo, con las dos pantallas abiertas al mismo tiempo.

Carlos A. Scolari

Profesor de la Universitat Pompeu Fabra - Barcelona.

En Twitter: @cscolari