En el escenario actual sobre la política y las elecciones, sobre territorios, liderazgos y tecnologías, tres son las grandes preguntas que se formulan:
1- El plan económico actual ¿hasta dónde nos llevará?
2- El outsider que mejor comunica ¿tiene viabilidad en la solución que postula?
3- El outsider, si llegara con chances al balotaje, ¿con qué armado territorial se asegura la victoria?
Estas preguntas tienen respuestas de distinto tipo, pero mucho se responde con una nueva pregunta en tanto el escenario resulta muy volátil.
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La primera pregunta no la vamos a responder, dado que no es el objetivo de esta columna ni es posible responder en poco espacio y tiempo. Pero sobre la segunda y tercera sí podemos formular conjeturas con algún grado de certeza que permita avizorar escenarios futuros.
Si vamos por la pregunta sobre la viabilidad de la solución que postula, hay que decir que sí, pero no bajo argumentos económicos sino emocionales y morales. Es una respuesta que se afirma sobre el cansancio y el descreimiento a los conglomerados mayoritarios: FdT y JxC.
Entonces, buscar razonabilidad técnica no es la respuesta política a esa pregunta. Es un valor emotivo el que está jugando en un sector cada vez más importante de los electores. Es un equivalente a la opción -de salida- de quien decide irse del país. Son decisiones radicales en un contexto de crisis mayor al del 2001 con la única diferencia de que no hay un estallido social.
Sólo en este contexto extremo la postulación de soluciones como la polarización discursiva, la dolarización, cerrar el banco central, establecer fondos privados y seguros para actividades civiles y comerciales, e incluso para el sector laboral, toman fuerza en tanto lo anterior no ha dado respuesta a más de una generación de argentinos.
Aquí, no hay razonabilidad, repito, es la emocionalidad la que habilita que estos postulados viajen en redes y la opinión pública con algún grado de certeza.
De liderazgos territoriales a liderazgos de plataformas digitales
Y si estas propuestas lo ubicarán en un balotaje e incluso en el sillón de Rivadavia, la pregunta sobre el manejo de territorios, mayorías en Congreso, acuerdos con sectores de la economía, pueden darse con algún grado de conflictividad creciente, si los resultados no son percibidos emocionalmente como eficaces y rápidos, pero por sobre todas las cosas se demostrarán en un terreno propio del hoy pre candidato: las plataformas.
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Por esto, la última pregunta que engloba en algún modo la anterior, y da respuesta a muchos interrogantes, sobre su crecimiento en imagen, posibilidad de elección y propuestas viables es que es un acto político de plataformas digitales, no de territorio. Eso explica los resultados en las provincias y también que su armado pase más por la vigencia en redes y medios de comunicación en prime time más que por los escenarios tradicionales de la política o casta como él define.
Por esto, este liderazgo de plataformas tendrá éxito en la medida en que su mensaje siga siendo un mensaje claro para un sub-45 que consume la política por redes e informativos digitales, y cada vez menos por televisión, poniendo en jaque a la lógica de los armados tradicionales.
Esto supone decir que ¿sólo con las plataformas digitales se gana? No, pero logra incomodar a los grandes armados territoriales y le permitió al outsider -a la fecha- generar un tercio de adhesión a su propuesta. Prueba de que es un camino viable de construcción política.