OPINIóN
Análisis

Nuestra paideia

Con la mirada puesta en el largo plazo, aún en la muy mala situación económica e institucional que estamos atravesando, no perderemos la esperanza si sabemos que lo que queremos es más y mejor Democracia, siendo la actual, insuficiente para comer, educar y curar.

Crecimiento
Crecimiento | Gerd Altmann / Pixabay.

Son falaces las doctrinas como las de Schmitt [que] buscan inscribir el estado de excepción en un contexto jurídico… El estado de necesidad no es un estado del derecho, sino un espacio sin derecho” - Agamben.

El gran problema de tipo darwinista que tuvo la Argentina desde 1983 fue su no adaptación al cambio de paradigma mundial que decantó en 1989 y que había comenzado ya en los 80s, no creando una nación sustentablemente integrada al mundo, como hicieron China y otros países.

La crisis mundial del 2008 fue una reacción de los afectados por la globalización que reaccionaron generando una modificación del ciclo, al enfrentar desde los desnudos hechos de la calle al tipo de estado de derecho reinante.

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Podemos decir (junto con Agamben), que la tensión hecho-derecho es lo que marca nuestra época. En Argentina el equivalente de esta crisis ocurrió antes -en 2001- por la mayor debilidad del país respecto al primer mundo. Al asumir el kirchnerismo se hizo cargo de esta reacción, pero no en construir en forma sustentable, como tampoco lo había hecho el menemismo.

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En sus inicios el kirchnerismo había tomado una posición relativamente centrada (transversalidad), pero la crisis del campo, la crisis mundial, la muerte de Néstor Kirchner y la asunción del PRO en el poder en la ciudad de Buenos Aires, lo empujó a profundizar excesivamente el gasto estatal para sostener su base electoral, disparándose entonces nuestros conocidos jinetes del apocalipsis como por ejemplo la inflación, el déficit, la deuda, la pobreza, la corrupción y el crimen, además de la falsedad estadística.

¿Por qué se cedió tan fácilmente a desequilibrar el gasto, lo cual había sido el gran logro de Néstor Kirchner? Por preferir mantenerse en el poder (voluntarismo) antes que asumir el mal trago necesario que impusieron los tiempos. Este voluntarismo es una característica del populismo en que el mero hecho de ceder el poder (aunque sea democráticamente) es vivido como una tragedia, pues el otro es visto como un enemigo.

Desde 2007, entonces, podemos entender al kirchnerismo como un fenómeno de época conformado por una mucho más clara zona de ambigüedad entre el mundo del hecho (por su actitud agónica permanente)y el del derecho (por sus discursos de derechos humanos y civiles, justicia legítima, democracia, etc.). Su victimización en el poder es un síntoma del sufrimiento de este dilema, generado por no asumir esa tensión.

Esta tensión también es explicada por la contradicción no asumida de conceptos como el progresismo y el populismo. El primero es un humanismo, en general representado por una social democracia, que respeta el pleno estado de derecho, enfrentado a adversarios.

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El populismo en cambio, es un modo de acceder al poder y no una ideología (pues puede ser de izquierda o derecha, nacionalista o liberal, conservador o progresista, como el peronismo, por ejemplo) que vive en la lógica del hecho, del amigo-enemigo permanente, y por lo tanto del casi todo vale.

Esto lo logra a través de la cooptación de clientela, ya sean corporaciones (corrupción) o población vulnerable (pobrismo), siendo posible gracias a romper las barreras entre gobierno y estado y entre lo público y lo privado.  El populismo, como fuerza de hecho, lleva a la destrucción o decadencia ya que destruye la confianza en el estado de derecho (alimentando la viveza, por ejemplo) y por lo tanto la expectativa de previsibilidad, que es lo único que lleva a poder construir en forma sustentable.

En el gobierno actual, dentro del marco de la pandemia, esta tensión hecho-derecho no asumida, llevó a ejercer (en términos de Agamben) el bio-poder (hecho) disfrazado de norma jurídica de estado de excepción (derecho).¿Cuántos muertos y acortamiento de años de vida produjo el colapso de la economía?¿Cuánto más que el virus? 

Por otro lado, también observamos un error de adaptación a los tiempos del gobierno de Juntos por el Cambio, al tomar un lugar excesivamente republicano en una era en que la regla es la tensión hecho-derecho. De tal manera, los jinetes del apocalismo lo pasaron por encima. Los banderazos fueron las primeras manifestaciones de hecho del liberalismo y algunos líderes políticos como Bullrich y Milei ya lo están asumiendo. Por eso mismo, atraen jóvenes nativos de esta tensión.

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La salida a un dilema pasa por ejercer una capacidad crítica profunda del propio pensamiento, asumiendo su tensión de tal manera que haga que los cuernos del dilema (hecho vs. derecho en este caso) puedan ser tomados como herramientas estratégicas a ser usadas según el caso y no tener que ser vividas como una contradicción que desgarra.

Este paso se llama trascendencia. Desde la civilización Minoica, por ejemplo, se representaba en un rito en que una sacerdotisa tomaba a un toro en plena carrera de frente por sus cuernos y daba un salto mortal sobre él utilizando la fuerza del empuje del animal. Esto implica que para transcender un dilema lo importante no es la voluntad ciega (que lleva chocarse con el toro) sino la aceptación (en este caso la de la fuerza del toro y en el nuestro, la realidad en su conflictiva complejidad hecho-derecho).

Esta tensión no asumida está dentro de las dos coaliciones, pero también entre ellas (la grieta entre el Frente que prefiere el hecho y el Juntos que prefiere el derecho).El puente que puede hacer posible asumir esta tensión (como un filamento que al unir dos polos de distinto potencial puede dar luz) y convertirse por lo tanto en la Paideia que nos puede marcar un camino, es una refundación de la Democracia..

Una Democracia que asuma y no sólo sufra la tensión entre el aspecto popular (el voto mayoritario, por ejemplo) y el aspecto republicano (la división del poder haciendo posible el respeto a las minorías, por ejemplo). Como un barco que para mantener su rumbo necesita oscilar de izquierda a derecha y viceversa, y cuya quilla es el paradigma democrático.

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Con la mirada puesta en el largo plazo, aún en la muy mala situación económica e institucional que estamos atravesando, no perderemos la esperanza si sabemos que lo que queremos es más y mejor Democracia, siendo la actual, insuficiente para comer, educar y curar.

Si ambas coaliciones pueden asumir su propia tensión hecho-derecho, nuestra Democracia (que implica una forma de gobierno, pero también una forma de ser en la calle) evolucionará y ya no viviremos a la defensiva. Transcenderá los dilemas libertad-igualdad y hecho-derecho, al asumirse su tensión. Ella será nuestra Paideia: nuestro proyecto humanista arraigado en el pasado y lanzado hacia el futuro.