OPINIóN
Brechas de desigualdad

Dolor Guernica y dueñidad

En esta época de pandemia y de concentración de la riqueza, deberíamos debatir algunos temas como un impuesto a las grandes fortunas y a necesidad de una Reforma Tributaria Progresiva e integral.

Desalojo toma de tierra en Guernica 20201029
Editar | Juan Obregón

Días después del desalojo en Guernica nos sentimos todavía consternados y doloridos. Imagino que somos muchos los que experimentamos esta sensación. Las imágenes de 4 mil efectivos policiales desalojando una toma de tierras, a los golpes y empujones; las llamas de las improvisadas casillas incendiadas en medio de la intemperie, quedaron estampadas en nuestra retina, como un brutal reflejo de la llamada “nueva normalidad”, que amenaza con ser implacable con las demandas sociales de los sin techo y sin tierra.

Con los ñoquis del día 29 de octubre ya atravesados en la garganta, llegaría también el fallo de justicia entrerriana que favoreció al núcleo patriarcal del agronegocios argentino. Es cierto que el fallo judicial no sorprende a nadie, ni siquiera a Juan Grabois, pero no hay dudas de que apunta a perforar una propuesta innovadora y ambiciosa como lo es el Proyecto Artigas, que propone unir acceso a la tierra y agroecología, más allá del contexto que le dio nacimiento y, por ende, cuestiona el modelo de agronegocios.

Por otro lado, y puesto que se trata de una pelea entre herederos ricos, la disputa por los campos podría haber sido también la oportunidad para debatir sobre la necesaria reintroducción del impuesto a la herencia, que fuera borrado de un plumazo por Martínez de Hoz durante la última dictadura militar. En esta época de pandemia y de concentración de la riqueza, deberíamos abrir el debate, no sólo en relación a un impuesto a las grandes fortunas, sino también acerca de la necesidad de una Reforma Tributaria Progresiva e integral, que reconfigure desde la base el actual sistema fiscal en todas las jurisdicciones, en un sentido equitativo. No hay otra vía, o al menos ésta resulta ineludible, si es que la Argentina quiere transitar el camino hacia la igualdad y la redistribución social.

En esta época de pandemia y de concentración de la riqueza, deberíamos abrir el debate, no sólo en relación a un impuesto a las grandes fortunas, sino también acerca de la necesidad de una Reforma Tributaria Progresiva e integral

En todo caso, estos dos hechos que marcaron la semana política parecen estar señalando un umbral de pasaje para el gobierno, aun si el punto de inflexión ya  fuera dado a partir del retroceso registrado en relación a la causa Vicentin, una  empresa privada que estafó al Estado pero que paradójicamente obtuvo el apoyo de vastos sectores rurales y urbanos, que no cuestionaron la estafa empresarial, sino la legitimidad del Estado y de la autoridad presidencial para disponer de esa empresa en términos de bien público. Fue ahí, en ese momento, que el gobierno de Alberto Fernández habilitó a que sectores de derecha, cada vez más envalentonados, avanzaran en la instalación de una agenda propia, montando un discurso exacerbado en torno a la defensa de  “la libertad” en oposición a la cuarentena, a lo que se sumó la defensa de la sacrosanta propiedad privada –nunca tantas veces invocada-, generando así peligrosas cadenas de equivalencia, básicamente en torno a dos sintagmas: el rechazo a “las tomas” y a “los usurpadores”. Y quien dice “usurpadores” es porque piensa y cree que del otro lado están los “legítimos propietarios", o sea, "los dueños”.

Así, tiene razón Rita Segato, cuando afirma que “este es un mundo marcado por la dueñidad o el señorío”, y que la palabra desigualdad no alcanza para graficar tamaña realidad. Este es un mundo de dueños. Argentina es un país de dueños al que la pandemia ha exacerbado hasta límites indecibles, en medio de la incertidumbre y el miedo.

Dos cuestiones en relación con la dueñidad. La primera es que, mientras en otras latitudes se discute una agenda postpandemia, en clave social y ambiental; en nuestro país, ambos, lo social y lo ambiental, son cada vez más rechazados desde el discurso de la dueñidad. Nada se puede cuestionar en nombre de lo común, del bien público o de los sectores excluidos: ni el lobby del fuego que arrasa con nuestros montes y humedales, tampoco el suelo disponible para viviendas. La segunda cuestión es que el avance de la dueñidad muestra también que el gobierno actual no tiene agenda política propia, que perdió la iniciativa y, en una fluidez cada vez más parecida a la inconsistencia, cede a los cuestionamientos de sectores sociales y políticos cada vez más derechizados. Esto es novedoso, porque los gobiernos kirchneristas siempre buscaron colocar agenda. Fueron productivos políticamente y tuvieron la capacidad para redefinir la escena política (nos gustara o no, estuviéramos de acuerdo o no). Esa capacidad de instalar agenda es la que generaba épica entre sus seguidores. Ya no es así y éste sin duda constituye un umbral de pasaje.

Argentina es un país de dueños al que la pandemia ha exacerbado hasta límites indecibles, en medio de la incertidumbre y el miedo

Tengamos en cuenta que América Latina continúa siendo la región más desigual del planeta. Según un reciente informe de Oxfam, las élites económicas y los superricos de la región ampliaron su patrimonio en 48.200 millones de dólares, un 17% más que antes de la aparición del Covid-19, mientras que la recesión económica provocaría que 52 millones de personas caigan en la pobreza y otros 40 millones pierdan sus empleos, impulsando un retroceso de 15 años para la región. Por otro lado, no olvidemos tampoco que América Latina ostenta el más alto nivel de concentración de tierras en el mundo, hecho vinculado a la expansión del agronegocios y las distintas formas de neoextractivismo.

En suma, resulta muy inquietante que, en tiempos de ampliación de las brechas de la desigualdad, agravada por la pandemia, esta defensa de la dueñidad se afiance en la escena pública. Algo está cambiando en Argentina de modo vertiginoso y ello es sin duda para peor. Tengámoslo en cuenta. No lo olvidemos. Porque lo que hoy se está configurando en un mundo en crisis y colapso es una derecha local cada vez más extrema y empoderada que brega por consolidar y profundizar la premisa absoluta de que éste, seguirá siendo un mundo de dueños.