¡Atención! La siguiente referencia es sólo apta para mayores de 50 años. La permanencia en esta columna de personas nacidas más acá de 1975 queda bajo su exclusiva responsabilidad.
Rodolfo Zapata fue un cantante y compositor muy popular medio siglo atrás. Su gran éxito, el que llenaba estadios y sonaba en la televisión en blanco y negro, era No vamo’ a trabajar, una canción muy pegadiza en la que cada día de la semana el autor inventaba cualquier excusa para no ir a su trabajo.
Zapata ya no está entre nosotros, murió en 2019; pero es fácil imaginar su cara de satisfacción si escuchara las predicciones de expertos de distintos campos que anticipan la era de “El fin del trabajo”; es decir que finalmente su oda a la vagancia se va a convertir en realidad gracias a la tecnología.
El término técnico es automatización digital, pero detrás de ese eufemismo es sencillo descubrir que nos hablan de máquinas haciendo el trabajo de personas.
La automatización avanza sobre empleos de oficina y Argentina es vulnerable
El reemplazo de tareas humanas por dispositivos tecnológicos no es para nada nuevo. Desde la revolución industrial, más de dos siglos atrás, venimos conviviendo bastante bien con este fantasma. Lo novedoso de este momento es la velocidad en la que se están dando los cambios. Lo que antes permitió procesos de adaptación de décadas, ahora se impone en muy pocos años. Esa es, quizás, la característica más saliente de la revolución que plantea la inteligencia artificial: el vértigo al que nos somete.
Nuestro cerebro abrió sucursales
El problema tiene varios ejes para pensarlo. Por un lado, la economía de los que “ceden” su empleo a una computadora. Es legítimo e imprescindible preguntarse de qué van a vivir esos cientos (quizás miles) de millones de personas en todo el mundo.

También es razonable imaginar cómo se va a capacitar a quienes sean reemplazados en sus tareas y necesiten incorporar nuevas habilidades para no caerse del sistema.
Pero, más allá de las cuestiones prácticas vinculadas con la subsistencia de los desplazados, hay aspectos filosóficos que vale la pena cuestionarse. Por ejemplo: si es verdad que el trabajo forma parte de nuestra identidad, qué va a pasar con esa identidad cuando ya no tengamos que ir a trabajar.
Si tenés miedo de quedarte sin trabajo o si sos de los que piensan que a vos no te va a pasar, mirá esta videocolumna que está especialmente dedicada a Rodolfo Zapata. Después, podés dejar tus comentarios.