A quienes nos sentimos de la generación Malvinas y abrazamos a la gloriosa Juventud Peronista, el triunfo del ex presidente Ricardo Alfonsín en 1983 nos dejó desencajados en nuestros ideales.
Nos creíamos invencibles, y mientras la Renovación nos convocaba a una nueva epopeya frente a los denominados mariscales de la derrota, en una interna partidaria que movilizó a gran parte del pueblo argentino, la participación popular nos volvió a sorprender consagrando a Carlos Saúl Menem candidato. Se cumplió la profecía no escrita: el que ganaba la interna sería Presidente.
Fue un liderazgo político y casi religioso. Generó en muchísimos compatriotas la certeza de su infalibilidad.
Trabajó por la unidad de los argentinos como pocos, con una audacia que muchos contemporáneos no comprendimos.
Con Menem nació el periodismo de investigación | Por Jorge Fontevecchia
Institucionalizó el debate político: durante su liderazgo se transpiró la discusión política, se militó el respeto por la disidencia y convivió con quienes no coincidíamos con muchas de sus decisiones.
Siempre estuvo un paso delante de sus contemporáneos.
Su don de gente actuaba muchas veces como un inmunizante frente a las críticas. Recuerdo a más de un dirigente que iba a verlo con críticas duras y amparadas en la historia doctrinaria de nuestro Movimiento, y salían de entrevistarse con él diciendo que su magnetismo personal diluía la dureza de sus razones.
El pueblo es, finalmente, quién juzga la acción de los hombres políticos. Como todo Presidente que surgió de la filas del peronismo no estuvo exento de las peores descalificaciones que a lo largo de la historia les hacen a quienes nos representan electoralmente, pero la militancia del peronismo es sin beneficio de inventario.
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Hoy siento que su partida les deja a los máximos líderes institucionales el compromiso de ser síntesis: convertir los aciertos en prácticas para el bien de la Nación y aprender de los errores para no volver a cometerlos. El actual Presidente Alberto Fernández cabalga sobre ello, tratando de conducir las contradicciones propias del peronismo hoy expresado en una coalición política moderna, que intenta adquirir una visión más circular de sí mismo.
Si somos honestos intelectualmente, y tenemos el coraje de decir lo que la originalidad de nuestros sentimientos nos dictan con lealtad en el análisis del procedimiento histórico, su partida no habrá sido en vano, y será una oportunidad más para unir al país en la autodeterminación de un futuro donde el único condicionante sea la felicidad de nuestro pueblo.
Descanse en paz, Presidente.
(*) Ex presidente de la Cámara de Diputados de la Nación (2011-2015)