OPINIóN
Elecciones II

El relativo “triunfo” del Gobierno

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Preparados. Algunos, como Cúneo Libarona y Werthein, adelantaban renuncias. | cedoc

Así planteó Milei la elección: las ideas de la libertad contra el comunismo, todo o nada. Se trató, entonces, de un plebiscito a favor o en contra de su gobierno. Y ganó. De los tres escenarios posibles, salió el mejor: diez puntos de ventaja sobre el peronismo, más de quince frente al sello Fuerza Patria, sí, pero también la paliza a los gobernadores que habían amagado con una rebelión de cierto alcance. Mejor, hasta se llevó la perla mayor de la corona, la provincia de Buenos Aires. El golpe sonó más fuerte porque la posibilidad de un resultado como este era considerada remota hasta por el mismo Milei y su entorno, que se contentaban con muchísimo menos. La sorpresa fue mayúscula, en especial para aquellos que ya se probaban trajes ajenos (Caputo, el joven, el de Francos; Schiaretti y Villarruel, el de Milei; Melconian, el de Caputo, el viejo; Macri, el de varios ministros, a repartir entre los suyos) o adelantaban renuncias para no resultar chivos expiatorios (Cúneo Libarona, Werthein). Ni hablar para quienes pensaban, como la dirección peronista, que alcanzaba con solo hacer la plancha. No extraña, entonces, que todos ellos vivan el episodio de un modo muy deprimente, en el que no se ve ninguna salida. Una mirada más atenta revela un escenario muy distinto.

Repetimos: no fue una elección “de medio término”. Fue una elección presidencial. Se jugaba la continuidad del Gobierno. Hay que comparar los resultados, entonces, con la última elección presidencial. En aquel octubre de 2023, Milei se consagró ganador con el 55,65%, totalizando 14 millones y medio de votos. La participación alcanzó al 76%. En este octubre de 2025, Milei revalida sus pergaminos con el 40%, correspondiente a unos 9,3 millones de votos, en la elección con menor afluencia de votantes del 83 para acá, apenas el 68%. Descontando votos blancos y nulos (1.200.000) y la menor participación, ese 40% se transforma en poco más del 30%. Lo más destacado es que, entre ambos octubres, Milei perdió 5 millones de voluntades. Si ganó es porque enfrente no tiene a nadie, sigue siendo un rey del desierto.

Por otra parte, como corrobora un estudio de la UCA, se reprodujo a nivel nacional lo que sucedió en CABA: el Gobierno perdió su componente más original, aquello que había aportado al adocenado antiperonismo de Juntos por el Cambio. En efecto, lo que Milei arrastró como propio fue la movilización del electorado obrero joven, atraído por un candidato contestatario. Ahora, lo que nutre al libertario es lo que en su momento elevó a la coalición hoy desaparecida. Como dijimos luego de la victoria de Adorni, perdieron Macri y LLA y ganaron el PRO y Milei. Este doble resultado de las elecciones del pasado domingo debe sumarse a la continuidad de los problemas económicos que el Gobierno viene arrastrando desde el inicio y que se sintetizan en un plan que no funciona.

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Visto desde esta perspectiva, entonces, la conclusión es otra: hay una enorme masa de decepcionados de Milei, pero también del kirchnerismo y de la izquierda tradicional, a la que nadie ve como alternativa real. Cerca del 40% de la población está esperando otra cosa. Una masa que podría estirarse hasta la mitad, si se suma a los que, cansinamente y por no volver a ver al peronismo festejar, se decidieron a agregarse a las filas “cívicas” a último momento. Se entiende que quienes representan el pasado (peronistas, radicales, kirchneristas, trotskistas, republicanos ñoños y liberales no libertarios) sientan que se acaba el mundo. Milei los jubiló. Para quienes queremos construir otra cosa, para quienes rechazamos una Argentina pastoril con un poco de cobre y petróleo, es decir, donde sobran 20 millones de compatriotas, para quienes apostamos por un desarrollismo social, dinámico, eficiente, algo así como la suma de Corea del Sur más Suecia, este momento es inmejorable. En este último sentido, se plantea, de verdad, “ellos o nosotros”.

*Director Ceics.