Desde la Unión Europea hasta el Banco de Desarrollo de América Latina, pasando por Organismos de las Naciones Unidas hasta instituciones del tercer sector, la cooperación internacional luego de la pandemia presenta un escenario donde la Argentina no queda afuera.
Roma: En Italia se reabren los negocios y se reactiva poco a poco la producción, las industrias claves como el turismo y los servicios básicos como la educación. En ese contexto, los gobiernos europeos que también transitan la reapertura, han fijado una agenda prioritaria para la atención de la crisis económica y social desatada por el Coronavirus y las respectivas cuarentenas y confinamientos.
La cooperación internacional no pasa desapercibida ante esta situación, por el contrario, se vuelve un actor clave en el presente y futuro próximo. La cooperación europea puso en marcha meses atrás líneas de financiamiento no reembolsable para países de sudamérica como Brasil y Argentina.
Estas líneas en materia de derechos humanos y el fortalecimiento de las instituciones de la sociedad civil, en total sumaron más de 6 millones de euros previstos para la contribución. En ambas convocatorias, difundidas en el país a través de la Delegación de la UE los objetivos incluían preponderar acciones que tengan como objetivo hacer frente a las consecuencias que el COVID-19 trajo en materia económica y social.
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Pero no hablamos sólo de Europa. La Organización de Estados Iberoamericanos para la ciencia, la educación y la cultura (OEI) generó un soporte de recursos para el Ministerio de Educación argentino. Entre las asistencias también se encontraron recursos financieros (un millón de pesos) que permitieron fortalecer la plataforma “Seguimos educando”. La OEI, que tiene su representación en Buenos Aires, se sumó a varias entidades nacionales desde la cooperación técnica para dar apoyo además a los Ministerios de Cultura y el Fondo Nacional de las Artes así como a universidades y centros de formación profesional.
En materia cultural por ejemplo la Secretaría General Iberoamericana junto a la Agencia de Cooperación Española tienen abierta las propuestas de asistencia financiera para archivos de instituciones públicas y del tercer sector. Esta propuesta enmarcada en el programa IBERARCHIVOS pone a disposición hasta diez mil euros por proyecto que busque el fortalecimiento y conservación del patrimonio cultural que, según también sus bases publicadas, fueron afectados por la pandemia y su crisis mundial.
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Pero también durante los meses iniciales de la pandemia y el confinamiento se pudo observar cómo el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y otras agencias de las Naciones Unidas extendieron su ayuda para enfrentar la situación. Todas ellas activaron recursos de todo tipo para generar fuerza a la embestida sanitaria mundial.
El tercer sector también estuvo y está presente. El Estado Vaticano a través de la Secretaría General de la Caritas Internacional puso a disposición convocatorias para el acompañamiento de proyectos sociales locales. En este contexto, recordemos que el Papa Francisco -en Italia- también destinó más de un millón de euros al fondo de trabajo social de la Caritas romana, además de la compra de respiradores que fueron distribuidos en las zonas más graves del globo.
La Organización de Estados Iberoamericanos para la ciencia, la educación y la cultura (OEI) generó un soporte de recursos para el Ministerio de Educación argentino.
Fundaciones como MADRE en New York, o la Fundación Interamericana con sede en México, tienen abiertas convocatorias que ascienden por ejemplo en ésta última a los USD 40 mil para el sostenimiento de áreas sociales de emergencia en todos los países de latinoamérica.
Ya sea para el fortalecimiento de la democracia, la seguridad virtual, el empoderamiento de las mujeres, la lucha contra la violencia de género, y el desarrollo medioambiental sostenible, todo tiene desde este año una transversalidad para el soporte de la crisis post pandemia. Estas líneas, entre otras que también existen en otros ámbitos, forman parte de una oferta amplísima que se está gestando en estos meses.
Aunque no hablemos de cooperación sino de préstamos para el desarrollo, tanto el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID) como el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) pusieron en marcha asistencias financieras en el marco de la crisis. El Directorio de CAF , por ejemplo, aprobó un crédito por hasta USD 300 millones, en favor de la República de Argentina, para apoyar el Plan Nacional Argentina contra el Hambre, cuyo propósito apunta a mitigar los efectos de pobreza y vulnerabilidad de niños y niñas en riesgo social y sanitario, situación que está viendo seriamente agravada como consecuencia de la pandemia del COVID-19. Esto sumado a una donación de USD 400.000 destinados a solventar la compra de insumos sanitarios y un préstamo de USD 40 millones para el financiamiento parcial del Programa de Apoyo a la Asistencia Provincial en la Emergencia se aproxima a un total de casi 900 millones de USD por parte de la CAF para la Argentina. Mientras que el BID tiene en implementación más de USD 400 millones para el fortalecimiento en materia de salud y desarrollo social en el país.
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Desde este punto, aunque la Agencia de Cooperación Italiana marcó como destinatarios de sus convocatorias en américa latina a Bolivia, Cuba y El Salvador, Italia por medio de su Embajada en Buenos Aires sostiene varias líneas de cooperación. Una de ellas (PROSEPU II) apunta al abastecimiento de equipamiento sanitario y asciende a una asistencia financiera de 40 millones de euros.
Según un sondeo llevado en Italia por la Universitá degli Studi di Perugia el 90 por ciento del financiamiento para la cooperación en todos los sectores modificaron sus objetivos de acceso orientando los recursos al mundo de la postpandemia. Esto significa que cada fondo, agencia, organismo internacional, e institución del tercer sector, apuntaron sus misiones con la mirada transversal que implica la puesta en marcha global.
Los países más desarrollados fortalecieron sus trayectos de cooperación internacional incluso entre ellos. Es decir la cooperación no es un concepto donde el más rico le aporta al más pobre como se lo puede concebir en un imaginario medio. Todo lo contrario, es una vía para el trabajo mancomunado en pos del desarrollo. La Unión Europea, retomando el ejemplo, presentará en las próximas semanas sus líneas de cooperación planificadas al 2027 para los integrantes del bloque comunitario. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), en la cual Argentina sigue buscando su lugar, hará lo suyo también.
Será un elemento vital para los próximos años el ejercicio de la cooperación internacional entre naciones. La clave de este período pasa también por eso: por encontrar recursos que sirvan de soporte para la reactivación pero también para el desarrollo sustentable y sostenible. Para lograr el máximo de posibilidades la Argentina deberá también afrontar una deuda institucional que tiene: la de fortalecer equipos para la cooperación en el país y el exterior, y en la gran mayoría de gobiernos locales, crearlos.
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El G20 a partir del próximo 1 de diciembre será presidido por Italia, sin duda una de las naciones más golpeadas en este año por el COVID-19 y también una de los países testigo real de que la cooperación internacional sirve y mucho para afrontar realidades. Entre los ejes no se escapará esta agenda permanente, recursos que pueden ser, como lo fueron en este año, de gran ayuda estratégica para la Argentina.
* Especialista en cooperación internacional.