Solo hace pocos días gran parte de la población argentina se enteró de la existencia del llamado Fentanilo, el opioide causante de las muertes de jóvenes que habían consumido cocaína mezclada con este aditivo. Lo cierto es que la primera luz de alerta sobre este fármaco sintético ya se había encendido meses antes en otros países.
En 2021, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos reportó que de las 100.000 personas que murieron por sobredosis entre mayo de 2020 hasta abril de 2021, 75.000 tuvieron como causa el consumo de Fentanilo. Si revisáramos en años anteriores, seguramente nos sorprenderíamos del daño que ya ha causado.
El 21 de marzo de 2017, una audiencia en el Congreso norteamericano titulada “Fentanilo: la nueva ola de la crisis del opio” alertó sobre los problemas que hoy vivenciamos en nuestro país. Teniendo en cuenta entonces que el fenómeno ya había sido detectado años atrás, resulta imposible comprender lo ocurrido en la Argentina como un mero hecho aislado y aleatorio. Es necesario el contexto para dotarlo de sentido, y solo podemos reconstruir aquel si miramos los grandes procesos socio culturales y políticos internacionales de los últimos años.
Narcotráfico: ¿es la droga la culpable de todo?
En primer lugar, la cultura occidental contemporánea se ha transformado en una cultura de la inmediatez. Esto no solo aplica a la accesibilidad a la información, sino fundamentalmente a la urgencia por suplir la necesidad de placer. Las condiciones de vida del individuo en sociedad se han vuelto cada vez más opresivas, especialmente en grandes urbes. Pocos son aquellos que están satisfechos con su trabajo, sueldo, lugar de residencia, horarios, y momentos de ocio; por lo tanto, el placer es un bien escaso para el que no tenemos tiempo.
La cultura de la inmediatez condiciona nuestros patrones de consumo. Buscamos aquello que tiene efecto más rápido, sea un calmante para el dolor o un celular de mayor velocidad. Sucede lo mismo con los estupefacientes, se quiere que actúen más rápido y su impacto sea más potente. Es justamente esto lo que hace el Fentanilo cuando se lo adhiere a la cocaína; incrementa su potencia y velocidad en que llega al cerebro. Como consecuencia, se vuelve altamente adictivo, atando de manera casi indisoluble al vendedor y consumidor.
En segundo lugar, los cambios en los patrones de consumo producen modificaciones en las instancias de producción y distribución de estupefacientes. Hace ya varios años, se observa un incremento gradual del consumo de drogas sintéticas. Así como en los años 80´s los ojos de las agencias de seguridad estaban puestos en Colombia, hoy la mirada se dirige hacia China y México. El primero, como país donde se alojan los laboratorios; el segundo, como sitio donde se encuentran los carteles de distribución. Debido a cuestiones de política internacional, el control y vigilancia de ambas etapas se ha tornado extremadamente dificultosa. Como consecuencia, la coordinación estratégica y operativa están fallando en abordar de manera adecuada el problema.
Tercero, debido a la falta de información por la poca divulgación que se le ha dado al hoy llamado “fenómeno Fentanilo” o su derivado carfentanilo, las medidas de prevención en materia de seguridad y salud pública han sido deficientes en todo el mundo. El resultado es la falta de contabilidad de los decesos a causa de este fármaco, que son probablemente más de los que conocemos. El círculo se vuelve vicioso.
La legalización de las drogas divide opiniones
Sabemos bien que el consumo de estupefacientes es el resultado de una concatenación de procesos que requieren ser tratados de manera interdisciplinaria. También conocemos quienes son los actores involucrados en cada etapa de la mitigación de este flagelo; profesionales de la salud, fuerzas de seguridad, agencias gubernamentales, centros de rehabilitación, etc. Lo que no podemos conocer es aquello sobre lo que nunca hemos leído, visto, u oído. Quizá una advertencia temprana sobre la circulación de Fentanilo en nuestras tierras, hubiese ahorrado sufrimiento de familiares, amigos, y parejas.
El desafío que nos ha arrojado el siglo XXI es el de dotar de sentido aquello a lo que en sí mismo parece no tenerlo. El sinsentido es consecuencia del progresivo deterioro de los vínculos del individuo con su comunidad, de los Estados con la comunidad internacional. Este ensimismamiento intelectual que sufrimos, que tiene como síntoma más visible el desinterés por otro humano, nos impide la comprensión cabal de los fenómenos que nos rodean y aquejan. Es necesario entonces el contexto, no solo como información sino fundamentalmente como trasfondo.
Solo podemos entender el fenómeno Fentanilo si estamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, como sujetos inmersos en una cultura global en la cual el individuo necesita satisfacer su necesidad de satisfacción de la manera más rápida posible. El problema está delante nuestro, lo que se necesita es la voluntad persistente de darle tratamiento.
* Prof. Lic. Federico G. Dall’Ongaro.