OPINIóN
Respuesta

Polémica: "Durán Barba culpa de las rebeliones al Guasón y no a los gobiernos"

Gabriel Solano, dirigente del PO, le responde al consultor ecuatoriano sobre los motivos del estallido social en Colombia y antes en Chile.

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Piedras. El gobierno insiste en considerar como “terroristas urbanos” a quienes protestan. | DPA

Durán Barba tituló una columna publicada en este diario el pasado 8 de mayo de un modo provocador: “No es Marx, es el Guasón”. La columna estuvo dedicada a analizar la situación de América Latina y en particular el significado político e ideológico de las rebeliones populares que recorren el continente, como es el caso ahora de Colombia, que se encuentra sacudida por una gigantesca irrupción popular que ya lleva varios días. Correctamente, el autor de la nota coloca a la gesta del pueblo colombiano en el contexto de la situación más general que viven los países de la región. Por eso lejos de un hecho aislado, afirma que debe analizarse como parte de un fenómeno más general que abarca la rebelión del pueblo chileno, ecuatoriano, entre otros.

El título sintetiza la conclusión de Durán Barba: las rebeliones que vemos en el continente no tienen un contenido definido sino que “la gente se moviliza de manera anárquica, motivada por diversas pulsiones que es necesario estudiar y entender. Las sociedades interconectadas son un polvorín que puede estallar en cualquier momento, por cualquier causa”. La indeterminación de su análisis es exasperante y conduce a contradicciones flagrantes del propio analista. Los gobiernos que están siendo jaqueados por las rebeliones populares Durán Barba los califica como exitosos, lo cual es un contrasentido flagrante. El analista ecuatoriano va todavía más allá y no duda en afirmar que tanto Duque en Colombia como Piñera en Chile son grandes gobernantes que produjeron transformaciones positivas en sus países. ¿Pero si es así, entonces por qué se producen rebeliones de esta magnitud? En ausencia de una respuesta coherente, el politólogo ecuatoriano prefiere descalificar a los pueblos, presentándolos como hordas anárquicas guiadas por pulsiones inconscientes. Así las cosas, los gobiernos serían víctimas de sus pueblos y no al revés. Ese mismo libreto lo acaba de repetir su coterráneo Lenin Moreno, ex presidente de Ecuador, quien en un cónclave en Miami lamentó no “tener un mejor pueblo”.

Rebelión en las trincheras

El método de Durán Barba lo lleva a poner un signo igual a rebeliones de distinto carácter, que muchas veces son directamente opuestas. La toma del Capitolio por grupos fascistas pro-Trump es equiparada a la rebelión del pueblo colombiano, que enfrenta a un régimen que fue apoyado hasta el final por el magnate que estuvo a cargo de la Casa Blanca hasta hace pocos meses. Desde un punto de vista metodológico, Durán Barba comete el error de borrar las fronteras de clase de cada movimiento para presentar las acciones de masas como “amontonamientos de personas que concurren por distintos motivos, a los que se unen anarquistas, despistados, delincuentes…”. Tal conclusión solo se puede llegar ignorando los procesos concretos. Confundir la Asamblea de Cali, que vota un programa de rechazo a la reforma laboral, previsional e impositiva, con la ocupación fascista del Capitolio carece de todo rigor científico.

Lo mismo ocurre cuando Durán Barba pasa a analizar los últimos sucesos de América Latina. Llamativamente prodiga elogios infundados a los gobiernos que están siendo asediados por las rebeliones populares. El caso de Colombia es paradigmático. Mientras para él los gobiernos de derecha en Colombia son un ejemplo de desarrollo del país, de mejora de las condiciones de vida de su pueblo y de respeto a los derechos los humanos, un análisis de la realidad prueba exactamente lo contrario. Colombia tiene un crecimiento de la pobreza significativo, que supera el 42% de su población. Se trata de cifras casi calcadas de las que tenemos en la Argentina "populista". La desocupación llega al 17%, una cifra más alta que en nuestro país. La violación de los derechos humanos directamente es política de estado. Colombia ha sido calificada como el país donde es más riesgoso ser militante sindical. Según la ONU desde que se firmó el Acuerdo de Paz con la FARC fueron asesinados al menos 600 dirigentes sindicales. Esto redundó en que la tasa de afiliación sea la más baja del continente –un 4% contra un 35% en la Argentina. El gobierno de Duque agravó el quebranto del estado. El déficit fiscal podría ascender al 8.6%, al peor performance en medio siglo. Justamente la reforma impositiva que desató la actual rebelión era el intento por parte del gobierno de incrementar la recaudación para achicar ese agujero gigantesco. Pero la forma de hacerlo era descargar un impuestazo sobre las espaldas del pueblo. Del total que se estimaba recaudar, el 87% iba a provenir de impuestos a los trabajadores.

¿Existen "la sociedad" y "el pueblo"? La trampa de las totalidades individuales

Con sus particularidades, una situación similar se vive en Chile. Para Durán Barba el hecho de que el actual ciclo de movilizaciones haya sido desatado por el intento de aumentar el precio del boleto del metro solo prueba el carácter anárquico de gesta en marcha. Su razonamiento es que estamos ante nimiedades que desatan tormentas, y que por lo tanto no pueden invocarse las primeras para explicar las segundas. Pero este razonamiento omite que Chile viene recorriendo desde hace años un ciclo de movilizaciones, que abarcaron la lucha contra la privatización de las educación, de las jubilaciones, la defensa de los convenios colectivos de trabajo, los derechos de las mujeres y, desde ya, la denuncia de la prepotencia y represión policial. El parlamento chileno y la Corte Suprema acaban de autorizar que los trabajadores realicen el tercer retiro de las llamadas cajas jubilatorias privadas, o sea, que enfrentan la miseria actual consumiendo los ahorros acumulados. Para que una chispa encienda una pradera es necesario que la pradera esté predispuesta para ello. Es lo que sucede en toda América Latina ante el crecimiento de la pobreza, la indigencia, la desocupación, la desigualdad, la falta de acceso a la tierra, el saqueo ambiental, etc. etc.

La pandemia agravó sensiblemente esta situación. Los países del continente recogen los peores índices de desempeño ante el Covid, tanto de contagios como de mortalidad. La situación es similar en los países gobernados por la derecha o por las fuerzas llamadas "populistas". La alternancia entre unas y otras muestra la comunidad de intereses entre ellas y por sobre todas las cosas el fracaso para sacar a América Latina del atraso y la dependencia.

Marx, capitalismo y modelo chino

Durán Barba pretende explicar las rebeliones como un resultado del descontento popular. De ahí la invocación a la figura del Guasón. Pero salta a la vista que se trata de una respuesta insatisfactoria. Decir que una rebelión es resultado de un descontento es una obviedad. Dicho de otro modo, no agrega ni explica nada. Lo que corresponde preguntarse es el porqué de ese descontento, cuáles son sus causas últimas, cómo se traduce concretamente en términos de reivindicaciones y reclamos y que movimiento social se va articulando como fuerza motriz de la esa rebelión. Responder estas preguntas requiere una indagación que elude el texto de marras. Y es ahí donde la invocación al Guasón debe ser reemplazada por la figura de Marx. Durán Barba reconoce que impera un “rechazo al sistema”. Pero el único sistema vigente es el sistema capitalista. Y es ese sistema el que produce un incremento de la pobreza, la indigencia, la privatización de la salud y la educación, la destrucción ambiental y todos los agravios que motorizan las rebeliones en curso.

Para sostener su tesis Durán Barba podrá afirmar que quienes protagonizan esas rebeliones no lo hacen siguiendo una ideología socialista ni que tampoco son guiados o dirigidos por una organización fundada en ese programa. Es cierto. Pero esa constatación no alcanza para anular el alcance anticapitalista de esos movimientos, que está dado por el hecho de que chocan directamente contra la política capitalista aplicada por todos los gobiernos de la región y auspiciada por los centros capitalistas, sean el FMI, el Banco Mundial, la OCDE o los principales estados imperialistas. La conciencia o la subjetividad de los pueblos suele ir a la zaga de los acontecimientos que protagonizan. La relación entre la acción y la conciencia de la acción suele ser contradictoria y no evoluciona acompasadamente. La conciencia se forma y evoluciona a partir de la propia lucha y la experiencia que se recoge en ella, y depende de la capacidad de las distintas clases sociales y fuerzas políticas intervinientes. Marx descubrió esta dialéctica entre existencia y conciencia desde sus primeros trabajos políticos y filosóficos. Pero no lo hizo desde la pasividad, sino que impulsó la creación de partidos comunistas para que dotar a la clase obrera de una conciencia de su propia situación.

Las rebeliones que recorren a América Latina son el resultado de la reacción de los pueblos al intento de descargar la crisis capitalista sobre sus espaldas. Esta crisis abarca la propia pandemia, que tiene una dimensión histórica y social  antes que epidemiológica, dada por la destrucción ambiental que el capital somete a la humanidad. La crisis sistémica, que es la partera de los guasones, tiene como única alternativa el socialismo. Llegado a este punto el Guasón, si quiere triunfar, necesita urgentemente de Marx.

 

* Gabriel Solano. Dirigente del Partido Obrero. Legislador Porteño por el Frente de Izquierda.