OPINIóN
A 27 AÑOS

AMIA: "Atentado a la dignidad humana en Argentina"

Debemos formatear un nuevo mundo. Un mundo donde no se desprecie a nadie por pensar o ser distinto. Erradicar las ideologías que solo se dan derechos a sí mismos y piensan que los que no son como ellos deben perecer.

Atentado AMIA
Atentado AMIA | Cedoc

El atentado

El 18 de julio de 1994, estaba hablando por teléfono donde servía como rabino en la sinagoga Yesod Hadat, de la calle Lavalle y Azcuénaga, en la ciudad de Buenos Aires.

De golpe, el llamado se cortó, la silla vibró y se escuchó que se rompía el vidrio de una ventana. Pensé que había explotado el tablero de luz que se encontraba detrás de mi despacho.

Salí a la calle. Enseguida nos enteramos de lo que había ocurrido: había explotado un edificio, a pocos metros de donde yo estaba. Se trataba de una institución judía dedicada principalmente a los sepelios de parte de la comunidad judía, bolsa de trabajo y servicio social: la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

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La calle estaba cubierta de un polvo grueso que caía por los aires. Y allí, debajo de ese polvo, éramos decenas de personas desencajadas, tratando de entender y ayudar, sin saber bien cómo. La primera persona que reconocí fue mi padre -que en paz descanse- que se tapaba la cabeza como si acaso fuera posible evitar que el denso polvo lo cubriera.

Luego encontré a una mujer que conocía. Lloraba, buscaba desesperadamente a su hijo, que había ido a la institución detonada a pagar una cuota del sepelio del padre. Intenté calmarla, la acompañé a un negocio, que para entonces, como todos los otros negocios de la zona, había dejado de trabajar. Le di un vaso de agua mientras trataba de conseguir información. Yo conocía a su hijo. Habíamos sido compañeros. Era un joven excelente, dedicado, respetuoso y amable. Estaba casado y tenía hijos. Al cabo de unas horas nos enteramos de que había fallecido en la explosión.

Esa fue mi vivencia el día del atentado. Luego llegó más información. Se supo que la explosión había sido causada por un comando suicida por medio de un coche bomba enviado por una organización terrorista. 85 personas murieron y hubo cientos de heridos.

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El atentado golpeó a las víctimas, a sus familias y amigos, pero también a toda la comunidad judía local y mundial, y por supuesto a toda toda la sociedad argentina y a la humanidad.

 

¿Cómo algunos humanos pueden llegar tan bajo?

¿Cómo es posible que todavía algunos humanos asesinen, ya sea por ideas, poder, dinero, tierras o lo que sea?

No hace falta ser sabio para entender la gravedad del asesinato. Tampoco hace falta ser piadoso o santo.

No obstante, para aquellos que no controlan sus pasiones emocionales y carecen de sentido común o para los que su exaltación religiosa, en lugar de hacerlos nobles, los hace más agresivos, las Sagradas Escrituras son claras: matar es el más grave de los pecados.

Caín asesinó a su hermano Abel porque tenía diferencias con él, y fue condenado por Dios por ello. Fue el primer crimen contra el prójimo relatado en la Biblia. No es una mera crónica histórica, es una enseñanza para la posteridad. El mensaje es contundente: somos todos iguales y debemos respetarnos en nuestra individualidad.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI tengamos que explayarnos sobre la gravedad del asesinato?

 

Atentado AMIA
El 8 de julio de 1994 se realizó el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

 

 

La maldad no nace, se hace

Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7:29).

Nadie nace asesino y nadie se hace asesino de un día para el otro.

Los delitos que cometen los humanos van desarrollándose de a poco. Nadie espontáneamente desea asesinar. Se empieza ofendiendo al que nos incomoda, luego se lo humilla, se lo insulta y discrimina, hasta agredir su conciencia y su cuerpo.

De a poco, se va generando dentro de la mente del agresor una visión degradada del otro. El odio va creando excusas en la mente del agresor que lo lleva a justificar cualquier acción en su contra. Va gestando una conciencia desvirtuada que no genera culpa ante la agresión de otro. El prójimo se transforma en el enemigo, el ser humano en un objeto inerte. 

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El versículo Bíblico que da cuenta sobre el asesinato de Caín posee una interesante revelación:

“Y habló Caín a su hermano Abel; y... Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (Génesis 4:8). La Biblia destaca: “y habló”, ¿de qué habló? ¿Qué le dijo Caín a Abel?

Antes de matarlo, lo agredió con palabras, lo ofendió. Eso generó el contexto psicológico interior para deshumanizarlo y así tener la osadía de asesinarlo.

Caín no estaba programado para matar, pero él cambió su programación deshumanizando a su hermano, al ofenderlo, a causa de la envidia que sentía hacía él y así llegó a matarlo.

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¿Qué deberíamos hacer?

Son varias las acciones que se deben tomar ante estos crímenes, como hacer justicia, para dejar en claro que ningún culpable queda impune. Pero no alcanza. De hecho, es muy probable que a los asesinos no les importe morir o ser condenados. Además, la justicia está solo en manos de unos pocos que pueden ser corrompidos o errar en su visión.

Por ello, me parece que debemos hacer hincapié en una acción de raíz y que está en manos de todos.

No solo hay que combatir la consecuencia, hay que combatir la causa.

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La falta de respeto y la ofensa, la humillación, la discriminación o la burla al que piensa o es distinto es la causa raigal de estas manifestaciones atroces.

Es vital encarar la prevención de la ofensa, de la humillación al prójimo, de la discriminación y la intolerancia por medio de educación, leyes y políticas concretas.

Debemos formatear un nuevo mundo. Un mundo donde no se desprecie a nadie por pensar o ser distinto. Erradicar las ideologías que solo se dan derechos a sí mismos y piensan que los que no son como ellos deben perecer.

Si se quiere convencer a los demás de determinadas ideas, se debe dialogar, argumentar y explicar. Cuando se empieza a ridiculizar al oponente ideológico, se siembran las semillas de la destrucción.

Promovamos el espíritu del pluralismo para que las nuevas generaciones nazcan en un entorno de amor donde - aceptando la diversidad - la paz sea la única política y el único grupo sea la humanidad

 

 

* Gran Rabino Isaac Sacca.