Queda claro que el título refleja la grieta actual en la argentina. Es una diferencia de visiones políticas –teórico y práctica- que muestra en oposición valores como: prudencia vs. parálisis, responsabilidad vs. control, pero por sobre todo deja en evidencia la propias culturas políticas desde la cual cada sector social se imagina y proyecta la vida individual y el agregado social en su dimensión dinámica o vivencial.
La libertad entonces queda entramada en visiones totalmente distintas: una cree en la libertad individual y otra cree en el ordenamiento de la libertad social. Esa diferencia nos enmarca en dos diseños de políticas públicas y efectos sobre los agregados sociales que determinan de modo ineludible el presente y el futuro común anteponiéndose valores y prácticas que se expresan en medios y de a poco en las calles: en aumento en la agenda pública y en pugna.
Por un lado, los exponentes del Distanciamiento Social expresan: “Así se destruye lo poco que queda de la decadente economía argentina”, “volvieron por todo y quieren una dictadura con la excusa del coronavirus”, “quieren tener la cuarentena más larga del mundo” y hasta “van a morir más personas por culpa de la cuarentena que del Covid-19”.
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En cambio, los exponente del Aislamiento Social expresan, y para ellos citan números, expresando que: las principales potencias del mundo en los próximos días tendrán aproximadamente unos 50.000 mil muertos más. Estos datos actúan de modo intimidante e interpelan a los gobernantes y ciudadanos que alientan o que quieren seguir procesos de aperturas para salvar la crisis del mercado de trabajo y el nivel de producción económica.
En este escenario, de visiones bien diferenciadas, el último capítulo que lo confirma lo vivimos el sábado de marchas anti cuarentena y el sábado anterior con la conferencia del presidente Alberto Fernández, quien sin querer queriendo diría Freud, tuvo tres lapsus. Además del obvio -Skanska- que fue tendencia en las redes aquí nos importa principalmente que haya enunciado al menos dos veces que en la zona del AMBA, zona de mayor preocupación sanitaria actual, era una zona de: conflicto.
Sin querer entonces, reconocía que además de ser una zona bajo creciente problemática sanitaria dejaba en claro que era una zona de conflictividad política en donde se evidencian estas visiones que escalan en pugna y que los dirigentes, por ahora, corporizan institucionalmente dicho conflicto, es decir, que de algún modo aún logran regularlo para que no estalle.
Esto último, queda cada vez más en evidencia, dado que distintos sectores sociales con altos grados de descontento buscan hacerse un lugar en la agenda pública con sus reclamos por medios de comunicación, las redes, ir a las principales plazas de ciudades o incluso clásicos puntos de encuentro como el obelisco, ante la imposibilidad de subsistir y de desarrollar su estrategia y estilo de vida.
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En este sentido, la conferencia del Presidente, permitió ver que con sus enojos ante preguntas periodísticas incisivas y el estilo combativo del discurso del gobernador de la provincia de Buenos Aires, ambos recaían en un ahondamiento de la agonalidad con la tendencia a monologar respecto sobre: 1- cómo debe entenderse la cuarentena, 2 - cómo está debidamente justificada – aunque los datos del slide hayan sido erróneos-, y 3 - cómo hay una verdad sobre sus beneficios, cuestión que por el momento está clausurada a la construcción deliberativa y comunitaria.
Pareciera ser entonces que la verdad sobre la cuarentena tiene hoy un estado perfectamente delimitado, por momentos en estado defensivo, unívoco, unidireccional, y hasta regresivo en términos de diversidad por el omnipresente sustento científico. En pocas palabras, la ciencia sanitaria obtura la diversidad de aportes de la filosofía, sociología, psicología, entre otras perspectivas que colaborarían en la construcción de la solución pública sostenible en el tiempo.
Por esto, el espacio de la discusión abierta en la esfera pública hoy está en buena medida teñida de una refeudalización por una postura política que antepone un relato sanitarista, rígido, que enarbola el caso Formosa, para querer ubicarse por sobre grietas anteriores pero a la que le surgió inevitablemente una nueva grieta -por la simple razón que hay ciudades más heterogéneas y con más capital social- como es la de los: Distanciamiento Social vs Aislacionistas Sociales.
Y el correlato a estas tendencias políticas pro estatistas o pro individualistas nos muestra como la idea de gobierno y administración comienzan a quedar nuevamente en riesgo por fallas dirigenciales o déficit de idoneidad, pero también es claro que el diseño del gobierno federal es realmente lento para reaccionar y llevar soluciones y cuando lo ejecuta lo realiza a un costo altísimo, deficitario, en términos de:
1- Presupuesto irreal, sin moneda fuerte, de imposible proyección,
2- Necesidad de reglamentar actividades para mayor previsión en políticas estatales,
3- Potencialidad de atentar contra derechos cívicos en plataformas y aplicaciones móviles,
4- Incapacidad de administración efectiva de información masiva y afectiva de comunicación pública.
La solución entonces no pasa solamente por ver si una visión agonal se antepone a la otra sino que también, por sobre todas las cosas, debemos en el largo plazo pensar un rediseño de instituciones que considere mayores instancias de gobernanza de proximidad u horizontalidad, en detrimento de gobiernos jerárquicos o reglamentarios tributarios del siglo pasado. Es decir, más gobernanza u horizontalidad deliberativa y administrativa y menos presidencialismo lejano como faro para las políticas públicas.
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En este sentido, la gobernanza publica nos trae renovados aires de republicanismo local pero además innovaciones en materia de gestión, gracias a la tecnología, pero a la cual también le falta adecuaciones legislativas para que puedan ser parte del Estado de Derechos y el plexo Constitucional vigente. Caso: Cuidar.
Por todo lo anterior, la oposición Distanciamiento Social vs Aislacionista Sociales configura un momento en la historia política argentina. Pero lo que no puede ser sólo un momento en la agenda pública argentina del 2020 es la necesidad de reforma y modernización de la administración nacional y local tendiente a transformarse en una gestión de proximidad que facilite respuestas focalizadas, no universales o generalistas que afecte a todos por igual, que no sean políticas equitativas con una ética de la responsabilidad como sostén.
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Para esto, es clave el control ciudadano para que gracias -en una parte al menos- a herramientas como: Una nueva Ley de Ética Pública, la posibilidad de tener presupuesto participativo, más audiencias públicas, iniciativas ciudadanas o instancias de co-creación de las políticas públicas, disminuya el gasto y así también la posibilidad de disyuntivas o agonalidades que sólo tengan incentivos a escalar en posiciones extremándose discursos no habiendo instituciones mediadoras que faciliten la gestión de conflictos que bajen la conflictividad. Esta es parte de una agenda de reformas pos pandemia sin lugar a dudas.
Finalmente, desde una perspectiva de análisis de los asuntos públicos, podríamos decir que, sólo de este modo -como dirían los centennials- los ocasionales #TeamDistanciamiento vs. #TeamAislacionista y los futuras dicotomías sociales pos pandemia no nos llevarán a una mayor conflictividad y crisis sino a una necesaria distensión para administrar estos contextos complejos de gestión excepcional y riesgo con verdades construidas a partir de instituciones de gobernanza que recepten la diversidad de relatos o versiones, presupuestos ajustados a objetivos y metas transparentes, como también, comunicaciones de políticos –no triunfalistas- sino prudentes y afectivas, que colaboren en la construcción de políticas públicas focalizadas con horizontes de futuros que imaginen soluciones dirigenciales verdaderamente inclusivas, no extractivas, minoritarias o radicalizadas.