Outsider: “denominación que se le atribuye a los distintos actores que se acercan a la arena política desde ámbitos ajenos, como el mundo deportivo y/o corporativo, logrando mimetizarse rápidamente con el sistema”.
La demanda de una categorización a sus actores tiene como finalidad poder presentarlos ante la sociedad como alternativas a futuros cargos legislativos y/o ejecutivos.
Javier Milei, economista con profundas ideas libertarias, construyó una narrativa en torno a su figura asociada a ideología, rebeldía, y su principal característica “anti sistema”.
Su perfil político tomó notoriedad pública a través de sus apariciones mediáticas y la caracterización de un personaje que despotricaba malicias al sistema etiquetando a este como “la casta”. De esta manera, logró capitalizar a un electorado joven que se encuentra odiado con el sistema político y con los partidos clásicos.
La identificación con este tipo de figuras, sin embargo, no pareciera ser el mejor remedio para subsanar los vacíos electorales en momentos de crisis, los riesgos que esto trae a la sociedad pueden ser muy altos.
Javier Milei, el mejor rival para el frente de Todos
En las elecciones legislativas de 2021, con el 17,03% de los votos, Javier Milei fue electo como Diputado Nacional y así ingresó, como tercera fuerza, al sistema político. Ese día tuve la sensación de que su discurso político iba a tener que tomar otro carril: ese día, el libertario se había convertido en parte del sistema contra el que tanto despotricaba en su slogan, lo que ridiculizaba su retórica.
La flexibilidad de nuestro sistema electoral permite adoptar nuevos actores, y estos tienen dos opciones: o se adaptan al mismo o se van, pero nunca lo cambian. Entonces entendí que Milei no era la excepción, y que su llegada a la Cámara de Diputados no traería ningún cambio en el sistema, ya que su capacidad de gestión legislativa es nula. Simplemente, su rol sería el de representar a una parte de la sociedad que cree en el “antisistema” como figura que contrarresta el poder político actual.
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Recientemente, Cristina Fernández de Kirchner, realizó una “clase magistral” en el Teatro Argentino de La Plata. La expectativa de muchos giraba en torno a un posible anuncio de su candidatura, acto precoz si se tiene en cuenta que el contexto no está preparado aún para este tipo de anuncios.
El discurso de la actual vicepresidenta se centró netamente en personalismo, gestos a Sergio Massa, en invisibilizar a Juntos por el cambio a través de la omisión de menciones referentes a este sector político y una polarización con Javier Milei, muy criticada por la mayoría de los medios.
Parece, entonces, que ante un Juntos por el cambio que pierde centralidad escénica mientras discute candidatos puertas adentro y un Frente de todos que carece de nombres para sus candidaturas, la mejor manera que encuentra la líder del espacio para conquistar al electorado es a través de la polarización con el que más crece en las encuestas pero el más fácil de contrarrestar discursivamente: Javier Milei.
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Si tenemos en cuenta que la polarización tiene como fin tomar distancia del peor enemigo, este acto está dotando de grandeza al rival, en este caso Javier Milei, pero también profundiza la diferenciación.
Por otro lado, el idealismo del que están cargados los mensajes del líder libertario le ha sumado atractivo en tanto le permite empatizar con una sociedad desgastada.
Sin embargo, ninguno de estos mensajes pareciera conducir a la construcción o reestructuración que necesita hoy una Argentina en plena crisis. Ese abismo entre idealismo y realismo provoca que su mito de candidato camine por el filo del fracaso ante un oficialismo que comience a polarizar con una narrativa asociada a la gestión, a los derechos y al consenso.
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Por último, el personalismo de Milei que por un lado revaloriza su figura, por otro lado lo enfrenta con su mayor limitación política: la falta de consenso, elemento que evidencia su ingobernabilidad. El libertario no solo carece de un plan de gobierno acorde a la realidad social argentina, sino que además no posee un equipo de gestión, detalle no menor si tenemos en cuenta que se necesitan más de 3.000 funcionarios para ser parte del gobierno nacional.
Todos estos elementos evidencian la falta de estructura política de Milei como candidato y lo posicionan como el rival más débil si un candidato opositor logra contrarrestar su discursividad abordándolo desde la capacidad de gestión, consenso, derechos y gobernabilidad.
* Licenciado en Relaciones Públicas