¿Cuáles son los riesgos que corren nuestras especies más emblemáticas? Las ballenas francas australes y los delfines que recorren nuestras costas podrían estar enfrentando su mayor amenaza. Según la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, el 66% de la superficie oceánica está siendo afectada por distintas actividades humanas.
Entre ellas están las actividades de exploración y explotación hidrocarburífera en distintas partes del Mar Argentino. Esta actividad tiene dos grandes riesgos: el derrame de petróleo y otras sustancias tóxicas; y la prospección sísmica, ya que todo el ciclo de exploración y explotación introduce ruidos en el mar a niveles y frecuencias muy grandes que tienen efectos negativos en la fauna marina.
El riesgo de derrames de petróleo y la producción de sonidos sísmicos pueden desencadenar un deterioro significativo en el hábitat natural de especies emblemáticas, como la ballena franca austral, delfines y otros cetáceos, que utilizan el sonido para diversas funciones biológicas, tales como la alimentación, la reproducción, la socialización, el reconocimiento de crías, la evaluación del entorno, entre otras.
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Hay varios ejemplos de los daños que esta actividad generó en los ecosistemas. Por ejemplo, en 2022 en las costas de Perú, Repsol fue responsable del vertimiento de 11 mil barriles de crudo, por rotura del ducto de carga y descarga del crudo en el litoral marino.
El Marco Mundial de Biodiversidad, al que la Argentina suscribe, establece que se deben proteger el 30% de los ecosistemas terrestres y costero-marinos y restaurar al menos el 30% de las áreas degradadas"
En 2019, en el noroeste de Brasil, un derrame de petróleo, causado por el hundimiento de un barco petrolero, afectó las costas de 9 estados. En 2010 explotó la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en el Golfo de México, derramando 795 millones de litros de petróleo en el océano Atlántico. Y para dar un ejemplo nacional, en enero de este año, en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, se produjo un derrame por una fuga durante la descarga de crudo en una monoboya.
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Sabemos que los riesgos de contaminación son altísimos, y ante su ocurrencia los impactos ambientales son graves e irreversibles. Y no solo el ambiente marino se ve amenazado, sino también los valores sociales y culturales que las comunidades y la sociedad en general ven asociado al Mar Argentino y sus especies emblemáticas.
En este contexto de pérdida de biodiversidad, se está desarrollando la 16° Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica de la ONU (COP 16), en Cali, Colombia, donde más de 190 países se reunirán para evaluar el progreso hacia los objetivos del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal y las estrategias nacionales que cada país presentó para proteger y salvaguardar los ecosistemas.
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Argentina debe establecer objetivos nacionales claros que vayan en línea con las metas del Marco Mundial de Biodiversidad. La actividad offshore va en contra de los objetivos nacionales e internacionales asumidos por el país. El Marco Mundial de Biodiversidad, al que la Argentina suscribe, establece que se deben proteger el 30% de los ecosistemas terrestres y costero-marinos y restaurar al menos el 30% de las áreas degradadas.
A su vez, Argentina cuenta con la Ley 27.037 que establece el Sistema de Áreas Marinas Protegidas, destinada a proteger y conservar espacios marinos representativos de hábitats y ecosistemas de importancia nacional. Sin embargo, se siguen autorizando proyectos de actividad offshore en el Mar Argentino.
Es fundamental que las estrategias y planes de acción nacionales de nuestro país prevean la transversalidad de la biodiversidad en todas las áreas de acción gubernamentales y que se comprometan con el abandono progresivo de los combustibles fósiles. Debemos dejar de ver a los ecosistemas únicamente como un “recurso estratégico” y entender que es el sistema que sustenta la vida en la Tierra.
* Coordinadora de proyectos en el área de biodiversidad de FARN