OPINIóN
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La era del "soft power" de la inteligencia artificial

La carrera por la IA deja de ser un duopolio y se vuelve multipolar, con actores como DeepSeek demostrando que se puede competir sin capital masivo. El concepto de "IA soberana" gana fuerza, priorizando la autonomía nacional y el poder blando sobre la mera superioridad técnica.

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Inteligencia artificial y softpower | Steve Johnson

TOKIO – Líderes de la IA como OpenAI y DeepMind se ven a sí mismos compitiendo por desarrollar una inteligencia artificial general (AGI, por sus siglas en inglés): un modelo capaz de realizar cualquier tarea intelectual que pueda hacer un ser humano. Al mismo tiempo, los gobiernos de Estados Unidos y China consideran esta carrera como una prioridad de seguridad nacional, que requiere inversiones masivas comparables al Proyecto Manhattan. En ambos casos, la IA se percibe como una nueva forma de “poder duro”, accesible solo a superpotencias con vastos recursos computacionales y la capacidad de convertirlos en dominio económico y militar.

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Pero esta visión está incompleta, y cada vez más desactualizada. Desde que el desarrollador chino DeepSeek lanzó a principios de este año un modelo más económico y con un rendimiento competitivo, hemos entrado en una nueva era. Ya no es exclusivo de unos pocos gigantes tecnológicos el construir herramientas de IA de vanguardia. Han surgido múltiples modelos de alto rendimiento en todo el mundo, demostrando que el verdadero potencial de la IA radica en su capacidad para extender el poder blando.

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La era de los modelos “cuanto más grande, mejor” terminó en 2024. Desde entonces, la superioridad de los modelos ya no se determina únicamente por su escala (basada en enormes volúmenes de datos y poder computacional). DeepSeek demostró no solo que se pueden construir modelos de primer nivel sin un capital masivo, sino también que la introducción de técnicas avanzadas de desarrollo puede acelerar radicalmente el progreso global en IA. Apodado el “Robin Hood de la democratización de la IA”, su decisión de hacer el modelo de código abierto desencadenó una ola de innovación.

El monopolio de OpenAI (o el oligopolio de unas pocas empresas) de hace apenas unos meses ha dado paso a un panorama multipolar y altamente competitivo. Alibaba (con Qwen) y Moonshot AI (con Kimi) en China también han lanzado poderosos modelos de código abierto. Sakana AI (mi empresa) en Japón ha compartido innovaciones de IA de código abierto, y el gigante estadounidense Meta está invirtiendo fuertemente en su programa Llama, también de código abierto, reclutando agresivamente talento en IA de otras compañías líderes.

Contar con un modelo de última generación ya no es suficiente para satisfacer las necesidades de aplicaciones industriales. Consideremos los chatbots: pueden ofrecer respuestas “de 70 puntos” a preguntas generales, pero no logran la precisión o fiabilidad de “99 puntos” que se requiere para la mayoría de tareas reales, como evaluaciones de crédito o programación de producción, que dependen en gran medida del conocimiento colectivo compartido entre expertos. El marco anterior, en el que los modelos base se consideraban separados de las aplicaciones específicas, ha llegado a su límite.

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La IA del mundo real debe manejar tareas interdependientes, procedimientos ambiguos, lógica condicional y casos excepcionales: todas variables desordenadas que exigen sistemas estrechamente integrados. Por lo tanto, los desarrolladores de modelos deben asumir mayor responsabilidad en el diseño de aplicaciones específicas, y los desarrolladores de aplicaciones deben involucrarse más profundamente con la tecnología base.

Esa integración es tan importante para el futuro de la geopolítica como lo es para los negocios. Esto se refleja en el concepto de “IA soberana”, que promueve la reducción de la dependencia de proveedores tecnológicos extranjeros en nombre de la autonomía nacional en IA. Históricamente, fuera de Estados Unidos, ha habido preocupación por externalizar infraestructuras críticas —como motores de búsqueda, redes sociales o smartphones— a gigantes de Silicon Valley, lo que generaba déficits comerciales digitales persistentes. Si la IA siguiera el mismo camino, las pérdidas económicas podrían crecer exponencialmente. Además, muchos temen que los sistemas de IA de origen extranjero incluyan “interruptores de apagado” que puedan desactivarse en cualquier momento. Por todas estas razones, el desarrollo nacional de IA ahora se considera esencial.

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Sin embargo, la IA soberana no significa necesariamente que todas las herramientas deban construirse dentro del país. De hecho, desde una perspectiva de eficiencia de costos y diversificación de riesgos, sigue siendo mejor combinar modelos de distintas partes del mundo. El verdadero objetivo de la IA soberana no debería ser simplemente la autosuficiencia, sino acumular poder blando en IA, desarrollando modelos que otros quieran adoptar voluntariamente.

Tradicionalmente, el poder blando se ha referido al atractivo de ideas como la democracia y los derechos humanos, exportaciones culturales como las películas de Hollywood, y más recientemente, tecnologías y plataformas digitales como Facebook, o incluso de forma más sutil, aplicaciones como WhatsApp o WeChat que moldean culturas mediante los hábitos diarios. Cuando múltiples modelos de IA coexisten a nivel global, los más adoptados se convertirán en fuentes de poder blando sutil pero profundo, al estar incrustados en las decisiones cotidianas de las personas.

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Desde la perspectiva de los desarrolladores de IA, la aceptación pública será clave para el éxito. Muchos usuarios potenciales ya recelan de los sistemas de IA chinos (y también de los estadounidenses), debido a riesgos percibidos como coerción, vigilancia y violaciones de privacidad, entre otros obstáculos para su adopción masiva. Es fácil imaginar que, en el futuro, solo las IAs más confiables serán plenamente aceptadas por gobiernos, empresas e individuos. Si Japón y Europa pueden ofrecer tales modelos y sistemas, estarán bien posicionados para ganarse la confianza del Sur Global, una posibilidad con profundas implicaciones geopolíticas.

Una IA confiable no se trata solo de eliminar sesgos o prevenir fugas de datos. A largo plazo, también debe encarnar principios centrados en el ser humano: potenciar el potencial de las personas, no reemplazarlas. Si la IA termina concentrando la riqueza y el poder en manos de unos pocos, agravará la desigualdad y erosionará la cohesión social.

La historia de la IA apenas ha comenzado, y no tiene por qué convertirse en una carrera de “el ganador se lo lleva todo”. Pero tanto en el hemisferio norte envejecido como en el joven Sur Global, la desigualdad impulsada por la IA podría crear brechas duraderas. Es en interés de los propios desarrolladores garantizar que la tecnología sea una herramienta confiable de empoderamiento, y no un instrumento omnipresente de control.

*Exdiplomático japonés y cofundador de Sakana AI.

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