OPINIóN
Elecciones 2019

La historia del pato rengo esperando el cisne negro que terminó mal

La pérdida en la credibilidad y la capacidad de acción del poder ejecutivo es una catástrofe precisamente en este momento, en el que se necesitaría una conducción fuerte. El gobierno parece desligado de la vida cotidiana y de las problemáticas concretas, y el espacio político ha sido ocupado por una diversidad de actores políticos.

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DUDA. ¿Cómo deben comportarse Alberto Fernández y Mauricio Macri? ¿Cómo mandatarios –electo y en salida– o como candidatos? | CEDOC PERFIL.

Hace unos años tuve la oportunidad de realizar el posgrado de economía para periodistas en la fundación FIEL. Fue inevitable entonces fortalecer vínculos con el recordado e inolvidable  “Toto” Abel Viglione y charlar sobre los ciclos económicos y sus particularidades, temas que se extendieron luego de las clases en algún restaurante o en algún café de la zona del centro. 

Viglione solía hablar con entusiasmo de los ciclos económicos, un interés que compartía con Juan Mario Jorrat, destacado economista, investigador y docente de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Ambos hacían el mismo diagnóstico sobre la visión generalmente cortoplacista de las medidas económicas en nuestro país.

Hace poco, Jorrat la expresó de una manera inmejorable en una entrevista: “Hasta que no haya un cambio profundo en todos y en cada uno de los argentinos sobre nuestra manera de pensar el Estado, las instituciones, el modelo de economía a adoptar y los valores personales, Argentina estará entrampada en un horizonte de oscilaciones económicas de corto plazo, sin salida para resolver los serios problemas que enfrentamos desde hace décadas”.

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Más allá de la mirada teórica, los argentinos conocemos muy bien esta realidad. El último fin de ciclo nos dejó viviendo de agosto a octubre en una montaña rusa. Como diría la creencia popular, julio lo prepara y agosto se lo lleva…(La costumbre fue heredada de los indios guaraníes Caña con ruda el 1 de agosto para “espantar los males del invierno”, dice la tradición.  Las PASO nos dejaron esta vez un daño institucional considerable y nos obligaron a pensar aún más en términos cortoplacistas.

Tanto Alberto Fernández como Mauricio Macri existen en un estado de tremenda incertidumbre. El primero es un candidato (recordemos que no gano nada aún) que no puede hablar como candidato, porque la sociedad, los mercados, las encuestas  y el FMI lo consideran ya el presidente electo.

Veamoslo desde la perspectiva de los dos contendientes principales. Tanto Alberto Fernández como Mauricio Macri existen en un estado de tremenda incertidumbre. El primero es un candidato (recordemos que no gano nada aún) que no puede hablar como candidato, porque la sociedad, los mercados, las encuestas  y el FMI lo consideran ya el presidente electo. El otro, que todavía es presidente, quiere convencerse de que lo seguirá siendo dentro de cuatro meses. Pero ni sus dichos ni sus medidas parecen tener impacto alguno en los números crudos de la economía. 

La pérdida en la credibilidad y la capacidad de acción del poder ejecutivo es una catástrofe precisamente en este momento, en el que se necesitaría una conducción fuerte. El gobierno parece desligado de la vida cotidiana y de las problemáticas concretas, y el espacio político ha sido ocupado por una diversidad de actores políticos. Todos opinan, pero ninguno de ellos tiene poder de decisión. A los fines prácticos, vivimos un vacío de poder que alienta a los sectores que quieren saltearse el proceso democrático (¿elecciones anticipadas? ¿traspaso anticipado?).

Desde el oficialismo, se insiste en que todavía hay chances de arrimar en octubre, y dicen estar trabajando para ello. ¿Pero es un objetivo sincero? Más allá de Macri y su círculo íntimo, que están jugando al todo o nada (ganar o tener que dejar el poder para siempre), están los que prefieren saltar del barco a tiempo y no quedar pegados,un efecto que genera todavía más desgaste. Nadie hace campaña por Macri, y nadie quiere tampoco hacerse cargo de esta situación.

Parece que la última jugada que le queda a Juntos por el Cambio es apelar a la mística, no a la racionalidad. Apostar todo a una última jugada épica cuando quedan cinco minutos para que termine el partido. Para darle vuelta hace falta un vuelco magistral, un héroe que venga a rescatarlos en el último momento. ¿O a lo mejor este es el problema?

Cambiemos esperaba el cisne negro que le haga dar vuelta el resultado electoral tan adverso e irremontable al parecer. Pero la sucesión de errores graves, con muchos caprichos e internas entre irracionales y pirómanos lo convirtió en otro tipo de ave. En algún momento habría que analizar el daño que Marcos Peña y su enfrentamiento con el ala política le hicieron a la presidencia de Macri.

Macri se ha vuelto en poco tiempo una mala palabra en la ciudadanía. Pocos son los que lo quieren y menos aún los que lo justifican. Su gobierno ha afianzado la idea (que quería desterrar) de que solo el peronismo es capaz de gobernar el país.

La injerencia de Peña en el politburó macrista fue siempre un factor de desunión en el gobierno. Por estos conflictos internos tuvieron que marcharse o alejarse Melconián, Monzó, Massot, Prat Gay. solo por nombrar algunos alejados . Precisamente los más capaces, los que podrían haber torcido el rumbo de la crisis. La frutilla del postre fue impedir el desdoblamiento de las elecciones en la provincia y arruinar las chances de Vidal para retener la gobernación. Larreta teme que le pase lo mismo y por eso ha empezado a tomar distancia.

Macri se ha vuelto en poco tiempo una mala palabra en la ciudadanía. Pocos son los que lo quieren y menos aún los que lo justifican. Su gobierno ha afianzado la idea (que quería desterrar) de que solo el peronismo es capaz de gobernar el país. Volvemos a escuchar palabras como cepo, desocupación, hambre, riesgo país, inflación y cada paso desemboca en otro desacierto. El mejor equipo de los últimos años y de las grandes libertades se quedó en los enunciados, incapaz de llevarlos a cabo por la soberbia de creer que el PRO puro podía con todo.

Los cisnes negros fueron cayendo a uno a uno como patitos en un juego de kermés. Y el Gobierno que aspiraba a ser el cisne negro de la historia argentina se está yendo como un pato rengo, un pato criollo, tuerto y apaleado. Que no puede dar un paso sin dejar una consecuencia 

Quizás todo esto significa que llegó el momento de dejar de aspirar a lo excepcional y quedarnos con la normalidad. No más cisnes negros, conformarnos con los cisnes blancos que tengamos a nuestra disposición. No esperar que nos rescaten con un pase de magia, sino encolumnarse detrás de un proyecto serio, a largo plazo, sabiendo que los cambios no se producen de un día para el otro, y que tendremos que aprender a tolerar lo escarpado del camino.