OPINIóN
In memoriam

La muerte de George Floyd fue un “Nunca más” mundial

El 25 de mayo de 2020, lo que sucedió en un vecindario de Minneapolis, EE.UU., fue una tentación totalitaria como el exterminio en los campos de concentración o el bullying escolar: la satisfacción perversa de ver morir.

George Floyd reclamo de justicia
George Floyd reclamo mundial de justicia | cedoc perfil

Fue como estar dentro de esa escena funesta y obscena. Era verlo morir de a poco y esa noche ¡cuántos no pudimos conciliar el sueño!Vaya a saberse porqué, es llevado esposado al móvil policial. George Floyd cae y se ve que el policía busca una “situación”. Apoya una rodilla con todo su peso sobre el cuello del hombre de color, mientras que otro aplasta su tórax. Se queja casi sin aliento, brama con un ronquido desgarrador. ¡Lo escuchamos! 

Otros policías ayudan o no objetan; el púbico se escandaliza y reclama.  Hasta que afloja la presión, la escena se congela en ocho minutos. El cuerpo yace inerme, exánime.

¿Qué fue eso? Se llama “tentación totalitaria”, así lo he denominado en mi libro: La tenacidad del odio y la fiesta de la vida: negociación y psicoanálisis para una convivencia posible. 

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El aprovechar la disponibilidad de un poder para ejercer un dominio sobre el otro, con el objeto de denigrarlo (sic), reducirlo a piltrafa y administrar el sufrimiento y el daño que se le inflige. Un acto de ostentación pública de un poder sin restricción.

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Eso se ha aprendido de las experiencias concentracionarias en el siglo XX. Hacer del otro una cosa despreciable, tornarlo una “nada”. Señala Giorgio Agamben (Lo que queda de Auschwitz) que ese es el objetivo sustancial del campo de exterminio.

¡Ese es un filo que siempre está al acecho!

 

La muerte de George Floyd

La escena de Minneapolis es, en escala menor, equivalente a lo que se denomina bullying, que aparece tan frecuentemente en las escuelas, las organizaciones y las comunidades. Una persona es despojada de su condición de tal, la víctima, que se torna despreciable para los otros, sus familias y sobre todo ante sí mismo, se quiebra como persona y lo padece toda una vida. ¡Vaya si es doloroso y dañino! Nada de que es cosa de chicos…

El líder violento, el victimario, matonea y abusa tanto física como psíquicamente de una o varias víctimas, lo que le genera sórdidas satisfacciones perversas. Se vive dios pagano, dueño de la vida y de la muerte: sí, tuvimos torturadores locales así. El séquito que comparte la violencia, está protegido por el “bully”: nada les va a pasara menos que se rebelen.  

Video: así fue la brutal detención de George Floyd que terminó en su muerte

Ahí el resto de los policías. Finalmente los observadores, ciudadanos silentes cuya impotencia y sufrimiento son dramáticos: los destroza. 

¿Cuántos hemos habitado ese infortunio en la escuela, el club, el trabajo o el barrio? Sabiendo que el que se rebela y denuncia el atropello pasa a ser la siguiente víctima. 

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Allá nadie pudo hacer lo que se debía, pues atacar a un agente del orden es un delito grave. Vos lector, yo, ¿tendríamos esa audacia? No como acá: recordá las toneladas –las Sixteentons (Los Plateros) – arrojadas a la policía frente al Congreso y nada. ¡Nada!  

La clave de salida está en trabajar con los observadores. Pongan atención docentes y directores de escuelas que tanto padecen esto. Deben mirar y ver, y actuar: trabajar con todos los chicos y los docentes y empoderarlos. 

Hay recursos, hay programas exitosos, hay gente que sabe hacerlo. ¿Acaso no somos todos observadores?

¿Hubiera acontecido con un detenido que fuera blanco? En no pocos países, hoy en día, la discriminación y exterminio de población se basa en la inexistencia del “otro” como persona, sea por religión, raza, diferencia corporal/psicológica o extranjero: un ajeno.

Celebrando la no discriminación

La reacción de protesta fue masiva y de todas las etnias y nacionalidades, en tantas ciudades de los EEUU, acompañados de indignación en todo el mundo. Eso es afortunado, porque se sostiene en que eso no debe acontecer ni una vez o sea “nunca más”. Tantos que lo entendimos, que nos reconocimos en el “todos somos George”.

Es un pronunciamiento ciudadano que aspira a cambios fundamentales en nuestras sociedades, a los que no debemos renunciar. Insistir en construir ese futuro en las instituciones educativas, las organizaciones, empresas, sindicatos, fuerzas de seguridad y sin duda en entornos de gobierno, tendiendo a favorecer la equidad, denunciar la discriminación y la exclusión, el reparto más cuidadoso de los recursos y la reducción de la corrupción, el cuidado de la población en riesgo, promover políticas de colaboración en el trabajo, generar liderazgos participativos y gestionar las conflictivas. 

Pero, sobre todo, cuidar la infancia y la vejez. Son diversos nombres de la educación, o sea de la construcción de civilización. Tarea de los gobiernos y tanto más de la ciudadanía.

El bullying no se soluciona solo

Pero quizás estas ideas se parezcan a promesas electorales pues fueron reducidas a meras consignas: “eufemismos” con que tan bien supieron hacer propaganda política y control social para moldear las mentes, los nazis y el estalinismo. ¡No son los únicos!

Ciertamente el equilibrio en nuestras sociedades, entre las funciones de autoridad y la participación popular es necesariamente inestable. A eso también se lo denomina historia. Sin embargo, el “empoderamiento ciudadano” implica no dejar pasar ningún evento que resuma “tentación totalitaria”. 

Se trata de construir civilidad, una y otra vez, para poder respirar.  

* Prof. Titular de “Clínica psicológica y Psicoterapias de Adultos” en la  Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, piscoanalista, escritor.