El gueto de Varsovia iba a ser el purgatorio antes de la “solución final”, en el campo de de exterminio de Treblinka, ese bosque negro y tétrico del que nadie regresaba, 80 kilómetros al Este de Varsovia. Allí, en Treblinka, murieron un promedio de 800.000 judíos por la única razón de serlo. El 19 de abril de 1943, grupos disímiles de judíos, que políticamente no comulgaban entre sí, se unieron heroicamente contra la fuerza que los oprimía. El suceso fue una masacre heroica, conocida como Levantamiento del Gueto de Varsovia.
Cuando comenzó a funcionar en Varsovia el tristemente célebre gueto, en noviembre de 1940, nació para ser el mayor de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, antes de que estallara la Guerra, vivían en la capital polaca 375.000 judíos (el 30% de la población total del país). Cuando el gueto se cerró, o se “destruyó” para ser más precisos, en mayo de 1943, por allí habían pasado 400.000 personas, todos judíos, claro.
En Polonia, los judíos habían comenzado a ser perseguidos en noviembre de 1939, cuando el país se rindió ante las fuerzas nazis. Desde entonces, los judíos debían mostrar en su brazo un fatídico brazalete azul y blanco con el dibujo de una Estrella de David. Por un "quítame esas pajas”, las fuerzas invasoras "pasaban por la quilla" a los judíos, arrestándolos para llevarlos a hacer trabajos forzados en el gueto.
Sus condiciones de vida eran tan precarias que los mismos reclusos de su propio vecindario tenían que hacerse cargo de su subsistencia. Tan crueles como estrategas, los miembros de las SS permitieron que los guetos en general –y el de Varsovia fue “ejemplar” en ese sentido- tuvieran su propia organización social, Judenrat, controlada por los judíos de mayor predicamento en cada grupo.
Los judíos que integraban el Judenrat eran los intermediarios entre los poderosos y los desposeídos. En realidad, fueron sus entregadores. Como describía Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido, lo que se aplicaba a Auschwitz, era extensivo a los otros guetos y campos. Los kapos eran los judíos que, creyendo que así se les perdonaría la vida, colaboraban con el régimen y señalaban a los más débiles, aquellos a quienes ya no tenía sentido mantener con vida. Los kapos terminaron siendo, la mayoría de las veces, los más crueles con sus congéneres. Eran la policía judía.
Para secundarlos en sus tareas de domesticación de prisioneros judíos, los kapos jamás elegían a socialistas, comunistas y mucho menos rabinos ortodoxos.
Gueto de Varsovia, masacre que unió a los judíos
La Judenrat censaba la población de cada bloque de viviendas. Públicamente, eran los que conseguían raciones de sopa para que los judíos tuvieran un alimento diario, inventariaban los pocos bienes que los mártires de Abraham llevaron consigo a su cadalso y elaboraban la nómina de los niños a los que habían que seguir educando.
Por debajo de la superficie, sin embargo, los miembros de la Judenrat convertían las raciones de sopa en un premio a la resistencia humana al trabajo forzado; confiscaban los bienes judíos para entregarlos a los nazis; y organizaban escuelas primarias y orfanatos para separar a los niños de sus padres y adoctrinarlos para una causa ajena.
Cada Judenrat era responsable del funcionamiento y completa sumisión de su grupo. La obediencia debida de los guetos y campos de exterminio es algo sobre lo que mucho se escribió. El Judenrat del gueto de Varsovia estuvo presidido por Adam Czerniakow un ingeniero que, mientras creyó tener todo bajo control, no pudo evitar contragolpes y la proliferación de otros Judenrat clandestinos que también llevaban agua y negocios para sus molinos -si canjear cigarrillos por sopa pudiera considerarse como tal.
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De todos modos, como sucedió con todos los Judenrat polacos, cuando el 20 de julio de 1942 las SS dieron la orden de deportar 6.000 judíos por día hacia los campos de concentración –y exterminio-, Adam Czerniakow comprendió finalmente la inmoralidad de la carroña que lo había doblegado.
Czerniakow solicitó una reunión de apuro con los altos mandos de Varsovia, el 23 de julio, para pedir que se incluyera a los chicos del orfanato que dirigía el pedagogo Janusz Korczak, entre los eximidos de morir en las próximas horas. No se lo concedieron, pero logró en cambio que se perdonara, provisoriamente, la vida a los alumnos de las escuelas de oficios y a las mujeres que sabían coser uniformes.
Al fin enfrentado, como Tadeo Isidoro Cruz, a su triste destino en la historia, comprendió. Solo en su despacho, ya de noche, buscó un papel y escribió unas pocas líneas de despedida a su esposa (“Ya no puedo soportar más. Mi acción mostrará a todos lo que es menester hacer”) y se quitó la vida bebiendo cianuro.
Este hecho que los judíos podrían haber interpretado como una completa derrota, se convirtió sin embargo en la mecha encendida del Levantamiento del gueto de Varsovia.
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Con la deportación diaria y masiva de judíos hacia los campos de exterminio de Treblinka y Majdanek en marcha, mientras esperaban su turno para morir, algunos sobrevivientes de Varsovia, tanto de izquierda como de derecha, se organizaron en dos grupos, la Organización Judía de Combate y la Unión Militar Judía. El 19 de abril de 1943 comenzaron a alterar el gueto, en un levantamiento armado que se prolongó hasta el 16 de mayo de ese año.
Un levantamiento heroico que conmovió al poderío nazi en Polonia
El trabajo de estos grupos, en la clandestinidad, había comenzado sigilosamente desde el el 22 de julio de 1942, cuando los nazis hicieron público un decreto sobre el destino de los judíos del gueto de Varsovia: “Todas las personas judías que viven en Varsovia, independientemente de la edad y el sexo, [serían] reasentadas (repobladas) en el Este”, advirtieron.
No los mayores, ya vencidos, sino los grupos juveniles hebreos siguieron conspirando en las sombras y se las ingeniaron para crear lazos, contactos, pactos e incluso armas entre agrupaciones tan disímiles como la Organización Judía de Combate (ŻOB, por su acrónimo polaco), el Hashomer Hatzair, el Habonim Dror, Bnei Akiva, etc; es decir, entre pro- sionistas, comunistas y judíos pro-arios de todos los calibres.
La noche señalada, que era el Pésaj, la Pascua judía, los judíos eran obligados a emprender la marcha hacia el tren fatídico. La resistencia rebelde, fuera de sí, salió al cruce temerario con varias docenas de fusiles viejos en desuso, una única ametralladora, varias pistolas y revólveres, pero habían fabricado bombas Molotov y el Ejército Territorial Polaco les había conseguido algunas granadas.
El día en que se levantó el gueto de Varsovia
Los policías nazis se defendieron, mientras los rebeldes tomaban los puestos de control, asegurándose las armas de los caídos. Los soldados de la SS se fueron del gueto en busca de refuerzos. El contragolpe no se hizo esperar, pero cuando sucedió, los judíos ya habían cavado cientos de búnkers, refugios antiaéreos conectados por la red de alcantarillas e incluso tenían agua y luz bajo tierra.
Mientras los alemanes asesinaban a cada judío que descubrían, quemaban viviendas, y dinamitaban sótanos, los judíos volaron dos tanques de guerra y atacaron como pudieron.
Durante cuatro días todo fue masacre y la rebelión armada se terminó. Familias se arrojaban por las ventanas de los edificios incendiados; las mujeres detonaban granadas escondidas bajo su ropa, cuando las descubrían. Sin embargo, los judíos que lograron sobrevivir en sus madrigueras secretas, se quedaron allí, entre el hambre y la sed, junto a los muertos y los roedores. Algunos se suicidaron, si encontraban municiones.
A diario, los alemanes ingresaban al gueto de Varsovia para ver si descubrían algún otro judío rebelde. De esos días de mayo, se hizo lamentablemente célebre una fotografía tomada por un general de las SS, Jürgen Stroop, en el que un chiquito de no más de 5 años, en pantalón corto, sobre todo y con la cabeza cubierta con una boina, alzaba sus bracitos rindiéndose ante los oficiales que le apuntaban con fusiles.
Por orden nazi, desde afuera del gueto, los bomberos arrojaron agua contra todo el complejo, para que el fuego no se expandiera eventualmente por el resto de la capital polaca.
“Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estoy seguro”, habría dicho Albert Einstein, cierto o no, aplica.
Cuando lo que quedaba del gueto de Varsovia era poco más que una humareda negra sobre más de 3 kilómetros cuadrados de la ciudad, el 13 de mayo de 1943, el general Jürgen Stroop escribió en su parte militar:
“180 judíos, bandidos y subhumanos han sido aniquilados. El sector judío de Varsovia ya no existe. Las operaciones a gran escala finalizaron a las 20:15 horas al hacer explotar la sinagoga de Varsovia. El número total de judíos con lo que se actuó fue: 56 065, incluyendo judíos capturados y judíos cuya exterminación puede ser probada”.
Esos días, unos 40.000 judíos fueron llevados desde el gueto a los campos de exterminio.
Casi todas las construcciones del gueto de Varsovia, ya un fantasma ennegrecido, fueron demolidas. En su lugar, se levantó el Konzentrationslager Warschau, el Campo de Concentración de Varsovia que fue cárcel y campo de fusilamiento a la vez.
La tragedia del gueto de Varsovia fue llevada varias veces al cine. El pianista (2002), la película del polaco Roman Polanski, es una de las más populares. En ella, Wladyslaw Szpilman (Adrien Brody), logró escaparse del gueto cuando se inició el Levantamiento.
En el área que ocupaba el gueto de Varsovia se encuentra hoy el distrito financiero de la ciudad, sobre Muranòw y Miròw, los barrios modernos con torres de acero y cristal. Algunos museos del lugar son testimonios del martirio que allí protagonizaron los judíos.