OPINIóN
salir del corto plazo

La política exterior argentina en su laberinto

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Cancillería. Debe tener un robusto departamento de prospectiva. | cedoc

En estas últimas semanas, la política exterior argentina estuvo en el centro de la agenda desde una mirada coyuntural y sujeta a la lógica del péndulo ambivalente que nos sigue desde los cimientos de nuestra constitución como Estado-nación.  

Si queremos trascender este paradigma de corto plazo, es necesario pensar en un verdadero patrón de inserción internacional sostenido. Para profundizar esta problemática, nos apoyaremos en tres modelos clásicos representativos de los estudios de la política exterior.

Un primer modelo se referencia con el texto de Harold y Margaret Sprout, Man-Milieu Relationship Hypotheses in the Context of International Politics, que se focalizó en cómo funciona el contexto que engloba la percepción de los actores decisionales.  

Aplicado al análisis de la política exterior argentina, nos permite considerar los condicionantes internos y externos que enmarcan las decisiones internacionales y, en general, no son tenidos en cuenta.

Un segundo modelo aparece en un texto de James Rosenau, Pre-Theories and Theories of Foreign Policy, que buscó generar una aproximación de alcance intermedio, comparativa, multicausal y multidisciplinaria de la política exterior.

En este sentido, es de especial relevancia para nuestro país el estudio comparado de las políticas exteriores de los países que han logrado niveles de desarrollo elevados a partir de su inserción internacional.

Un tercer marco de análisis es representado en un texto de Snyder, Bruck & Sapin, Decision-Making as an Approach to the Study of International Politics, que se concentró en la estructura de la toma de decisiones de los temas internacionales de los gobiernos.

En este tema, el esquema decisorio en los asuntos exteriores de la Argentina se concentra en la institución presidencial y en la Cancillería, que fueron diseñadas para un mundo absolutamente diferente que se ubicó entre fines del siglo XIX y principios del XX. En aquellos años no estaban presentes los actuales desafíos y amenazas: la consolidación de la incertidumbre como lógica dominante del sistema internacional; las nuevas tecnologías de la información; la ciberseguridad y la ciberguerra; los riesgos bacteriológicos y virales; los flujos financieros trasnacionales sin control soberano estatal; la nanotecnología; la seguridad alimentaria global; los descubrimientos de las neurociencias; los problemas ambientales; los límites al desarrollo bajo este modelo de acumulación y la crisis energética para sostenerlo.

Esta institución decisoria enfocada en la política exterior deberá considerar: 1) crear una estructura moderna que le otorgue al presidente el conocimiento de las variables sistémicas e interdependientes; 2) contar en la Cancillería con un robusto departamento de prospectiva, capaz de anticiparse a los acontecimientos; 3) este ministerio tiene que transformarse en un instrumento político y diplomático del desarrollo con un patrón de largo plazo y sostenido; 4) las embajadas de la Argentina en el mundo deben ser instancias de atracción de valor agregado para un crecimiento con equidad; 5) el Congreso debe acrecentar su rol en la política exterior a través de una diplomacia parlamentaria que fortalezca la legitimidad de las decisiones internacionales.

Como síntesis. La Argentina tiene una política exterior con un fuerte determinismo de variables estructurales que no siempre son analizadas por los actores decisorios. A su vez, carece de una conciencia política internacional de Estado en acuerdo con todo el arco político. Finalmente, su diseño institucional para estructurar y ejecutar sus decisiones exteriores está perimido y es necesario reformularlo. De esto depende, en parte, el futuro del desarrollo argentino.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor de la Universidad de Buenos Aires.