OPINIóN
Educación

La toma de los colegios: una anécdota más de nuestra tragedia

Que grupos, no mayoritarios de alumnos, asuman esta actitud, es un síntoma de esa vieja tragedia de nuestra sociedad. La tragedia argentina ha sido, y es, vivir en estado de grieta existencial.

Toma de colegios
Toma de colegios | Telam

Nunca he aceptado asumir una actitud de juez. Siempre he intentado colaborar con mi palabra para ayudar a pensar.

La toma de algunos colegios en CABA, por parte de los Centros de Estudiantes, merece una reflexión ponderada. Porque no es un hecho aislado en nuestra vida ciudadana, sino un hecho repetido en otros aspectos y, por lo tanto, sintomático de nuestra sociedad.

Que grupos, no mayoritarios de alumnos, asuman esta actitud, es un síntoma de esa vieja tragedia de nuestra sociedad. La tragedia argentina ha sido, y es, vivir en estado de grieta existencial. Por eso, y para no desgastarnos más en buscar al primer o último responsable, creo que debemos detenernos en buscar la causa original de nuestro estado de vida.

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Nacimos enfrentados entre provincianos y porteños. Entre unitarios y federales. Y hemos vivido hasta ahora enfrentados bajo diferentes consignas, pero enfrentados. Es un estado de ánimo lo que nos hace daño. Es una actitud ante la realidad que es diversa y que, de alguna forma, pretendemos resolverla reduciéndola unidimensionalmente. 

Algo no funciona adecuadamente si los alumnos de secundaria se ven impulsados a tomar sus colegios, más allá de la violación de un derecho público a la tarea de enseñar. Nadie pretende negar que pueden existir reclamos que requieren atención. Pero ya hemos vivido demasiadas veces el mismo esquema que describe José Ortega y Gasset en “La Revolución de las masas”. “Tiramos el agua sucia con el niño adentro”. Porque algo nos impide descubrir que somos diferentes, que cada uno puede tener un punto de vista, pero que la democracia es esencialmente el sistema del diálogo. Porque ser democrático es estar dispuesto a escuchar al otro, porque nadie puede arrogarse todo. Nos enriquecemos mirando la realidad desde las diversas miradas que suelen generar ideologías parciales que se deben complementar. Porque una ideología es siempre un recorte parcial de la realidad, aunque tenga sus aportes válidos. Pero es un recorte. No es toda la realidad. Vale volver a recordar a Ortega y Gasset cuando en La Plata nos dejó aquella conferencia en la que nos dijo: “Argentinos, a las cosas”. (…Dejen de pelearse entre ustedes inútilmente...)

Por eso la esencia de la vida democrática que construye futuros resolviendo presentes, es la actitud de la escucha del otro.

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Ojalá podamos imitar el ejemplo de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, que dejó millones de muertos, miles de ciudades destruidas, y una semilla de odio entre las naciones rivales. Y fue la grandeza de De Gasperi, Primer Ministro de Italia, que en 1950 invitó al diálogo que Robert Shuman, desde Francia, y el gran Konrad Adenauer desde Alemania, escucharon y de donde surgió el “Mercado Común del carbón y del acero” en 1952, y luego la potencia mundial y fraternal que es hoy la Unión Europea.

La toma de los colegios es una anécdota más de nuestra tragedia. Mientras no sepamos escucharnos, cada uno querrá ir por todo y seguiremos destruyendo nuestro presente y nuestro futuro.

Julio César Labaké. Bach. en Filosofía. Lic. En Psicología. Dr. en Psicología Social. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Psicoterapeuta, conferencista y escritor. Acaba de publicar su novela “LUCES EN EL LABERINTO”. Historia de una rebeldía adolescente.