La nominación del Asesor en Seguridad de la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, para la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo está actuando como disparador para impulsar una reflexión sobre América Latina. Ex-Mandatarios de países miembros del organismo, nucleados en la Alianza de Líderes Mundiales, solicitaron la postergación de la elección que debe tener lugar el 12 de setiembre hasta marzo del año próximo para discutir “en profundidad el papel del BID y la respuesta institucional apropiada” para la recuperación de la región después del Covid-19. Días atrás le correspondió a la Mesa Latinoamericana, conformado por académicos y políticos, reclamar la prórroga para repensar las prioridades del financiamiento y abrir un diálogo político.
La posibilidad de que un representante de los Estados Unidos ocupe la Presidencia del BID por primera vez ha generado una imprevista coordinación para oponerse pero también está convocando a un diálogo regional en momentos en que las discrepancias ideológicas dividen a los países latinoamericanos. El factor externo actuó como catalizador para señalar la necesidad de una acción conjunta ante el desafío, como lo señala la carta de la Alianza, de una nueva década perdida.
La posibilidad de que un representante de los Estados Unidos ocupe la Presidencia del BID por primera vez ha generado una imprevista coordinación para oponerse pero también está convocando a un diálogo regional
El documento de la Mesa de Reflexión menciona que la postergación debe aprovecharse también para designar a un ciudadano latinoamericano o caribeño para ejercer la Presidencia y alcanzar las metas de la Agenda 2030. Si bien la carta de la Alianza no hace mención al candidato, el pedido de traslado de la fecha especula con el cambio de Gobierno en Estados Unidos como resultado de las elecciones de noviembre.
El loable llamado al consenso contrasta con las diferencias no sólo sobre el mediano plazo sino también para coordinar mínimas medidas para contener la propagación del Covid-19. Las manifestaciones para desacreditar las posiciones de otros gobiernos acentuaron la fragmentación alejando las posibilidades de crear condiciones para una mayor integración en el continente. La alegoría de la diversidad pareciera no formar parte de la política exterior a pesar de utilización diaria.
El BID tuvo una tarea primordial en las décadas del 60 y 70 cuando concentró su tarea en el financiamiento de infraestructura pero perdió importancia por los cambios en los mercados financieros
El BID tuvo una tarea primordial en las décadas del 60 y 70 cuando concentró su tarea en el financiamiento de infraestructura pero perdió importancia por los cambios en los mercados financieros. La Alianza destaca la capacidad de préstamos de 12.000 millones y la Mesa propone redefinir el desarrollo para adaptarlo a los nuevos reclamos sociales para lo cual considera necesario elaborar una hoja de ruta con prioridades de mediano y largo plazo.
En realidad, la mención a los 12.000 millones más que revelar una fortaleza es sinónimo de debilidad para atender las necesidades de la región. Las demandas exceden la real capacidad de fondos disponibles y se requerirá mucha imaginación para lograr una recapitalización que en estos momentos los países no están en condiciones de aportar y que debería incorporar a los Estados Unidos y la Unión Europea. La discusión sobre la elección si bien tiene un valor simbólico encubre los problemas reales. La reflexión debería incluir el límite a la duración de los mandatos; la permanencia de los presidentes durante tres período consecutivos constituye una práctica reñida con la ética que solo pudo mantenerse por la extensión de favores.
La convocatoria a los líderes para pensar el futuro y no sólo quién ocupará el puesto para contabilizarlo como un rédito político constituye un gran esfuerzo. Suele decirse que los primeros que salen al ruedo resultan perdedores y que siempre hay un agazapado esperando su oportunidad. Si esto fuera verdad requerirá del renunciamiento de los aspirantes para aunar criterios en torno a una personalidad que pueda encarar la difícil tarea que enfrenta el continente para su reconstrucción después del Covid-19.El llamado al diálogo es una alternativa plausible pero requiere valentía para deponer actitudes y compartir una mesa.