Se nos fue un hombre único e irrepetible, que gracias al don que recibió y acrecentó hasta límites impensados, nos regaló a los argentinos y amantes del fútbol, un sin número de jugadas memorables e imborrables.
Innegablemente es el primer gran jugador de una era privilegiada donde comenzaba a expandirse las comunicaciones masivas y se populariza ver los partidos de equipos que eran los nuestros.
Una época en donde el nombre de los equipos, sobre todos italianos y españoles, empezaban a ser adoptados como propios y se asocian al de sus jugadores más brillantes: el Napoli de Maradona, la Juventus de Platini, la quinta del Buitre y podríamos seguir. Esta situación tan particular siempre existió –basta recordar el Santos de Pele, el Barcelona de Cruyff, el Benfica de Eusebio– pero comenzó a aumentar y consolidarse con el surgimiento de la aldea global.
¿Qué tuvo Maradona que lo destacó de tal manera respecto a otros jugadores de su época y de otras?
Intentaríamos responder, expresando que su habilidad y ductilidad con la pelota ha sido tal envergadura que no existió nadie igual, o podríamos decir, que era imparable. Pero lo cierto es que su increíble carrera se compuso tanto de éxitos como de fracasos. Basta recordar la argentina de 1982 o su paso Barcelona.
Diego Maradona, una despedida con el corazón en la mano y la cabeza levantada
En lo futbolístico la dimisión de Maradona alcanzo límites insospechados para cualquier mortal lo que llevo a la cultura popular a llamarlo D10S. Así, el nombre Maradona se potenció y amplificó de tal manera que pasó a ser adjetivo calificativo, y hablamos de una jugada maratoniana.
Maradona se convirtió en una bisagra que dividió –y lo hace aun hoy– aguas. Algunos lo idolatran y otros los crucifican, algunos más lo encapsulan en términos futbolístico –debemos quedarnos con los goles y jugadas–. La verdad es que ha sido la referencia de una época.
La verdad es que fue un hombre del fútbol, capaz el mejor de todos los tiempos, pero que trascendió fuertemente las fronteras del deporte más popular del mundo y terminó siendo un actor social, cultural y político relevante.
Cuando Maradona hablaba o se veía inmiscuido en una situación relevante a los ojos del mundo siempre hacía ruido, para bien o para mal. Basta recordar la salida a la cancha del capitán argentino en el mundial de 1990 para ver la explosión de flashes de los fotógrafos deportivos o la atención a los jueguitos en el partido inaugural contra Camerún.
Diego, el antigrieta: su muerte demuestra que somos capaces de sentir juntos
Se convirtió en un fenómeno popular nacional e internacional enroscado como tango discepoliano, donde podemos encontrar fotos con Alfonsín, Menem, Cristina o Fidel Castro. Así, fue una suerte de espejo de la Argentina de las últimas décadas, ambivalente y complejo. En definitiva indescifrable como las gambetas que hacía con los cebollitas.
Fue una figura de condimento político innegable que explotó deportivamente al mundo en la década del 80. Tuvo la suerte como dijo de realizar el gol más hermoso de todos los tiempos a Inglaterra luego de la guerra de Malvinas, pero también fue a jugar al Napoli y desafío futbolísticamente a los grandes del norte de Italia.
Le tocó vivir su esplendor futbolístico durante la década del 80 con la vuelta a la democracia en varios países de Latinoamérica, con la caída del comunismo y el muro de Berlín, con la expansión de las comunicaciones y los albores de la globalización en el marco de un mundo de contante evolución y fue un buen condimento para esta época.
Existieron demasiados acontecimientos extra futbolísticos que exaltaron la figura de un ya mítico jugador de fútbol a la de un referente de la época. Se manifestó ante innumerables situaciones políticas que podemos o no coincidir, pero lo hizo.
En fin, me quedo con una entrevista de un conocido canal de deportes en la que él se definía como un hombre común, que les hizo un gol importante a los ingleses. Debemos agradecer innumerables sonrisas y alegrías que nos dio, pero debemos seguir construyendo un futuro mejor del que tenemos: argentinos a las cosas.