La mayoría de los argentinos reniega del “¡si quieren venir qué vengan, les vamos a presentar batalla!”, la infame frase de Leopoldo Fortunato Galtieri en abril de 1982 ante una Plaza de Mayo colmada de simpatizantes.
Casi nadie reconoce que ese discurso colonizó para siempre el pensamiento de argentinos y malvinenses. Y vale recordar que el 39,4% de los argentinos sigue aprobando el uso de la fuerza en 1982, según una encuesta reciente de Vox Populi citada en la prensa.
El 1 de abril de 1982, un día antes del desembarco argentino, las islas eran una curiosidad: Puerto Stanley no se llamaba “Puerto Argentino” y ningún argentino se pavoneaba tras llamarlas Malvinas, entre otras cosas que ahora forman parte del credo identitario del país.
El 2 de abril cambió todo y tras cuatro décadas las cosas siguen igual.
Desde entonces el liderazgo y el electorado nunca comunicaron a Londres y a Malvinas su total renuncia a la violencia. Por el contrario, la “opción Galtieri” se mantuvo viva y a veces se redobló la agresión; como consecuencia, un bloqueo a la compra de armamento pesa sobre el país desde entonces.
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Esto explica una parte del terror que los malvinenses nos tienen a los argentinos. Ellos saben que cuatro aeronaves británicas modernas en las islas superan el poderío militar del país. Sin embargo, temen al software argentino por su apego a pie juntillas a viejas ideas de dictadores.
Para los adictos a la retórica galtieriana, los malvinenses no existen. Muchos falklanders están allí hace siete generaciones, desde antes que la mayoría de los argentinos, sin embargo, no tienen entidad.
Para probarlo, alcanzan pocas preguntas ¿Cómo funciona el gobierno de las islas? ¿Cada cuánto votan y para qué cargos? ¿Quiénes son los legisladores más antagónicos con la Argentina? Una ínfima cantidad de “malvinólogos” puede contestar esas preguntas correctamente. Ignorancia e invisibilización.
En segundo término está la cuestión más espinosa sobre por qué muchos malvinenses odian a los argentinos. No es fácil vivir en Tierra del Fuego. En las Malvinas es más complicado.
Sin embargo, los argentinos sostienen un bloqueo económico. Galtieri lo impuso y casi todos los presidentes desde entonces acataron las órdenes del general ante un curioso silencio de la opinión pública. Esto deja muchas preguntas ya que sólo un 15,3% de los argentinos aprueba la actual agresión económica hacia las islas, según el citado estudio de Vox Populi.
¿No será que la traicionera política argentina se reserva el conflicto para tapar más fracasos en otros planos? Esa pregunta se la hacen los isleños todos los días. Y se sigue: ¿si hubiera una crisis en Argentina, volverían a desembarcar? ¿Y la mayoría de los argentinos apoyaría un ataque en 2027 como aprueban el de 1982?
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Así, los falklanders siguen suspendidos en el estatus de 1982 contra una Argentina imaginaria pegada a Galtieri. Ellos temen por sus libertades y supervivencia. Y ese mensaje se refuerza cada vez que van al almacén: les sale carísimo porque todo debe venir de lejos ante el caprichoso bloqueo ordenado por un dictador y continuado por generaciones de abusadores de civiles pacíficos; no es la corona británica o sus fuerzas armadas, es gente que la pelea como puede. La retórica de guerra está en el precio del pan.
Concluyendo, es hora de que pongamos la historia en manos de los historiadores y que los líderes políticos abandonen la línea intelectual de la Junta Militar. Y llegó el momento de practicar los valores que los argentinos repiten.
Hay casi tres mil personas a minutos de vuelo de la costa argentina que temen -fundadamente- la agresividad y el desarraigo con ideas de genocidas.
*Periodista y analista internacional