OPINIóN
Historia política

Roca, frente a los hechos o el relato

La figura del teniente general Julio Argentino Roca es una de las que tiene un preponderante relieve. Junto con otros miembros de la Generación del ´80 del siglo XIX fue arquitecto de la Argentina moderna.

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Julio Argentino Roca | Carletto @MinistroArg- Facebook Archivo General de la Nación Argentina

En nuestra historia, la figura del teniente general Julio Argentino Roca (1843-1914) es una de las que tiene un preponderante relieve. Junto con otros miembros de la Generación del ´80 del siglo XIX —positivista y comtiana—, fueron los arquitectos de la Argentina moderna.

Fue militar, político, ministro, senador, dos veces presidente de la Nación y reconocido estadista. A los 13 años ingresó al Colegio de Concepción del Uruguay, fundado por Justo J. de Urquiza en 1849. A partir de los 16 años, participó en las luchas internas entre Buenos Aires y la Confederación Argentina (1859-1861)y en la Guerra de la Triple Alianza (1965- 1970). Condujo los hilos de la política argentina por más de 30 años. Su figura está reconocida y valorada en todo nuestro país: calles, avenidas, plazas, colegios, monumentos, ciudades, ferrocarriles y una división del Ejército Argentino inmortalizan su nombre. En 1879, con el grado de general a los 33 años, el presidente Nicolás Avellaneda lo nombró ministro de Guerra y Marina.

Conocedor como nadie de la línea de las “fronteras interiores”, en 1879, en circunstancias difíciles, condujo la denominada Campaña del Desierto y logró la incorporación de 375.000 km2 (aproximadamente la superficie de la República de Alemania) al patrimonio nacional, punto de partida para la ocupación y el control de nuestra Patagonia hasta el Estrecho de Magallanes. Su plan no difería mucho del de Juan Manuel de Rosas en 1833.

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Roca conocía como muy pocos nuestro país y la línea de fortines levantada contra el malón. Estos últimos eran hábiles guerreros, pertenecientes a varias etnias, que actuaban mediante “partidas a caballo”, en rápidos y sorpresivos ataques, sobre otros grupos de pacíficos aborígenes y principalmente sobre pequeñas poblaciones de la provincia, muchas ellas a menos de 300 km de la ciudad de Buenos Aires. Las consecuencias eran: asesinatos, incendios, saqueos, robo deganado, e inclusive de mujeres y niños. En 1820, mi pueblo natal, Salto Argentino, fue una de las tantas víctimas de esas correrías: incendiaron la Iglesia, degollaron a vecinos, robaron ganado y se llevaron a más de doscientas cautivas y gran número de niños.

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 El “malón” estaba conducido por los chilenos José Miguel Carreras y el cacique Yanquetruz (alias “El Feroz”). Para Nobelda Abril de Ciafardini: “… ambos dejaron el horroroso recuerdo de su paso, con inhumanas y feroces escenas de crímenes y pillajes, que convirtieron al Salto, en un campo de ruinas y desolación” (Salto, un pueblo con historia, pág.2), y lamentablemente no solo al Salto. Carreras, en carta a su esposa, manifestó: “Ayer, mi Mercedes, tomé el Salto. Mi objeto era sacar ganado y el de los indios saquear e incendiar el pueblo”. El jefe de la Guardia de Luján, Manuel Correa, en un parte al general José Rondeau, consignó: “…el cura de Salto, Padre Manuel Cabral, ha presenciado los hechos y la entrada de los indios al Salto (…) El caudillo es José Miguel Carreras y varios oficiales chilenos(…) Se dice que es tanta la hacienda que robaron, que todos ellos no son capaces de arrearla…”. (La Gaceta de Bs As, 6 de diciembre de 1820). Sobre lo expresado, entre otros, se explayan en poemas épicos: Esteban Echevarría en 1837 (La cautiva) y José Hernández en 1871 (Martín Fierro).

El Ejército Nacional poseía capacitación, armamento y decisión política para terminar con el flagelo, y en sus filas contaba con algunos miembros de tribus pacíficas que conocían las “tácticas” de los malones. No hubo combates importantes, porque ante la inminente derrota los indios optaban por huir o rendirse. Hubo mil cien muertos entre los malones y se liberaron mil cautivos. No hubo un genocidio como afirman algunos, ni tampoco fue un “paseo” como dicen otros.

 Comparto la conclusión de Mario “Pacho” O´Donnell: “La Campaña del Desierto fue una decisión geopolítica correcta. Y podríamos decir ‘urgente’: de no ocupar la Argentina la Patagonia, lo haría otra nación extranjera…”.

En una nota escrita para el centenario del fallecimiento de Roca, Rosendo Fraga recuerda: “El 19 de octubre de 1964, un gran presidente radical que fue Arturo H. Illia, presidía frente al monumento a Julio Argentino Roca en la Diagonal Sur, el acto en su homenaje con motivo del cincuentenario de su muerte. Diecisiete años antes de esa fecha, el Presidente que fue el político más destacado en la Argentina del siglo XX, Juan Domingo Perón, ponía el nombre de Roca al Ferrocarril del Sur, que había nacionalizado”.

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A los 37 años asumió su primera presidencia (1880-1886) y su vicepresidente fue Francisco Bernabé Madero. Roca definió claramente la importancia de la educación, tan es así que en 1882 convocó por decreto la reunión de un Congreso Pedagógico Sudamericano, al cual concurrieron delegaciones de Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Estados Unidos. El 19 de noviembre de ese año, como consecuencia del triunfo de las armas nacionales sobre la provincia de Buenos Aires, se fundó la ciudad de La Plata, prodigio edilicio y arquitectónico. Su ministro de Educación, Onésimo Leguizamón, elaboró la Ley 1420—piedra fundacional de la educación argentina— que se sancionó y promulgó en 1884. Esta ley —que sigue vigente, como tantas otras de sus dos presidencias—estableció la educación primaria, laica, gratuita y obligatoria. En 1885, por Ley 1597, se sancionó el Estatuto de las Universidades Nacionales, y por Ley 1565, se creó el Registro Civil, que quitó a la Iglesia esta función indelegable del Estado. Ambas leyes llevaron a un conflicto con el Vaticano; el Papa León XIII (Vicenzo Pecci) reaccionó duramente y se rompieron relaciones con la Santa Sede, que se reanudaron en 1890. También se suprimieron las estrofas del Himno Nacional con sentido bélico antiespañol; se creó la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y por primera vez se incluyeron las Islas Malvinas en el mapa se la República Argentina.

Roca asumió su segunda presidencia (1898-1904) el 12 de octubre. Lo acompañó como vicepresidente Norberto Quirno Costa; la “consigna paz y administración” de su primer mandato se potenció en el segundo. Logró importantes hitos en su política internacional. A fines del siglo XIX, reaparecieron los problemas con Chile por la demarcación de los límites fronterizos. En 1899, Roca se reunió con el presidente chileno Federico Errázuriz en proximidades de Punta Arenas (Chile),en lo que se conoció como el abrazo de Magallanes; la tensión desapareció y sometieron el conflicto al arbitraje británico (Los pactos de Mayo). En el inicio del siglo XX mejoró las relaciones con Brasil; visitó Rio de Janeiro y el presidente Manuel L. Campos de Salles vino a Buenos Aires en 1900. En 1902, su Canciller, José María Drago, elaboró la doctrina que lleva su nombre contra el cobro compulsivo de deudas contraídas por los Estados; lo hizo en apoyo de Venezuela, amenazada por Alemania y el Reino Unido. Ello mereció su presencia en el contexto internacional.

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En lo militar, por impulso de su ministro de Guerra, general Pablo Riccheri, se diseñó el Ejército moderno: redefinición de la misión del Ejército y la Armada, constriñéndolas a la defensa de la Nación y excluyéndolas de toda participación o vinculación política, privilegiando la profesionalización; reequipamiento con material y armamento moderno; desaparición de las milicias provinciales; unificación de grados, códigos y uniformes; creación de grandes acantonamientos en Campo de Mayo y Campo de los Andes (Mendoza), entre otros; y el Servicio Militar Obligatorio ( Ley 4031, que lleva su nombre). Esta ley, junto con la 1420 anteriormente citada, fueron factores homogeneizadores de nuestra sociedad. Los almirantes Onofre Betbeder y Martín Rivadavia (conocido como el Comodoro Rivadavia) avanzaron en la modernización de la flota y la construcción de la base de Puerto Belgrano.

Durante sus dos presidencias: se iniciaron las obras del subterráneo de Plaza de Mayo a Once; la red telegráfica llegó a 25 mil km, que ligó casi todo el país; la red ferroviaria superó los 10 mil km; se construyó el puerto de Buenos Aires (Puerto Madero) y se creó el Sistema Monetario Nacional, que terminó con la situación anárquica de que cada provincia emitía su propia moneda; se redactó un Código de Trabajo, elaborado por Joaquín V. González, José Ingenieros y Juan Bialet Massé, con cláusulas de avanzada, que no llegó a aprobarse; se inauguraron 600 escuelas y la iglesia Ortodoxa Rusa.

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¿Cometió errores Roca? ¡Seguramente que sí! ¿Qué político no los tuvo o no los tiene? Uno de ellos fue el tratamiento inadecuado dado a miembros pacíficos y a la familia de las tribus derrotadas, y privarlos de la repartición de las tierras recuperadas. Pero los hechos deben ser analizados y valorados con la hermenéutica de la época. La cuestión de la relación del pasado con el presente forma parte de la interpretación misma.

En sus exequias, en 1914, el presidente Victorino de la Plaza, entre otros conceptos, expresó: “Destácase el tacto político del general Roca. Rodeado de ministros de reconocida preparación, hizo un gobierno de progreso y de sana y acertada administración. Consolidó la paz y el orden público en todo el territorio; cimentó sobre buen pie las relaciones con los países vecinos, y los adelantos materiales de la Nación, en su comercio y en sus industrias; sus líneas férreas y otros medios de comunicación recibieron un constante y adecuado impulso (…) Restableció la tranquilidad interna y pudo entregar el país a su sucesor, en orden y prosperidad…”.

 

* Martín Balza. Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.