OPINIóN
Análisis

Memento mori democrático: nos olvidamos que las democracias pueden morir

La muerte es abrupta e irreversible. Necesitamos un rito que nos recuerde que nada está dado, que la paz necesita defenderse, que los derechos están hechos de obligaciones.

“Este es el espejo que no te engaña” / “Vanitas” - Tomás Mondragón - 1859.
“Este es el espejo que no te engaña” / “Vanitas” - Tomás Mondragón - 1859. | Cedoc

“La muerte destruye a las personas pero la idea de muerte puede salvarlas”. E.M. Foster, en El final del verano (1910).

1. El espejo de la muerte no miente.

En caso de sobrevivir, recordar: las democracias también mueren, terminan, tienen un final. Los Estados pueden ser Estados fallidos. Debemos tener presente que la democracia, la paz, el Estado y los derechos, incluso en su fragilidad y condición crítica actual, son temporales, no estarán para siempre. Todo lo que tenemos hoy, incluso en crisis, no es dado, no se defiende solo y puede tener un final irreversible.

Necesitamos una práctica cultural que recuerde que la democracia no es para siempre, que puede morir. Un memento mori cívico, republicano, democrático. Revitalizar un espacio institucional, una fecha, un rito, un evento, diferentes formas de pensar, sentir y recordar socialmente la muerte cívica, el posible fin de la república. Incorporar un ejercicio de diferentes formas para que no sea un rito cultural vacío como tantos otros, para que no se oxide. Recordar la muerte puede ayudarnos a recobrar una fuerza vital perdida en la democracia, un compromiso en una práctica social hoy debilitada.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Hoy es difícil pensar en llamar democracia a una forma de gobierno y Estado que mantiene a la mayoría de las personas bajo líneas de pobreza, precariedad e inestabilidad económica que las lleva a situaciones extremas, a vivir en la angustia del día a día. El sistema económico y sus actores parecen alimentar a la sociedad y a sus ciudadanos con una desesperación que ya las/os llevó a un lugar oscuro para abandonarlos ahí. La democracia es resultado de condiciones culturales, sociales e institucionales favorables y hoy las condiciones son favorables para reforzar lo peor del autoritarismo, la violencia y el caos social.

Las elites organizan el descontento social contra su sistema político con dispositivos que las seguirán beneficiando

La inestabilidad económica fomenta la guerra de pobres contra empobrecidos. Una batalla de pobres de clase media y clase media alta (empobrecidas) contra pobres bajo la línea de pobreza. La sociedad está derrotada de tal forma que no sabe darse cuenta que sus enemigos de clase son su misma clase y su futuro a la vez. Ciertos sectores de la sociedad necesitan alguien que despreciar para desplazar su autodesprecio, para dilatar, entendiblemente, el reconocer que fue derrotada hace años.

No se puede reconstruir una sociedad que tiene todas sus energías concentradas en autodestruirse. Los líderes de esa sociedad, su clase política e intelectual, está infantilizada y cegada por su narcisismo patológico, están hace por lo menos quince años en un Estado de negación y siguen confrontando y gritando en un juego de espejos.

Las políticas de identidades le dan toda la potencia a esa frustración, a esa confrontación impotente. La gran mayoría de la población gana salarios que -a precios internacionales- son de pobreza en un contexto de fuga de capitales y de capitalistas. El sistema político también tiene su fuga en términos tanto de fondos pero sobre todo de responsabilidad.

El sistema político está haciendo todo para dejar de ser el sanatorio en el que se alarga artificialmente la vida de la democracia y parece querer ser la casa de sepelio de la democracia. Hay sepultureros vocacionales que gozan con el clima de muerte. Las oligarquías y elites económicas, políticas y judiciales que hicieron de la democracia y el sistema político-económico un negocio incestuoso tienen al candidato que critica a la casta a su más fiel hijo y representante, otro espejo. Milei es hijo directo de lo que el Pacto de Olivos ocultó, de cómo se procesó la crisis del 2001, de la defensa del modelo de acumulación y matriz productiva que requiere deuda, fuga y devaluación, o sea, pobreza y más pobreza, menos y menos derechos.

Varones solos, resentidos y sin futuro: el peligro de tomar lágrimas de machirulos

La nitidez atroz de este momento crítico permite ver todo lo que también hizo la Corte Suprema para debilitar la democracia y la propia letra de la Constitución, para hacer lo propio con el Consejo de la Magistratura, con el federalismo, con las elecciones, para concentrar la economía y el negocio sin códigos. La jurisprudencia de la Corte hace tiempo demuestra que vive en otra realidad radicalmente distinta.

La Constitución también muere varias veces cuando los amigos de la corte consiguen excepciones en una Corte Suprema que “concede” esas excepciones mientras los jueces ni se enteran porque cuatro jueces firman más expedientes de los que pueden intelectualmente leer, procesar y decidir. La delegación genera una “práctica” subterránea de tráfico de influencias. Si el sistema político y económico son los sepultureros de la democracia, la Corte Suprema y el poder judicial son los sepultureros de la Constitución.

Jueces y políticos que tienen más vida en su pasado que en su futuro, que están más cerca de la muerte que de la vida, le dejarán un futuro atroz para generaciones abandonadas a colapsos políticos, económicos y ambientales. Haciendo negocios, lograron destruir el País en que muchos de sus padres hicieron política con honor y compromiso, defendiendo la democracia y construyendo Estado y derechos, para hacer emigrar a sus hijos odiando a su país. No tendremos ni tiempo para recordar sus insignificantes y lucrativas existencias ante los desafíos que tenemos en el horizonte.

Memento Mori
Recuerda que morirás. “Este es el espejo que no te engaña” - Tomás Mondragón - 1859

Pueden venir años de violencia inusitada, de dolor que provoca más dolor. Puede suceder una de esas tragedias de las que hablamos en clases de historia, en los círculos políticos, en la mesa familiar. 1930, 1955, 1976, 2001, son fechas que no deberían pasar desapercibidas en este clima.

Con sectores de la sociedad al borde del quiebre, el autoritarismo puede devorarlo todo. Las condiciones objetivas están dadas y fueron fomentadas por varios actores de manera irresponsable. Ciertas fuerzas políticas fomentaron un resentimiento tan intenso que terminaron devoradas y derrotadas electoralmente por sobrealimentar ese odio que no podía ser sino autodestructivo además de venenoso y antidemocrático.

El populismo judicial de la Corte Suprema de Estados Unidos reforzará las guerras culturales

2. Un sistema político que no diferencia ilusiones de soluciones está destinado a morir.

El sistema político se miente a sí mismo con ilusiones imposibles, como ya hemos afirmado, directamente fantasea. Hoy en día tiene fantasías y retro fantasías. Tiene retóricas gastadas imposibles de recuperar y otras nuevas fantasías de restauración, de orden y regreso.

La muerte lenta de la democracia es un proceso más que un resultado. Podemos vivir en este Estado zombie de democracia sin sistema nervioso o corazón democrático, sin vitalidad política. El vaciamiento de la cultura democrática es real. Una democracia sin demócratas, de asimetrías imposibles es inviable. El hecho que todo sea abandono y supervivencia genera los peores incentivos para el sálvese quien pueda, destruyendo la posibilidad de una comunidad política, de toda comunidad.

El derecho a la democracia está hecho del deber de defenderla, honrarla y profundizarla. Nuestros derechos están debilitados por la falta de una cultura ciudadana que nutra con obligaciones, con deberes y responsabilidades nuestro futuro político. No tendremos derecho a la democracia sin ejercer la obligación de defenderla, practicarla y mejorarla. La muerte de la democracia puede destruir todo pero la idea de muerte de la democracia puede salvarlo todo. Después queda la reparación de todo lo roto, la regeneración de todo lo que está, sin duda, podrido.

 

Lucas Arrimada da clases de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.