OPINIóN
Análisis

Varones solos, resentidos y sin futuro: el peligro de tomar lágrimas de machirulos

Humillados, quebrados, pobres, con miedo, en crisis identitaria y sin virtudes ni claros roles sociales a seguir. ¿Qué se gesta en el malestar de la soledad e impotencia?

Escena de la inquisición - Francisco de Goya - 1808
Escena de la inquisición - Francisco de Goya - 1808. | Cedoc

“La experiencia de la persecución fue, en el fondo, una de extrema soledad. Lo que está en juego para mí es liberarse del abandono que ha persistido desde entonces hasta hoy” - Jean Améry, “En los límites de la mente. Resentimientos.”, 1980.

1. El malestar de los varones y su impacto en la crisis política.

La ansiedad por un futuro cada vez más complejo afecta a todas y todos de forma transversal en la Argentina, en especial a las/os más jóvenes y adultos/as jóvenes. Los problemas económicos son problemas emocionales. Cómo hago para llegar a fin de mes, sobre todo en grupos familiares, es una pregunta angustiosa que el sistema político no ayuda a responder. No hay derechos ni futuro sin moneda fuerte ni una economía que trabaje para la sociedad y no para unos pocos especuladores.

La inflación y la crisis económica, en general, potencian el proceso de malestar psicosocial ya existente en tiempos anteriores a la pandemia. La soledad, las pantallas que desconectan, las guerras culturales, la búsqueda de atención como proyecto de vida, la necesidad de simular felicidad para audiencias, la crisis de la salud mental de las y los jóvenes son factores condicionantes en la polarización y fractura de las sociedades, en su fragmentación en tribus sociales como cámaras de eco, lo que inevitablemente trae más fricción, conflicto y aislamiento.

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Hace tiempo señalamos, en esta nota, que las políticas del resentimiento iban a generar una posible crisis política, que podrían traer tiempos oscuros, un sol negro. No era un acercamiento desde la disciplina sino un estudio y análisis atento a cuestiones sistémicas e históricas junto al azar de haber podido documentar ciertos casos de estudio desde el año 2013 y poder observar esos procesos sociales desde cerca.

Los problemas en las relaciones sociales y en la salud mental no son exclusivos de ningún segmento social pero afectan en especial a ciertos grupos etarios, de clase, de género o del clivaje rural/urbano. Por ejemplo, el neurocientífico Robert Sapolsky (Stanford) ha mencionado que el estrés puede reducir la expectativa de vida de las personas con problemas de ingresos en hasta 20 años y en un país que vive con la única certeza económica del estrés inflacionario debería tomarse en cuenta. Por otro lado, el psicólogo social Jonathan Haidt (NYU) resalta los procesos de autolesión en niñas y jóvenes mujeres producto del uso de las plataformas como Facebook e Instagram, el impacto en la autoestima, en mayor ansiedad, la tendencia a la depresión y en la reducción de los márgenes de atención. Las plataformas no fueron pensadas para niñas/os y su impacto psicológico y cognitivo es tan inevitable como subestimado. Niñas y niños son “los sujetos/objetos” del experimento social a cielo abierto desarrollado por las plataformas, sus crash test dummies. (Ver nota “El peligroso experimento en ñiñas jóvenes” 21/11/2021, revista The Atlantic).

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La pobreza impacta como grupo más a las mujeres, que además suelen desarrollan tareas de cuidado, fundamentales en la crisis por venir. Reconocer esto, junto a la importancia del movimiento de mujeres a nivel histórico y actual, su lucha contra la desigualdad y las violencias históricas, por más y mejores derechos, no puede impedir incluir la ausente problemática de varones y hombres en este escenario electoral. Este último punto podría traducirse en dos tesis. Primera tesis: los varones en general y los varones jóvenes en especial cumplen un rol importante en estas próximas elecciones. Segunda tesis: se puede hacer mucho para que la reafirmación política de las masculinidades no sea reaccionaria y regenerar vínculos rotos por las guerras culturales. Estamos a tiempo.

La crisis de las masculinidades y la soledad de los varones, esto es jóvenes y adultos, niños y hombres, se puede negar pero será uno de los factores que definirán el futuro político. Estamos viendo una generación, sobre todo en los jóvenes, de varones solitarios, aislados, frágiles pero con mucha bronca, sin trabajo ni futuro. Un peligro en gestación, incentivado con una crueldad irresponsable y ya capitalizado electoralmente por sectores que espejan esa crueldad feroz. Hay que salir del Estado de negación.

El deterioro de las condiciones materiales de vida de los varones jóvenes potencia la depresión y la ansiedad. La falta perspectiva laboral, económica y de roles sociales aceptados de forma clara hace que ser varón joven o joven adulto sea hoy un desafío. La puesta en jaque de la masculinidad invita a una reafirmación que aunque podría haber sido idealmente reflexiva quizás sea simplemente defensiva y reaccionaria.

Varones con miedo de iniciar relaciones sociales en general y relaciones sexoafectivas en particular. Varones sin amigos o grupos de pertenencia, que se sienten inseguros, frágiles y sin contención, sin virtudes públicas ni roles a cumplir en una sociedad que los castigó en público, que los menosprecia y disfruta de tomar “lágrimas de machirulos”, justo cuando los varones supuestamente no lloraban y debían expresar sus sentimientos más. ¿En qué quedamos?

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Fueron estigmatizados, rotulados, condenados en la plaza pública sin juicio ni garantías por sectores que fomentaron una guerra cultural autodestructiva con resultados evidentes. Se los castigó o amenazó socialmente (cancelación, linchamientos públicos, etc) para siempre. Los feminismos y sus agendas no son el problema sino el punitivismo de ciertos grupos feministas que fueron funcionales a la expansión de una cultura de la crueldad, censura y maltrato, y que ampliaron el espectro de alcance del aparato judicial y represivo con criterios de peligrosismo preventivo y cuyo legado es una cultura policial de control horizontal, donde todo es pánico, estigmatización y desconfianza recíproca.

Así se han formado patrullas de escrache/cancelación autogestionadas en escuelas secundarias, entre otros ámbitos, para hacer castigos públicos a niños varones y niñas mujeres también. Repito: niños y niñas (!!) de 12 o 14 años por ejemplo. Los llamaron “jóvenes abusadoras/es” o “alumnas/os abusadores” sin proceso ni garantías antes de investigar los episodios. Excluyeron a niñas y (sobre todo) niños de cursos, festejos, espacios sociales, viajes de estudios, viajes de egresados, forzando cambios de institución y creando castigos sociales que apelan a la destrucción del estatus de adolescentes en pleno proceso de construcción de identidad, masculinidad y humanidad.

Por otro lado, construyendo espacios pedagógicos policiales en los que ante el simple conflicto o a la alegada -ni probada y a veces incomprobable- violencia se le responde con estigmatización, castigo sin proceso y la expulsión de la comunidad, la destrucción de la reputación, la humillación pública del acusado informal. En escuelas secundarias se construyó una cultura en la que la acusación es la condena directa. Se fomenta la creación de una cultura que es el alimento principal del punitivismo cultural del linchamiento directo, caótico y vindicativo, parapolicial y sin garantía institucional.

Ese pánico social y sexual hoy lo vemos extendido a los jardines de infantes y los estudios demuestran que tiene efectos por décadas en la cultura política e institucional. En la década de los ochenta los pánicos sociales fueron una herramienta de acumulación de poder de ciertos sectores políticos y religiosos para expandir el Estado punitivo y represivo en diferentes países. Ya sucedió. Un error garrafal a nivel institucional de las/los adultos responsables, las autoridades políticas, educativas, que caen en el pánico y habilitan los linchamientos autogestionados, orquestados o espontáneos, que refuerzan con tortura, el castigo de la acción directa, el miedo y la soledad.

Estas guerras culturales tienen la estrategia de maximizar ganancias de corto plazo: agenda, atención, recursos con la producción de miedo o pánico expansivo. Para dejar el costo en el largo plazo: trauma, disfuncionalidad, resentimiento, incertidumbre, sospecha, desconfianza, soledad, destrucción de lazos en las comunidades. Ganancias de corto plazo, daños sociales de largo plazo. Una práctica con claros ganadores y perdedores y en varias áreas tan frecuentes como sensibles (seguridad, drogas, corrupción, trabajo sexual, etc).

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2. El pánico político o social se puede crear con facilidad.

El pánico político o social se puede crear con facilidad a través de un grupo de Whatsapp y redes sociales, con trolls, denuncias falsas y apelando a la solidaridad en un tema sensible, con presentaciones que se licuan en el tiempo del proceso administrativo o judicial, denunciando corrupción en casos resonantes (Lava Jato) o malversando información pública. Se puede usar para bajar unos puntos a un rival electoral. El pánico es una herramienta de manipulación política y un obstáculo para pensar racionalmente en tiempos intensos. Con rumores económicos se puede desestabilizar gobiernos, aumentar costos de una medida y con rumores políticos se puede intentar destruir a opositores. Mucho más en tiempos de viralidad de noticias falsas e irracionalidad con esteroides. Las redes de rumores son formas de destruir reputaciones usadas desde tiempos inmemoriales y bien reflejadas en las investigaciones históricas sobre caza de brujas y persecuciones a minorías religiosas o sexuales.

La política de pánicos sociales, linchamientos, denuncias falsas en casos públicos y resonantes -véase varios a nivel nacional o internacional- fueron contraproducentes para todos los sectores. Las prácticas son nefastas y al señalarlas no queremos identificar personas ni encontrar culpables porque el castigo es parte del problema y no de la solución. El punitivismo social, cultural, legal y judicial fue usado contra todas y todos, pero sobre todo contra los varones, niños y hombres con los efectos políticos que vemos y seguiremos viendo.

Estigma y soledad del payaso
Estigma y soledad del payaso - “Soir bleu / Tarde azul“ de Edward Hopper, 1914.

En esa coyuntura de resentimiento y conflictividad, los procesos judiciales de divorcios se transforman en largas y redituables guerras judiciales. En medio de ese campo de batalla legal con consecuencias culturales y sociales quedarán hijas e hijos en desarrollo.

Los que se beneficiaron no importan. Lo importante es evitar las prácticas lesivas. Lo peligroso es dejar los incentivos hacia esas prácticas si el costo de realizarlas es cercano a nulo, tiene beneficios directos y capacidad de daño inmediato e irreversible. Lo claro es que no se beneficiaron las mujeres ni los hombres como grupo, especialmente no las jóvenes mujeres, los jóvenes varones, aquellos que siguen siendo en términos legales niñas y niños. Tampoco se beneficiaron las diversidades y minorías sexuales. Los pánicos embrutecen y son ideales para ocultar el empobrecimiento social mientras se distrae. Se puede fomentar la irracionalidad y devolver pánico con pánico y así hoy estamos viendo espiralar “la discusión” de la educación sexual integral. Es jugar con fuego en tiempos de emociones incendiarias.

Se decidió impulsar una agenda pública y mediática y no frenar ante los derechos humanos, ante las garantías constitucionales, ante las consecuencias de las políticas de manipulación con miedo, ante una posibilidad de un cambio paciente y paulatino. Los linchamientos y despedazamientos públicos bienintencionados (sic) fueron violación de derechos humanos. Hostigar, difamar, destruir reputaciones, con “buenas intenciones” es también violar derechos humanos. Ser respetuoso de los derechos humanos y garantías constitucionales, del debido proceso, no fue una práctica muy virtuosa de los linchamientos de la virtud.

El hostigamiento público se presentó como herramienta pedagógica para “invitar” a deconstruir a varones -entiéndase generar miedo- en contextos de empobrecimiento progresivo y colectivo de los últimos ocho años. Esas políticas de miedo y censura, manipulación, solo podían ser negativas. Fue muy útil para una minoría que acumuló atención y así expandió su poder momentáneo pero los resultados sobre las mayorías de varones, mujeres, en las relaciones sociales, íntimas, públicas y privadas, laborales, y sus perspectivas de qué hacer con todos sus efectos, con el rencor social creado es algo que la sociedad deberá saber canalizar rápido para que no se vuelva antisocial, autolesivo o violento, de todas formas peligroso. Momento cultural, contexto económico y escenario político lo deberían hacer más claro hoy que nunca.

La crueldad cerrará la grieta como una tumba: sobre los procesos de deshumanización sin freno

Las políticas de escucha, contención y atención para los varones no significan reducir las políticas de género y diversidades. No es un juego de atención y suma cero. Hay que pensar más allá de esa lógica.

El abandono general y el maltrato hacia los varones por parte de algunos grupos intensos en diferentes espacios de los partidos políticos fue manifiesto y los costos de esa decisión política fue maximizado por otros sectores. Mientras ciertos progresismos estaban en estado de negación de las prácticas de violación de derechos humanos y de sus peligrosos efectos, sectores conservadores vieron el campo abandonado y cosecharon rápidamente. El maltrato a los varones, niños y hombres, no puede sino perjudicar también a las mujeres, a las diversidades, a familias enteras y a la sociedad en su conjunto.

La crueldad social cierra la grieta, ya hemos afirmado. Esas prácticas se pueden identificar en todos los espacios políticos y sus efectos concretos en estos últimos cinco a diez años nos trajeron a este contexto de crueldad transversal, haciendo dialogar a gritos tragedias pasadas con nuevas tragedias asomando en el horizonte.

3. Gestando violencia en el malestar de la soledad e impotencia.

De las lágrimas de machirulos a su expresión directa, social y electoral. Las pasiones bajas pueden ser una fuerza destructiva sin límite y son más peligrosas a nivel político. También puede ser una energía reconducida de manera paciente e inteligente para ser usada de forma reconstructiva, regenerativa. La precariedad de la inmigración generó comunidades de unión y beneficencia, hospitales sociales (Alemán, Español, Italiano, etc), escuelas y centros sociales como respuestas comunitarias positivas.

Hannah Arendt fue una de las primeras pensadoras en enfatizar la conexión entre soledad, aislamiento y los orígenes de los procesos totalitarios. Los estudios demuestran con datos lo preocupante de la situación de los varones jóvenes en el mundo. Por un lado, ciertos estudios, como los del Portal Big Think de la Fundación Koch, afirman que la soledad es un problema estable y no estamos ante una epidemia global de soledad. Así relativizan que haya una epidemia global de soledad con datos comparativos. Por otro lado, en esta encuesta del Centro de Investigación Pew se identifica que el 63 por ciento de los varones entre 18 y 29 años están solteros. En este artículo de Hillary Clinton en The Atlantic se alerta sobre el uso político de la soledad en varones en los Estados Unidos por sectores radicalizados.

Scott Galloway (NYU) es alguien que hace dos años viene señalando que la problemática de hombres comienza con varones jóvenes solos, anímicamente quebrados y lo señala con datos duros en Estados Unidos en este artículo. Varones jóvenes que según las estadísticas presentadas tienen una tendencia marcada -en contraste a las mujeres- a la depresión, hacia la violencia física , a la autolesión, el suicidio, a seguir viviendo con sus padres, a tener problemas de inserción laboral, abandono escolar o baja performance en el sistema educativo en el que son ya un grupo en caída, a entrar en consumos problemáticos de drogas legales o ilegales, blandas o duras, al ser seleccionados por el sistema penal, al creer en teorías conspirativas, a ser atraídos por burbujas de discursos de odio, racismo, misoginia, transfobia y homofobia abierta, a radicalizarse y pasar a las acciones extrema.

Si la epidemia de soledad masculina se reconoce como real o potencial a nivel global, los peligros que mencionan Clinton y Galloway deberían preocupar a todo líder político en Argentina y la región. Cabe ver la correlación entre votantes de extrema derecha y varones pero también de cambiar las prácticas e incentivos sociales de las guerras culturales que favorecen esos climas propicios para más resentimiento y violencia.

En Argentina las acciones demenciales ya afloraron (y las hemos tratado y documentado en nuestros aportes), la vuelta de la violencia política ya sucedió y la deshumanización se hace presente cada semana en la campaña electoral. Los acuerdos trans-partidarios para frenarla, la respuesta política, educativa e institucional es lo que sigue faltando.

La indignación reactiva no es una forma de defender la democracia

En nuestro país debería conectarse esa soledad también con la falta de proyecto político y de perspectivas sociales más allá de parches y placebos. La crisis económica y política, la pobreza creciendo, el narcotráfico en expansión, los consumos problemáticos, el hedonismo depresivo, la crueldad patente como forma de reafirmación social, la polarización política y la debilidad estructural de un Estado resultan factores para alertar sobre lo que viene.

No es extraño que ciertos grupos religiosos o los gurús nacionales e internacionales de la masculinidad muscular y del estatus por riqueza aparezcan como modelos ante varones solitarios en crisis y que sus roles en jaque se refuercen de forma autoritaria. Como ya marcamos, la violencia política ya está presente en diversas formas y espacios. La fría organización del espectáculo de la crueldad hacia los varones anunciaba el posible efecto boomerang reaccionario.

Las mejores intenciones de cambio a través de las peores herramientas de la humillación pública construyeron estas próximas temporadas de un malestar social lleno de traumas y cicatrices emocionales. Todo el show de crueldad y resentimiento sembrado por la violencia patriarcal de ciertos grupos sobre niños y varones será -o ya fue- usado para fomentar una regresión política. A la irresponsabilidad de ciertos sectores que actuaron de forma dañina fomentando y aumentando un malestar con extrema crueldad le puede seguir la reacción irresponsable y demente de los que manipularán ese descontento.

La violencia de ciertos feminismos patriarcales contra los varones -en especial contra los varones jóvenes- no podía sino reforzar las injusticias estructurales, no podía sino fortalecer al tan mentado patriarcado.

El peligro de episodios de violencia como retribución está latente cuando no hay mecanismos de contención de un destrato que se acumuló durante años y fue utilizado por varios actores para canalizar lo peor.

La bibliografía tanto nivel nacional como a nivel internacional (Bell Hooks, Richard Reese, Warren Farrell, Shanna Swan, Michael Kaufman por mencionar algunos recientes) aportan miradas interesantes en un contexto en el que no tenemos mucho tiempo para procesar, tenemos mucho que regenerar y el principal control de daños es bajar la intensidad de la guerra cultural.

Krisha lee los diarios de Anaïs Nin
Krisha lee los diarios de Anaïs Nin - Marcia Schvartz - 1983.

Se llega a esta situación porque se fomenta la censura, la autocensura, y no se asume el costo de tener discusiones públicas en un contexto, debemos reconocer, donde parece casi imposible construir espacios de conversación e intercambio razonables y en paz. El miedo es entendible pero los costos de la inacción pueden superarlo todo. También, los grupos que crearon estas prácticas culturales de pánico, aunque estén como células dormidas, son los que amenazan con persecuciones y cancelaciones, pueden armar causas, denuncias espectaculares porque esas son sus formas de construir atención, acumular poder, silenciar y perseguir. Vivir en la guerra cultural y en la distracción de nuevos conflictos. Acumular poder con la excepción del pánico.

La discusión de la masculinidad tóxica -a veces- parece contraproducente y sin duda debe ser repensada, reenfocada. Sobre todo si se piensa que toda masculinidad es tóxica. En eso coinciden varios especialistas como Richard Reese. Se trata a los varones con prácticas en algunos casos similares a las “terapias” que las mismas mujeres sufrieron en el pasado, o las “terapias de conversión” contra la homosexualidad. Nos resulta claro que una masculinidad sin la capacidad de expresar todas sus emociones es limitante, es incapacitante y le quita una fuente de intensidad y profundidad a los varones, a su masculinidad. Inseguridad, fragilidad, obstáculos, dolor, ansiedad son adversidades necesarias para desarrollar capacidades humanas constructivas y un carácter sólido para cualquier persona. No hay coraje sin temor, no hay fortaleza sin dolor, no hay camino sin obstáculo.

Reflexionar sobre estos temas es exponerse, es explorar el miedo, es reconocer la incomodidad y la inseguridad de discutir la fragilidad individual o colectiva aunque sea ya evidente. Más fácil es reaccionar, sintonizar con el resentimiento colectivo, votar en silencio en un cuarto oscuro como tantos procesos políticos recientes (Brexit, Trump, Bolsonaro, Chile 2022, etc) que trajeron regresiones y errores inducidos cuando no se escuchó el descontento de mujeres y varones por igual. Esa parece la invitación del momento político actual, de los últimos dos años, de los últimos dos gobiernos.

4. El sistema político dejó larvar y leudar el descontento social.

El sistema político dejó larvar el descontento social en forma irresponsable en los últimos ocho años. La economía es, sin duda, el problema central de la actual coyuntura. La angustia económica es la que destruye la paz social y la estabilidad mental. El descontento social es estructural porque la economía está en restricción sistémica y para salir de la encrucijada se necesita cooperar en lugar de vivir en la confrontación. Los últimos dos gobiernos profundizaron la confrontación y así el descontento que hoy amenaza tanto al sistema político como a la sociedad.

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Todo el malestar social fue abandonado a su larvado y leudado para después ser estimulado de forma intensa por sectores de los más irresponsables de la historia Argentina. Poner nafta al fuego siempre aumenta el enojo que capitaliza aquel jugador que lleva todo al extremo, hasta el mismo precipicio. Al conjurar volátiles políticas del resentimiento de máxima intensidad en la sociedad, y en especial en los jóvenes, ese juego puede terminar en una autolesión colectiva y generar una tragedia histórica.

Si los varones jóvenes reaccionan al punitivismo de los linchamientos con la misma crueldad e insensibilidad es posible que estemos ante una tragedia de enormes dimensiones. La oportunidad es no devolver la crueldad con crueldad, es fortalecerse en coraje y resiliencia, compasión y templanza. Es usar la experiencia negativa de forma positiva, transformarla en materia prima y combustible de algo constructivo, sin transmitir el dolor a las próximas generaciones. Transmitir las lecciones, no las lesiones.

La sociedad, en tanto generaciones de mujeres y varones, puede hacer mucho para quebrar el círculo vicioso de la retribución y el resentimiento, de la crueldad cruzada. Algo que Simone Weil puso en palabras de la siguiente forma:

“El dolor y el sufrimiento son una especie de moneda que pasa de mano en mano hasta llegar a alguien que los recibe pero no los transmite”.

La circulación de moneda y de dolor. ¿Qué hacer con ellos? Hay una conexión central entre ambas en las encrucijadas que enfrentamos. De cómo respondemos a ambas puede depender nuestro futuro.

El peligro central para los varones es reafirmar su masculinidad perdiendo toda su humanidad. Perdiendo todo su coraje y fortaleza, toda la capacidad de darle sentido al dolor, toda la sensibilidad y empatía hacia las injusticias y hacía la angustia propia y ajena, sin poder salir de la ansiedad y el daño provocado, sin redescubrir y reconstruir sus innegables virtudes históricas e inventar nuevas, sin poder revisar las prácticas heredadas que se deben cambiar y también son fuente de su propia impotencia, tristeza y soledad. Un peligro que comparte con el resto de la sociedad expresando su descontento social en forma de grito electoral.

 

Lucas Arrimada es docente en Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.