Corría el mes de mayo de 2019, cuando Cristina Kirchner lanzó un tweet que sacudió el panorama político del país. En su mensaje, anunció que el candidato a presidente para las elecciones de ese año sería Alberto Fernández, un hombre de experiencia política que había sido jefe de gabinete del ex presidente Néstor Kirchner. Pero, además, Cristina Kirchner también anunció que ella misma sería su compañera de fórmula, ocupando el puesto de vicepresidenta.
La noticia cayó como una bomba de entusiasmo en la militancia peronista, quienes abrazaron a Alberto Fernández como el líder que tomaría la posta del legado iniciado por Néstor Kirchner en 2003. Su lugar privilegiado en las primeras filas del origen del poder kirchnerista lo posicionaba como la opción adecuada para darle continuidad a las luchas por la justicia social y la igualdad que habían caracterizado al gobierno de los Kirchner.
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El triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en las elecciones de octubre de 2019 marcó un momento decisivo en la política argentina. Con Alberto Fernández como presidente y Cristina Kirchner como vicepresidenta, se prometió continuar el legado político de Néstor Kirchner y luchar por un país más justo y equitativo.
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La emoción y la esperanza se apoderaron de las calles de Argentina, mientras la gente celebraba el triunfo del peronismo y la vuelta de Alberto Fernández al poder. Con un sentimiento de cambio en el aire, comenzaba una nueva etapa en la política del país.
No pudimos, no supimos, o no quisimos
Pero esto no es un cuento con final feliz… esto es Argentina.Tras casi cuatro años de una gestión tumultuosa y plagada de conflictos internos, el presidente Alberto Fernández decidió finalmente abandonar sus aspiraciones de presentarse a la reelección tras meses de intimidaciones del kirchnerismo que dieron por finalizada la aventura albertista.
Su gobierno estuvo marcado en gran parte por las peleas internas dentro de la coalición gobernante, las amenazas permanentes de ruptura y la gradual y creciente sensación en la sociedad de que la política es ajena a los problemas cotidianos de la gente.
Tras una dura derrota electoral en las PASO de 2021, el gobierno de Alberto Fernández se vio sumido en una crisis política sin precedentes.
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La contundente victoria de la oposición sacudió los cimientos de la coalición gobernante, y expuso a los ojos de la sociedad las profundas divisiones y tensiones que habían estado latentes desde el comienzo de su mandato.
En medio del caos y la incertidumbre, la vicepresidenta Cristina Kirchner, en un intento de despegarse del fracaso electoral, avivó la interna con feroces críticas al gobierno. La campaña electoral estuvo signada por frases de la vicepresidenta advirtiendo sobre "funcionarios que no funcionan" y "sugiriendo" a ciertos ministros que "vayan a buscar otro laburo".
Desde aquella fractura en 2021, Alberto Fernández hizo de la templanza su baluarte frente a las facciones que intentaban imponer su agenda, lo cual generó una neutralización y pasividad frustrante para los miembros del Frente de Todos.
La economía fue sin duda el talón de Aquiles del gobierno de Fernández. La pandemia de COVID-19 y la crisis económica global que lo acompañaron, generaron una fuerte presión sobre el gobierno para tomar medidas efectivas que mitigaran los efectos económicos.
Sin embargo, el presidente y su equipo económico no lograron encontrar una solución satisfactoria que frenase la inflación y pusiera a la Argentina de pie. Grandes gestas como la "Guerra contra la inflación" quedaron en slogans y batallas que nunca se concretaron, dejando una inflación del 100% y la licuación del poder adquisitivo.
Sin embargo, sería injusto hacer un balance de la gestión sin remarcar los hechos positivos y los avances en la institucionalidad.
Durante su entrevista en el programa "El Método Rebord", Alberto Fernández manifestó uno de los objetivos políticos que marcaría su presidencia: democratizar al peronismo y conformar una coalición que imitase al Frente Amplio en Uruguay o a la Concertación en Chile.
Este objetivo habla de su convicción democrática y de su apego por la institucionalidad. Aunque cabe destacar que esta epopeya lo llevó a desatender las gestiones económicas y demandas de la ciudadanía, en un contexto de colapso económico, político y social a nivel internacional.
Es claro para las generaciones más jóvenes que estamos frente a un cambio de época y, a la vez, en uno de los momentos más confusos de nuestra historia.
En la Argentina, los presidentes salientes suelen ser figuras golpeadas por la frustración y las carencias del presente, pero nunca dejan de ser la imagen de un contexto que supo interpelarnos. Es el lugar de la historia el de enaltecer o denigrar a los personajes que la hacen, y solo el tiempo revelará en donde decide colocar al Presidente que nadie esperaba y que nadie pronosticó.
* Lic. Ciencias Políticas (UCA) y Maestría en Gobierno (UBA). Profesor de Gobierno y Administración de la República Argentina (UCA).