OPINIóN
Aniversario

El 24-03 y los '70

A 45 años de la dictadura militar, se merece una reflexión para no favorecer la ruptura de una institucionalidad republicana y evitar la intención de varios grupos ideológicos en cuanto a reivindicar las propuestas de Montoneros.

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Los cuerpos de los montoneros quedaron en el cuartel. | Cedoc.

El 24 de marzo de 1976 las fuerzas armadas dieron un salto cualitativo en lo que venía siendo una práctica malsana de intervención en los asuntos públicos de la república. Iniciadas en 1930 y tras sucesivas intervenciones llegan a la de 1955 cuando, en connivencia con la iglesia católica, interrumpen un prometedor proceso de reorientación económica del general Perón. Después ponen freno a los proyectos desarrollistas de Frondizi para volcarse de lleno al populismo retardatario de la mano de Onganía. Pero lo de 1976 fue distinto. Como ha sido puesto en evidencia desde diferentes fuentes y medios, con ferocidad enceguecida no dejaron crímenes sin cometer ni dejaron derechos sin violar.

Las reacciones desde la política y desde las organizaciones de la sociedad civil impusieron un “Nunca más” que afortunadamente se fue consolidando con el correr de los años, y para fines del siglo pasado el objetivo parecía haberse cumplido.

Ya pasados cuarenta y cinco años de ese terrible episodio parece oportuno completar la revisión de lo sucedido de manera de no favorecer, por omisión, las condiciones para una nueva ruptura de la institucionalidad republicana; quizás sin intervención militar y no tan feroz y criminal como la de entonces, pero de todas maneras muy destructiva de lo institucional, de la convivencia civilizada y un obstáculo para una política de desarrollo económico capaz no sólo de terminar con la pobreza que nos agobia, sino de crear la riqueza que equitativamente distribuida permitiría el bienestar material, social y cultural de todos los argentinos.

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Las reacciones desde la política y desde las organizaciones de la sociedad civil impusieron un “Nunca más” que afortunadamente se fue consolidando con el correr de los años, y para fines del siglo pasado el objetivo parecía haberse cumplido.

Es necesario recordar que en los setenta tuvo lugar también una propuesta de país ajeno a nuestra idiosincrasia republicana y enemiga de la propiedad privada de los medios de producción; el que pretendió ser impuesto a la sociedad mediante levantamientos armados en contra de gobiernos legítimamente constituidos. De los movimientos que lo intentaron el de Montoneros fue el más importante, comandado por jóvenes pertenecientes en gran medida a las clases acomodadas de nuestro país y con altos niveles educativos, quienes obraban bajo la influencia de ideas que recorrían la región y que se inspiraban ya en la revolución cubana o en las enseñanzas de la teoría cristiana de la liberación. Movimientos que en su accionar usaron la violencia y llegaron a cometer delitos no justificables (aunque nunca comparables con los de las fuerzas militares), y que recibieran autocríticas por parte de algunos de sus miembros combatientes (como es el caso, entre otros, de Oscar Terán que publicara en Siglo XXI De utopías, catástrofes y esperanzas, capítulo: “La década del 70: La violencia de las ideas”).

De lo que se trata ahora, a casi cinco décadas de aquellos años setenta es de levantar la guardia para que la condena a la dictadura militar

De lo que se trata ahora, a casi cinco décadas de aquellos años setenta es de levantar la guardia para que la condena a la dictadura militar, sobradamente merecida por cierto, no esconda una defensa solapada de un modelo de país que ni siquiera se parecería al de la Cuba de Fidel (que con errores y represiones intolerables se ha guiado por principios e ideales respetables), sino a la Venezuela de Maduro (sin ningún principio que vaya más allá del control absoluto del Poder para enriquecimientos personales), que no ha trepidado en perseguir, torturar y matar a miles de venezolanos, como lo ha registrado institucionalmente el informe elaborado por la comisión de Naciones Unidas encabezada por la ex presidente chilena, socialista, Michelle Bachelet.

Y debe tratarse ahora, sin tiempo para distracciones, en la medida que se hace cada vez más evidente la intención de varios grupos ideológicos en cuanto a reivindicar las propuestas de Montoneros para ser aplicadas en nuestro país. Reivindicaciones que aumentan en número y en la jerarquía institucional de sus portavoces. Cuando la dirigencia de la principal fuerza política del país hace parte de esta campaña es urgente salir al paso de semejantes propuestas.