OPINIóN
Elecciones 2019

No maten al encuestador (controlémosle el método)

La corriente de opinión que intenta desacreditar por completo a las encuestas, comete un gran error porque nos dejaría sin herramientas de análisis sobre una realidad.

Encuestas
Encuestas. | Tumisu / Pixabay.

Una de las herramientas más valiosas que tenemos para estudiar los cambios en la opinión pública, es justamente el de las encuestas de opinión. Por ello, la corriente de opinión que intenta desacreditar por completo a las encuestas, comete un gran error porque nos dejaría sin herramientas de análisis sobre una realidad que, a vistas de los resultados de las PASO y de las últimas elecciones, ha demostrado tener una capacidad de sorpresa sobre el investigador más avezado.

Las elecciones del 27 de octubre dejaron un resultado muy interesante desde varios puntos de vista:

  1. los que ganaron, no llegaron al porcentaje que imaginaban iban a conseguir (52%) y finalmente alcanzaron un 48 % de los votos.
  2. los que perdieron, no lo hicieron en los porcentajes que imaginaban algunos analistas que predecían un techo de 32 o 35%. Obtuvieron un interesante 40%.
  3. La distancia entre el primero y el segundo, no es tan grande (8 puntos) y se evitó un balotaje que hubiera sido dramático.

En síntesis, hubo ganadores relativamente claros y perdedores no tan debilitados. Buenas señales para un sistema de fuerzas políticas más competitivo y dinámico.

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Pero el centro de este artículo busca reflexionar sobre las críticas a las que son sometidas las encuestas y los encuestadores, al no haberse encontrado un solo estudio que haya acertado en los guarismos finales que arrojó la elección. Con lo cual, en la opinión pública, aparecerían tres narrativas,

  1. las encuestas son manipuladas para sesgar el voto de la población,
  2. las encuestas no son confiables, y
  3. la gente le miente a las encuestas porque no confía en ellas o en el encuestador.

La lección del Brexit y las encuestas fallidas, parecen señalar también, que podría haber una opinión pública que cambia más rápidamente que las encuestas que intentan registrarla, por lo tanto, el resultado siempre estará desajustado.

Creemos también que podría estarse registrando un efecto de “profecía autocumplida”; la opinión pública al desconfiar de las intenciones de las encuestas o estar cansada de tantos sondeos de opinión, terminan expresando una opinión falsa al encuestador, con lo cual lo que miden las encuestas es un clima ficticio y por lo tanto no van a aceptar en los pronósticos. Se puede decir además que, ante la falta de confianza en el sistema político y los dirigentes, o el imaginar a la encuesta como un elemento que no torcerá el rumbo de su situación personal, el ciudadano acopla al encuestador como parte del sistema del que descree. Y eso refuerza esta idea de expresar falsedades, o engañar al instrumento de medición.

Cómo se hacen y cuánto cuestan las encuestas que influencian las elecciones

Se puede decir también que existe una tendencia a creer que la encuesta es una ciencia inobjetable, porque expresa su conocimiento de la realidad mediante números. Y los números no mienten. En términos epistemológicos, una encuesta es ciertamente un método cuantitativo, pero de un paradigma del conocimiento que se maneja en términos interpretativos, de una realidad analizada por el cristal subjetivo del investigador, en donde las creencias y valores del mismo no están separadas del objeto que investiga. El encuestador no es un físico nuclear, ni un químico, ni un matemático. Es un científico social que estudia una realidad mediante la interpretación de sus manifestaciones. Y como tal, sus conclusiones no son infalibles, ni tienen alcance de leyes universales e inmutables. Es un punto que desde hace rato veníamos olvidando, desde las disciplinas que estudian el comportamiento político.

Pero tenemos que reconocer que, sin encuestas confiables, muchas decisiones que deben tomar los diversos actores que las utilizan, se producirían con un margen de información exiguo y por lo tanto aumentaría el grado de incertidumbre de los resultados que tienen ciertas medidas.

Con una aplicación, ayudan a distinguir si una encuesta es confiable

Una de las posibles salidas a este “encuesticidio” es mediante la construcción de un ránking de confiabilidad de las consultoras y/o universidades que realizan estos estudios sustentados en dos cosas, a) su grado de acierto con los resultados y b) el método utilizado. El organismo que dictaminaría esta calificación, bien podría ser una universidad u organismo científico idóneo. Así, cada encuestadora tendrá un número que acreditaría su precisión.

En política existe una frase muy común y es la que expresa: “ante las malas noticas, mate al mensajero”. Creemos que el precio que está pagando una metodología social muy refinada como las encuestas de opinión es desmesurado respecto de los grandes aportes que han hecho al conocimiento científico en las ciencias sociales. En síntesis, rescatemos a las encuestas.

* Alejandro M. Estévez (profesor UBA/UTDT/UNLZ) y Mariano Boiero (profesor UNLaM/UNLu/UNLZ).