En los últimos años, decenas de tendencias han surgido y prosperado gracias a las redes sociales. Una de las más afianzadas es la de los memes, que pueden definirse como imágenes (a veces vídeos) acompañadas por un texto humorístico (que puede ir variando) son rápidamente reproducidas y viralizadas, por los usuarios.
Uno de estos memes es, claro, “vamos a calmarno”, protagonizado por Squirtle, un pokemón similar a una tortuga celeste, que en la imagen aparece con las manos extendidas y los ojos bien abiertos, una expresión que invita a mantener la calma, o más bien (en lenguaje criollo) a “bajar un cambio”.
Todos sabemos que la situación económica de nuestro país pasa por un presente delicado. Estamos ante un panorama “normal”, en el que se cruza mucha información, a veces certera y otras veces manipulada, en un momento que amerita tener mucho cuidado. El contexto nos obliga a tener en cuenta la diferencia entre hacer una lectura crítica de la realidad y generar pánico gratuitamente.
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El pasado jueves 25 de abril por la mañana, el dólar superó los 47 pesos. No se acercó aún al techo de $51,45 fijado por el Banco Central, pero los medios encendieron todas las luces de alerta. En la pantalla ya no queda lugar para tantos números: la hora, la temperatura, sensación térmica, el dólar en los distintos bancos, el dólar blue, el euro, el real.
También volvió al estrellato el riesgo país, un indicador del que hacía tiempo no se hablaba. Ahora está en torno a los 950 puntos, pero pongámoslo en perspectiva: durante el gobierno de Cristina alcanzó cifras superiores, y en 2008 varias veces tocó los 1900, todavía lejos de los picos de 7000 a los que llegó entre 2003 y 2005.
¿Hay motivos reales para la alarma? Objetivamente, la economía está hoy en la misma situación que ayer y que la semana pasada, más allá de los números. No es una situación para tomar a la ligera, pero tampoco la catástrofe que anunciaron los medios de comunicación. En todo caso, el gobierno tiene la responsabilidad absoluta de que esa catástrofe no llegue a ocurrir. El riesgo país será una anécdota siempre y cuando no se lo use como excusa para que aumenten la nafta, las autopistas y la leche la semana que viene.
Más allá de los problemas económicos reales que vive el país, el clima de alarma también se extiende debido a la especulación de algunos sectores que ahora se muestran temerosos de un eventual regreso de Cristina al poder. Los grandes empresarios (según se dice, con el aval de Wall Street) han salido a presentar a las apuradas la idea de un “plan V” como alternativa para frenar al kirchnerismo. Es un juego de palabras, ya que suena como “plan B”, pero se escribe con la primera letra del apellido de María Eugenia Vidal.
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Extraoficialmente, podríamos llamarlo el “plan Vicisitud ”. El poder económico, fueron reticentes, tal vez no fueron muy colaborativos en el momento de poner su parte para que el plan económico funcionara. Ahora, aterrados por la posibilidad de un retorno del kirchnerismo, se arrodillan delante de Vidal. ¿Y si fuera ella? ¿Cooperarían en su eventual presidencia como no lo hicieron en la de Macri?
Dentro del gobierno, nadie baraja una posible candidatura de Vidal para la presidencia. El criterio es, más que político, estratégico. Vidal es la única garantía para retener la provincia de Buenos Aires, y sin la provincia no se puede ganar en las presidenciales. Es como el Jenga; si se sacan las piezas de la base, por más que se construya hacia arriba, la torre se va a caer.
En definitiva, en el terreno del realismo político únicamente existe el plan A (o sea, “Macri”), y el único plan V es el de los violentos. Decimos violentos, en el sentido de que tienen algo que ganar con el caos, el pánico y la incertidumbre; la oposición, que no puede lograr una construcción propia, los empresarios que -por las dudas- se hacen de dólares para cubrirse en caso de que las cosas salgan mal en octubre.
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Si las señales del gobierno son poco claras es porque el mapa político en general está desencajado y desorganizado. Apenas todavía se lo está empezando a bosquejar. Se habla mucho del plan A de Cambiemos, pero del resto de las fuerzas políticas no sabemos cuál es el plan A, ni el B, ni el C. ¿Cristina se va a presentar o no? ¿Y Lavagna? La improvisación corre a cuenta de todo el arco político.
A lo mejor lo que necesitamos ahora mismo es un plan V, pero en esta oportunidad con V de “vamo a calmarno”. Hay que dejar de anunciar el apocalipsis cada vez que el cielo se nubla. Las estrategias hechas a las apuradas solo suman desprolijidad y confusión. Ahora, justamente, es cuando nuestro país más necesita un poco de calma y no caos.