OPINIóN
CENTENARIO DE EVA PERÓN

Cien años y mil rostros de Eva Perón

Controvertida inevitablemente por su profunda humanidad y su femineidad, pero por sobre todo porque no pasó por esta tierra en vano.

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Eva Perón a 100 años de su nacimiento | Cedoc

“Volveré y seré millones”. La frase suele atribuirse erróneamente a Eva Perón. Es en realidad un verso de José María Castiñeira de Dios, quien fuera además de un gran poeta, secretario de Eva y funcionario de Cultura  de Perón y de Menem.

Eva ha vuelto sin duda y su vigencia pareciera acrecentarse a los cien años de su nacimiento. Forma parte del selecto y notable grupo de mitos humanos argentinos. Dicho sea de paso, la Argentina tiene más figuras conocidas universalmente, que premios Nobel. El “Che” Guevara,  Gardel, Fangio, Maradona, Messi, Borges, el Papa Francisco, la propia Eva.

Sin embargo, cuando se menciona el nombre de Evita, pareciera confirmarse la idea de que volvió como millones de un modo distinto a la metáfora planteada en el verso.

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La multiplicidad de Evas imaginadas es sorprendente. ¿Cuál es la verdadera? ¿La Santa? ¿ La mujerzuela? ¿La heroína?  ¿La aventurera inescrupulosa? ¿ La actriz? ¿La reina? ¿La bastarda? ¿ La que manipulaba a Perón? ¿La que era su sombra amenazante? ¿El brazo ardiente de su  revolución? ¿La del rodete, adusta y esforzada? ¿La del pelo rubio suelto y gesto plácido?  En la literatura están todas ellas según los autores.

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La Eva Perón de Copi, arrabalera, grotesca y arbitraria, La Santa Evita de Tomás Eloy Martínez que narra el calvario de su vida y de su cadáver embalsamado, el cuento“La señora muerta” de David Viñas,  “Ella” de Juan Carlos Onetti, el conmovedor relato de Rodolfo Walsh “Esa mujer”. “La pasión según Eva” de Abel Posse, la biografía de Marysa Navarro, el testimonial libro “Mi hermana Evita” escrito por Erminda Duarte y decenas de prosas, todas ellas tan aferradas a la pretensión de “verdad histórica” como subjetivas.También merecen mencionarse, el poema” de Leónidas Lamborghini o los ficticios encuentros con otros personajes famosos, como la novela “Roberto y Eva” de Guillermo Saccomano, que recrea un incomprobable encuentro (siempre posible en la literatura) de ella con Roberto Arlt.La obra teatral “Eva y Victoria”  de Mónica Ottino, que se propone la proeza de sellar la grieta entre Victoria Ocampo y Evita, dos argentinas aún irreconciliables. En el cine también podemos encontrar abordajes diferentes:  La lograda “Evita, quien quiera oír que oiga”, docu-ficción de Eduardo Mignona, la muy buena película “Eva Perón” de Juan Carlos De Sanzo, con guión de José Pablo Feinman, encarnada magistralmente por Ester Goris.

Una Eva combativa y revolucionaria que encuentra el límite en el clásico Perón de los llamados evitistas, algo conservador y vacilante y especialmente en el cáncer que la agobia. La Evita breve y moribunda de Leonardo Favio en su “Gatica”. La muy bella Eva que interpreta Julieta Díaz  en “Juan y Eva” de Paula de Luque, que la enfoca en una encrucijada clave de su destino, filme basado en mi novela homónima.“Eva no duerme” de Pablo AgÜero, otra vez su cadáver como símbolo de su trascendencia. Por supuesto hay Evas de Hollywood, como la que interpretara Faye Dunaway, cliché  lavado y reaccionario que adquiriría mayor vuelo en la “Evita” de Alan Parker interpretada por Madonna. La película llevó al cine el musical de Lloyd Weber con letras de Tim Rice, que más allá de algunas bellas canciones, como “No llores por mi argentina”, reitera la  Evita predilecta del anti peronismo y el mundo central:  aventurera, vulgar, inescrupulosa, aunque se le conceda la pasión del amor y la voluntad de sacrificio.Una prueba más de la necesidad de tener una industria de cine propia para contar nosotros mismos las Evas y los relatos que nos identifiquen.En la escena nacional tuvimos a “Eva, el gran musical argentino” con argumento de Pedro Orgambide y música de Alberto Favero, interpretado por nuestra Nacha Guevara. Creíble su caracterización al punto de que cuando Michelle, la esposa del presidente de Brasil Jair Bolsonaro se fotografió con retratos de mujeres que dice admirar, usó una foto de Nacha Guevara caracterizada como Evita En la pared de la foto compartía cartel en el Parnaso de la Sra. Bolsonarocon Margaret Tatcher, lady Di, Isabel I de Inglaterra y Michelle Obama, en definitiva un cambalache tan patético como sugaffe. (Fuente: Perfil-20 de Diciembre 2018).

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Y la cruzada por escribir sobre ella continúa al punto de que acaba de editarse una novela titulada “Eva y Juan” ocho años después de que se publicara mi obra “Juan y Eva” y que la nueva ficción se promueva curiosamente como “la pasión jamás contada”, slogan desmentido no solo por mi novela o la película homónima, sino por decenas de páginas ya escritas.

Juan y Eva, Eva y Juan, en todo caso expresan un juego de espejos invertidos, de diversidades que se prolonga en los grafitis. “Viva el cáncer” se escribió plasmando el odio mas repugnante en las paredes de Buenos Aires, que luego se oxigenarían con el amoroso texto popular “Evita Vive”. La fe ciega en contrapunto con el odio enceguecedor.

Y ocurriría también con las consignas: “No rompan más las bolas, Evita hay una sola” de la Juventud Peronista en 1974, dirigidas por la JP a la tercer esposa del General, tan lejana a la épica y el amor popular en relación a la segunda,y por supuesto no olvidemos la contundente ucronía proclamada también entonces por el cántico de “Si Evita viviera, sería montonera”

Las fotos aportan imágenes aunque no ayudan mucho a develar su identidad. Están los retratos de Radiolandia o los de Annemarie Heinrich, encargados cuando Eva Duarte perfilaba su carrera de actriz radial y cinematográfica. Joven, bella y sensual, apuntando a seducir audiencias y en epecial a los mandamases del espectáculo. Luego vendrían las fotografías de los vestidos esplendorosos de Dior o los de Paco Jamandreu, que resolvió con dos diseños de ropa antagónicos las dos Evas que se perfilaban en 1944. “Estoy en el lugar, el justo lugar  en que mi camino se abre en dos, uno que siempre soñé, el cine. El otro el que me llevan las circunstancias. En el primero todavía no tengo y quizás pueda elegir los directores; en el otro ya está el hombre”. El texto adjudicado a Evita lo releo en mi novela “Juan y Eva” y es en realidad un testimonio del libro “La cabeza contra el suelo: memorias” que escribiera el diseñador Paco Jamandreu quien cuenta allí su experiencia de vestirla y tratarla. Paco le hace los dos vestuarios, el de estrella de cine y el sobrio y muy famoso trajecito sastre de la Evita del rodete y la Fundación que llevaba su nombre. “Mezcla de  Lana Turner e Isabel de Inglaterra” la describiría el modisto. Coincidía con su rival francés, el legendario Christian Dior, quien llegó a afirmar que solo había vestido una reina: Eva Perón. No olvidemos también la fotografía de Pinélides Fusco: Eva abrazada a Perón, en la que no vemos su rostro, pero sabemos que llora, sufre y agoniza. Pieza gráfica conmovedora que retrata la irremediable separación que les aguarda. La miramos sabiendo lo que ocurrió y por ello grafica más que cien páginas escritas, un drama que no sería el último en su tipo en el peronismo ni en la Rosada. Cincuenta y ocho años después sería “él”,un hombre, Néstor Kirchner, el arrancado por la muerte, de los brazos de su mujer presidenta. Otra vez el espejo.

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No se ahorrarían tampoco entonces canallescos brindis celebratorios, ni aseveraciones fabuladoras diciendo que el cajón estaba vacío. El mismo odio de algunos, el mismo amor de multitudes.

La ambigüedad de imaginar o recordarla se perpetúa en las dos Evas (inspiradas en el monumento al Che de La Habana y este a su vez en la famosa foto de Korda), forjadas en acero en los muros del edificio de Obras públicas en la Avenida 9 de Julio, diseñadas por el escultor Alejandro Marmo y el artista plástico Daniel Santoro,con una activa participación de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Hacia el Norte, la Eva del renunciamiento, la del rodete, combativa e implacable con la oligarquía que habitaba por esos rumbos. Hacia el sur, la de los descamisados, solidaria y comprometida con su pueblo. Los puntos cardinales elegidos como símbolo de dos argentinas.

Daniel Santoro, la ha retratado también en muchas de sus pinturas recogiendo la herencia estética de los libros escolares del peronismo. Soncuadros intensos  y constitutivos en conjunto de una mitología. En ellos vemos a Eva cubrira morosamente al niño peronista, mientras observa tras la ventana una Victoria Ocampo entre azorada e impasible. En los cuadros de Santoro, Eva azota al niño gorila, da chirlos al niño Marxista Leninista y en una controvertida pieza, se come al Che Guevara muerto. En otros lienzos, la retrata como hada buena protectora de los niños peronistas. El hallazgo de Santoro reside en pintar “su Eva”, distanciándose de cualquier solemnidad naturalista.

Y el imaginario sigue desplegándose ante cada antagonismo o dilema histórico. Últimamente hemos visto renacer una Eva feminista que porta el pañuelo verde, que por mucho que se cuestione, no desentona con la que bregó por el voto femenino, aunque pocos saben que murió siendo reconocida como terciaria franciscana, reconocimiento excepcional a quienes sin ser clérigos, responden al ideal dela orden creada por San Francisco de Asís. Evita fue amortajada con el hábito de la orden, mucho antes de que un Papa de origen juvenil peronista llevara ese nombre.

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¿Que diría hoy Eva de la despenalización del aborto? Su carnadura humana transcurrió en una muy reducida historicidad de solo treinta y tres años. Imposible saberlo, pero de algún modo las mujeres que defienden esa causa, retoman el espíritu esencial de quien se atrevió a las más audaces reivindicaciones posibles en su tiempo, para su género y para su pueblo. Este comentario, es necesario admitirlo, es también una apropiación subjetiva de su herencia.

En definitiva cabe preguntarse: ¿cuál es la verdadera Eva?

La polémica no va a culminar ni en cien años más. Y la razón es que forma parte indisoluble, como su vida, de una discusión aún más amplia sobre el la Argentina, el peronismo y su sentido. ¿Qué es el peronismo? Existen innumerables teorías que van desde la idea de que es autoritario, fascistoide y como mínimo populista, hasta aquella que lo define como una versión de socialismo criollo y revolucionario. Son todas traslaciones de una visión desde otros tiempos y otros ámbitos. Lo indiscutible, guste o no, es la vigencia tanto de Eva como del movimiento que fundó con Perón, aportándole a su carácter nacional, popular y de democracia social, el sentido de su condición de mujer apasionada y comprometida.

Fue una hija de su tiempo, una época conmocionada y plena de transformaciones que aún nos determina. ¿Cómo no ser blanco de agresiones y calumnias cuando se entremezcla la humanidad con la grandeza? Eva es todas las Eva y al mismo tiempo solo una. Merecedora del odio del los poderosos porque los enfrentó y marcó el límite de su poder. Amada por los trabajadores y los humildes porque los defendió y dedicó a ellos su juventud y su salud. Inasible para los dogmas y academicismos que no asignan al amor y a la pasión un lugar en la Historia. Controvertida inevitablemente por su profunda humanidad y su femineidad, pero por sobre todo porque no pasó por esta tierra en vano, “viviendo rápido, muriendo joven y dejando un hermoso cadáver”, que prolongó su calvario. Fue después de muerta la primer desaparecida y arrastró a los infames captores de sus restos hasta la locura.

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Es por mucho que se lo intente, inseparable de su gran amor Juan, porque nacieron juntos en la Historia con una pasión que fue el bing-bang de las transformaciones que el peronismo llevó adelante contra una sociedad semicolonial e injusta.  Y vigente como nunca hoy, que dolorosamente vimos renacer una Argentina endeudada, injusta y tan excluyente y  encolumnada tras los amos del mundo como la que ella intentó derrumbar, ladrillo por ladrillo.

Fue una muchacha nacida hace cien años en una familia humilde y marcada por el desprestigio que asignan a los más vulnerables los prejuicios y la intolerancia. Rompió la crisálida de actriz para ser Eva, Evita, Eva Perón, la gran intérprete en el drama siempre inconcluso de la Historia. Significante vacío, citando a Ernesto Laclau, de múltiples demandas y mandatos, de odios, de amores y de sueños.De algún modo, ya no se pertenece a  si misma, ni siquiera a su verdadera historia. Es una y es millones. Y vive un siglo después, porque sus mejores aspiraciones de igualdad y de justicia, aún están pendientes. Y seguramente al pie de página, con el invalorable aporte de los lectores comentaristas, se confirmará la duplicidad de las pasiones políticas que sigue convocando.

(*) Escritor y Cineasta. Ex-Secretario de Cultura de la Nación. Autor de “Juan y Eva” (el amor, el odio y la revolución).