Las elecciones primarias ya sucedieron y el resultado fue muy claro. Estamos ante el Presidente-candidato a la reelección más débil de la historia local y probablemente mundial. Una enorme porción de los argentinos pensaban esto ya antes del 11 de agosto. Y ahora todos lo sabemos.
Conviene entonces imaginar los desafíos que deberá encarar una posible Presidencia de Alberto Fernández, que comenzará en medio de la tercera gran crisis económica en 35 años de democracia.
El primer objetivo fundamental será tratar las profundas heridas que la recesión ocasionó sobre el tejido social y productivo. El aspecto de reparación, planteado en la campaña del Frente de Todos bajo la idea de “volver a prender la economía, cuidar el trabajo y cuidar el salario”, ocupará grandes esfuerzos del nuevo Gobierno.
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En ese punto, la experiencia del exjefe de Gabinete es innegable (“lo hicimos una vez y lo vamos a hacer de nuevo”). Ese ha sido el ADN del peronismo en este período democrático, asumiendo tras la hiperinflación de los 80 y la crisis de 2001. Pero algo nos hace pensar que el punto de partida de esta tercera gran crisis será otro.
Los ciclos políticos en este momento del país parecen haberse vuelto más bruscos y rápidos. Para entenderlo mejor: quienes compartieron el escenario de la victoria junto con Alberto Fernández son dirigentes jóvenes que han pasado de tener el favor popular a perderlo y a recobrarlo nuevamente en un corto período de tiempo. El aprendizaje es grande pero el desafío es enorme.
Nuestra economía no muestra dos años seguidos de crecimiento desde 2010-2011. Un oficialismo no logra sostener tres elecciones con victorias desde que lo hicieran Néstor y Cristina Kirchner en los comicios que fueron del 2003 al 2007. Una tarea fundamental del Frente de Todos será, más que “volver a crecer” y “volver a ganar”, estabilizar esta calesita política, económica y social.
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No es un contexto simple: por caso, Brasil viene de vivir la recesión más larga y profunda de toda su Historia, su economía sigue en coma y su sistema político y sus instituciones viven la agresión de Bolsonaro en la Presidencia y de tener el principal líder opositor preso sin pruebas.
El sistema político argentino, mientras tanto, en un momento muy difícil, produjo una elección abierta, limpia y clara entre dos insiders. La ciudadanía se inclinó por un dirigente peronista que milita desde los 14 años y que ocupó el más alto cargo en el manejo de la cosa pública. Es una enorme oportunidad para que este peronismo de Todos ponga al país en un sendero de estabilidad y desarrollo, evitando la frecuente tentación refundacional que muchas veces caracteriza a las fuerzas políticas triunfantes.
Acechan demandas cambiantes, identidades nuevas, discursos corrosivos amplificados por nuevas tecnologías, un mundo con polos móviles y en tensión, nuevas modalidades de trabajo . En fin: nuevas subjetividades en busca de nuevas politizaciones.
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Las deudas del sistema político en su conjunto, luego de más de tres décadas, son notorias y evidentes. Existen viejas y nuevas demandas no satisfechas que implican un riesgo de corrosión creciente en la confianza de la sociedad con las instituciones. Por ello, el segundo desafío estructural del nuevo gobierno -aunque por supuesto no sólo de él sino de la totalidad de partidos y dirigentes- debiera ser renovar la legitimidad de la política como instrumento y garante de la democracia.
En este sentido, creemos que un primer paso para comenzar a coser esta herida -que atraviesa pertenencias sociales, culturales y económicas sin distinción- es aprovechar la oportunidad que el Frente de Todos y puntualmente la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner tendrá para construir un gobierno que sea aún más amplio que el frente electoral que los puede llevar al poder.
*integrantes del Grupo Fragata.