OPINIóN
Elecciones 2019

El futuro del gobernador Juan Schiaretti

Peronista de izquierda adaptado al menemismo aún conserva sus vaivenes ideológicos. ¿Qué quiere ahora?

Juan Schiaretti
El gobernador de Córdoba parece tener otros incentivos que se balancean entre los personales y los políticos. | NA / AGENCIA CÓRDOBA.

Una política, un político, buscan obtener el poder y mantenerse en él. ¿Y qué quiere un político en su etapa final, cuando ha logrado los mayores lugares? Quiere un lugar aún mayor. Esa es la regla que, por supuesto, se cruza con las contingencias personales, la salud, las condiciones particulares. O el fracaso. O la fatalidad

Parece que en el caso del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, un peronista del ala izquierda en los '70 pero luego adaptado al menemismo de los '90, las particularidades de sus vaivenes ideológicos siguen presentes. Ha gobernado en tándem con el líder del peronismo cordobés -José Manuel de la Sota-, hasta la sorpresiva muerte de éste. ¿Y ahora qué quiere?

Los incentivos de los actores dependen del lugar y el momento en que hacen sus cálculos, pero tamaña obviedad a veces no resulta inteligible. Podemos apreciar que ante la perspectiva de un triunfo peronista a nivel nacional, se configuran nuevos incentivos: periodistas antes oficialistas ahora revelan sus críticas al gobierno, jueces y fiscales antes inmóviles ahora activan causas, incluso miembros del oficialismo articulan nuevas alianzas para sobrellevar el futuro como oposición. Entre los/as gobernadores se podrían esperar dos reacciones, apoyo al oficialismo, renuencia u oposición. Incluso antes de las PASO, se observó que algunos oficialistas separaron sus elecciones como modo de evitar la asociación con el alicaído oficialismo. Y, entre los opositores, hubo un período de consideración de la escena, conversaciones y luego hubo apoyo al competidor. Esa actitud fue reforzada luego de la victoria del 11 de agosto.

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El gobernador de Córdoba parece tener otros incentivos que se balancean entre los personales y los políticos. Su nivel de aprobación en la provincia es muy alto, un 57% de los votos para las elecciones de mayo, su cuarto período. En ese apoyo hay mucho/as votantes de Mauricio Macri. Comparte el electorado con el PRO. Ha encarnado el discurso anti K, elaborando una propuesta peronmacrista, una rara avis, pero que no lo es tanto en una provincia que puede darse ciertos lujos. Una provincia rica, con empleo privado, con un sector agrícola ganadero pujante y concentrado, con industrias metalmecánicas muy vinculadas a la exportación. 

¿Por qué iba a rifar ese apoyo, que ya no le interesa partidariamente -no puede reelegir-, pero sí quiere conservar asociado a su imagen personal? Un gobernador que se retira en 2023 siendo apoyado con buena imagen entre sus votantes peronistas y macristas, ‘un gobernador que no cedió a la fuerza peronista nacional’ sería lo que guardaría en la valija de su prestigio. Dinero, poder y prestigio, -Maquiavelo ha dicho- son las motivaciones del Príncipe moderno.

La pregunta que hacemos quienes estudiamos las dinámicas partidarias es cómo se resuelven estas contradicciones en las organizaciones políticas. Según se viene observando, asumen posiciones protagonistas los sectores internos que tienen futuro: el presidente del PJ seguirá siéndolo y necesita articular con el peronismo nacional y con las bases de su partido en  la provincia. Así también los/as intendentes que puedan reelegirse luego de 2023: querrán tener buenas relaciones con el gobierno nacional de su partido.

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Para el gobernador, en cambio, la apuesta es sobre su capital político personal. Probablemente confíe en que no habrá revanchas desde el gobierno nacional si gana el peronismo. Quizás esté suponiendo que en lugar de existir conflictos distributivos como en los primeros dos mil, habrá necesidad de cuidar lo propio y atravesar el desierto. Para eso este gobernador cree que no necesita adherir al posible ganador. Conserva así su prestigio y tiene con qué sobrevivir estos cuatro años. En sus cálculos, no hay ningún riesgo.