¿Por qué es importante la Memoria? Porque lo que no se recuerda, se repite. Pero en el olvido siempre está oculta la memoria, solo hay que despertarla. La Memoria nos permite la elaboración y la resignificación de lo padecido. En la vida de cada persona, como en la de un país, el olvido invita a caer en errores similares y por lo tanto en los mismos sufrimientos. En cambio la Memoria es como una maestra, un GPS, una manera de orientarnos por la vida con la experiencia de lo aprendido. La Memoria de lo vivido, y de lo que nos sucedió, nos constituye como sujetos tanto como Nación. La Memoria es identidad. Cuando me recuerdo, existo. El recuerdo mantiene vivo a los que ya no están con nosotros; el olvido, todo lo contrario, es la verdadera muerte. Si hay olvido, el pasado no tuvo importancia ni la tendrá; pero si hay recuerdo, lo vivido será un espejo donde mirarnos, una herramienta para destrabar lo que ya comprendimos. En la Memoria está el niño o la niña que fuimos, nuestra madre, nuestro padre, las palabras y las vivencias de un tiempo por el que pasamos y que nos fue forjando. En la Memoria están vivos nuestros antepasados, con la llama encendida, iluminando el camino para ayudarnos a no caer en la noche de los mismos errores.
En el Día de la Memoria se rescata el valor del recuerdo centrado en el presente, pero cuyo punto fundacional es el golpe de estado cívico militar acontecido en Argentina el 24 de marzo de 1976, con todas sus significaciones horrorosas ligadas a la muerte, a las torturas y desapariciones. Espanto que concluyó con la guerra por las Islas Malvinas en la que se sumaron más heridos y muertos, civiles y militares, pero por sobre todo adolescentes que estaban haciendo el servicio militar obligatorio, por lo tanto sin ninguna experiencia ni preparación. Lejos de celebrar, pero tampoco en la línea del odio, el 24 de marzo se estableció como El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
24 de marzo: cómo se gestó el golpe de Rafael Videla
En la Memoria late el pasado. Somos producto de una historia, lo bello y lo triste que transitamos nos constituye. El olvido borra lo vivido, nos desaparece del ayer, corta de raíz el árbol genealógico y la historia que nos compuso. El ciclo de la violencia se reinicia a partir de olvidar lo sufrido, o desde el negacionismo, que es un primo violento del olvido. Recordar es darle forma a un modo de ser y de estar en la vida. Somos lo que hacemos con lo que nos pasó, con la masilla del recuerdo vamos formando nuestro presente. Y eso solo es posible cuando apelamos a la Memoria, cuando nos pensamos y nos repensamos en torno a nuestra historia personal, siempre salpicada con el contexto histórico y social por el que transitamos. Si no deseamos volver a sufrir con lo sufrido, solo la Memoria nos mostrará qué senderos debemos evitar para no caer en las mismas dolencias y así lograr una mejor y más armoniosa forma de ser y de estar en el mundo.