Alberto Fernández escucha los gritos, el forcejeo de la multitud contra las rejas cerradas de la Casa Rosada. Huele el agrio y penetrante sabor del gas lacrimógeno que penetra la -en ese instante- desgobernada Casa de Gobierno y decide salir, megáfono en mano, a poner orden entre barras bravas y funcionarios colgados al descontrol y a las rejas en el momento del adiós a Maradona. Sin saberlo, acaba de instaurar “el día del megáfono” en las cumbres del poder.
El Presidente Fernández tratando de hacerse escuchar, megáfono en mano, por quienes no están dispuestos a hacerlo. Ni hacia adentro de Balcarce 50, ni hacia afuera. Gastó su crédito inicial acumulado en marzo cuando parecía tender puentes hacia la política y hacia la sociedad, haciendo amigos efímeros -el más notorio Horacio Rodríguez Larreta- que quedaron en la cuneta del camino trazado por Cristina que no tiene amigos en la política, ni permite que nadie a su alrededor los tenga.
Cristina Fernández de Kirchner despliega señales de histrionismo en el Estadio Único de su ciudad natal, La Plata, semanas después del día del megáfono, dejando inaugurado en los anuarios futuros de la historia en la Argentina, “el día de la lengua”.
Un remedo de Miley Cyrus que confiesa no saber sonreír y entonces saca graciosa su lengua afamada, evocando sin conocerla, a la Diosa Kali que extiende su lengua representando la violencia y ahondando el miedo que infunde con sus crueles prácticas. Ambas, Miley y Cristina alejadas e ignorantes quizás de aquel significado, lo representan.
Megáfono y lengua, en las alturas del poder local, los gestos más reveladores del año que se va, pero que quedará marcado para siempre en el almanaque del mundo. El año de la pandemia de COVID 19, el año en estos pagos, del megáfono y la lengua.
Alberto Fernández espera a que baje el "efecto Cristina" para "oxigenar" el Gabinete
Imágenes paganas que se desnudarán en sueños como las que Virus y Federico Moura cantaron para siempre y que ahora retumban en mis oídos.
Imágenes mezcladas con otras dolorosas de Abigail en brazos de su amoroso papá, las desgarradoras imágenes de Solange en soledad afirmando para siempre que “hasta el último suspiro tengo mis Derechos”, y las del remero Ariel Suarez en el Tigre que desafió la insensatez del encierro sin sentido.
Algunas imágenes entre infinidad de desatinos gubernamentales que nos llevan a empujones a mirar los tironeos entre verdes y celestes por el delicado tema del aborto, mientras alza vuelo con esforzada épica malvinera, un avión de Aerolíneas en busca de la salvación rusa con nombre de glorias pasadas de la ya extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La vacuna Sputnik V está entre nosotros. Los avales científicos aún no.
Argentina 2021: ¿Qué nos espera?
Si todo sale como parece, tendremos una nueva etapa de COVID19 que toque nuestras playas en abril o mayo. Mientras tanto, nadie que nos guíe de manera confiable hacia la salida. Nadie que nos convoque a la sensatez. Solo megáfono y lengua.
No hay megáfonos ni lenguas que alcancen para intentar encontrar el rumbo entre los millones de personas que perdieron sus trabajos, o las de miles de pymes cerradas y la desazón de padres y chicos sin escuela pero con casinos funcionando.
Los rituales navideños y de fin de año son invitaciones para el balance y los pensamientos de Paz. Este 2020 ha representado el más grande desafío contemporáneo para la especie humana y lo es para nosotros los argentinos. Necesitamos más, muchísimo más que megáfonos y lenguas.
Las noticias y las imágenes de 2020 que la Humanidad nunca olvidará
Ta vez el 2021 nos sorprenda como esos desenlaces que se suceden en las películas de bajo costo de Hollywood donde el muchachito termina ganando y entonces sí, el sentido común reemplace al megáfono y a la lengua. Allí es cuando Alberto y Cristina le dan paso al final feliz. Se lo voy a pedir a los Reyes Magos para el 6 de enero de 2021.
* Patricia Pérez. Directora ILAPyC Instituto Latinoamericano Paz y Ciudadanía.