Para la Real Academia Española, la retórica es el arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia para deleitar, persuadir o conmover.
Esta habilidad es la que una persona, que se presenta para hablar ante otros, debe implementar a fin de embargar el ánimo de su público.
Pero, en la actualidad, esta capacidad tan preciada, pareciera no encontrar lugar para alojarse en las figuras o líderes políticos que no paran de derrapar en los discursos que ofrecen, generando una sanción inmediata de los espectadores.
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Ante esto, algunos oyentes, los llaman al silencio, les piden que no emitan más sonidos. Otros, un poco más contemplativos y fantasiosos, les ruegan que recurran a los que "saben" hacer discursos (prolijos, empáticos, amigables, falsos), para que les digan lo que quieren/desean escuchar.
Lo notable y significativo es que, si bien estos personajes políticos cada vez hablan peor, o mejor dicho, más sinceramente, los espectadores se han vuelto extremadamente afilados en su escucha e, incrementando sus herramientas de interpretación, entrenados para realizar un análisis exhaustivo de los dichos, sancionan rupturas en el discurso como actos fallidos, contradicciones, negaciones, chistes, resignificaciones, etc., lo cual está bien, porque en la cadena discursiva siempre hay dos niveles. Estos dos niveles, según Lacan, son equivalentes a la diferenciación entre enunciado y enunciación, que localiza desde dónde habla el sujeto.
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Para darles un ejemplo, en la experiencia analítica, es a través de la interpretación que el analista ubica el lugar de la enunciación que es el lugar del Inconsciente.
El Inconsciente es un Saber que se nos revela sorpresivamente, trastocando toda lógica consciente. Los actos actos fallidos, los chistes, los olvidos, son algunas de las formaciones del inconsciente que conceptualiza Sigmund Freud. Y creo que este último punto, es el más aterrorizante para quien se expone ante contrincantes y espectadores, porque por más entrenamiento, práctica, cursos de oratoria, etc., etc. que haya realizado, el inconsciente no tiene ningún pánico escénico a la horade manifestarse.
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Así que, yo diría: no les pidamos que se callen o que hablen con un papel/guion en la mano. No, todo lo contrario. Dejemos que se sigan expresando espontáneamente, al estilo de una "asociación libre", concepto freudiano para el paciente en análisis, que dé lugar a un discurrir ilimitado, metonímico de sus palabras. Por nuestra parte, sigamos así, implementando la "atención flotante", otro concepto de Freud para la posición del analista en el tratamiento, y dejemos que nos sorprendan sus decires, porque allí estarán las verdaderas intenciones. Decepcionante, pero es así.