Buenos Aires no es una sola ciudad. Coexiste una a la altura de la línea de mirada y otra que casi nunca vemos. Es la “alta” Buenos Aires. No en sentido figurado sino literal; la de los balcones, las cúpulas.
Es decir, que de la planta baja de las edificaciones hacia arriba se levanta un mundo visual y sensorial muy distinto al que estamos habituados a ver.
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Por ejemplo, desde el Bus Turístico, uno puede espiar la vida ajena, colarse por la ventana como un ave sin invitación y ver los detalles que algún arquitecto, reconocido o ignoto, quiso poner a la vista de unos pocos.
La recomendación, en este caso, es sentarse en la parte superior del ómnibus para acercarse a los “tenders” del vecindario.
Desde allí, uno también toma distancia de la ciudad, puede verse a sí mismo reflejado en otra gente, tomar el pulso de la cotidianidad, ver cuán presurosos caminamos las calles y conocer ferias y plazas en las cuales nunca habíamos reparado.
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En cambio, si uno sube los 202 peldaños de la escalera marinera del Obelisco -una actividad que se realiza para cada cumpleaños del ícono porteño- se puede ver el frenético barrio de Constitución pero como si le hubieran sacado el sonido.
También se puede lograr una buena visual del majestuoso Teatro Colón e, incluso, el Río de la Plata. Desde otra ventana, se puede ver la avenida Corrientes en todo su esplendor.
Otra postal muy distinta se puede tener si uno se sube al mirador de la Torre de los Ingleses. Desde ese punto, se puede ver una plaza San Martín que sirve para contar prácticamente toda la historia de Buenos Aires con los palacios aristocráticos que quedan en pie, el Kavanagh, el monumento a San Martín, la estación Retiro, el Hotel de la Inmigración...
¿Y desde una cúpula, cuál Buenos Aires asoma?
Bueno, por ejemplo, desde la del Edificio Miguel Bencich de Roque Sáenz Peña 616, podemos ver la calle mas homogénea de toda la ciudad (Diagonal Norte) y el ritmo vertiginoso de la city porteña, de sus bancos, de sus locales comerciales. También, parece que se pudieran tocar las cúpulas gemelas de enfrente, la Galería Güemes, la Casa Rosada, el ex Bank of Boston y el edificio art deco de la Equitativa del Plata con su remate de clara influencia azteca.
¿Y qué Buenos Aires aparece cuando ponemos en un bar la ñata contra el vidrio?
Desde una de las mesas de esa Confitería de Avenida de Mayo y Perú como La London se puede ver a la misma gente presurosa que veía Julio Cortázar cuando escribió su novela Los Premios.
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Según su relato, un gentío indiferente entraba y salía de la boca del subte con portafolios y sombreros. Eran los 60 en la gran vía porteña y ya el escritor observaba el “desorden” y sentía el olor a nafta de los autos y colectivos.
Con un poco de imaginación uno casi puede suponer que la magnitud del caos de esa esquina seis décadas atrás no era tan distinta a la de hoy en día.
Sin embargo, esa intersección ha visto pasar numerosos cambios sociales, desfiles presidenciales y oficios desaparecidos o en extinción. Quizás, desde acá se obtenga la visual mas realista de una Reina del Plata que, a menudo, pierde su corona en medio de una protesta o un festejo. En fin; Buenos Aires. “No lo entenderías” desde ningún punto de vista.
Mariela Blanco. Periodista. @marielablancoperiodista.