En una reciente entrevista y con el objeto de reafirmar la contribución de los ensayos clínicos y la industria farmacéutica, la directora de investigación de un laboratorio farmacéutico líder efectuó afirmaciones poco precisas: “Pasaron 276 años desde que la humanidad fue testigo del primer ensayo clínico de la historia. El 20 de mayo de 1747, el médico escocés James Lind documentó el proceso por el cual trató a 12 marineros enfermos con escorbuto sobre el buque Salisbur”.
El caso descripto es real pero el primer ensayo clínico del mundo está registrado en el "Libro de Daniel" de la Biblia y no fue realizado por un médico, sino por el rey Nabucodonosor; este ordenó a sus tropas comer solo carne y beber solo vino, una dieta que él creía que los mantendría en buenas condiciones físicas. Diversos jóvenes de la familia real objetaron la orden ya que preferían comer vegetales y el rey autorizó la continuación de esta dieta de legumbres y agua, pero solo durante 10 días. Terminado el experimento, los vegetarianos parecían estar mejor alimentados que los carnívoros, por lo que el rey permitió que quienes preferían legumbres continuaran con su dieta: una indiscutible decisión sobre salud pública.
Avicena (1025 dC) en su enciclopédico 'Canon de Medicina' describió reglas para probar nuevas drogas: sugería que los ensayos clínicos debían probar medicamentos durante el curso natural de la enfermedad sin sus complicaciones y, al mismo tiempo recomendaba que se estudien siempre dos alternativas diferentes de tratamiento (y no contra placebos o nada como lamentablemente es hoy habitual); indicaba también la necesidad de estudiar el tiempo de acción de cada remedio y la evidenciada reproducibilidad de sus efectos.
¿Si los hombres viven menos por qué se jubilan cinco años después?
Según Bhatt (2010) otro ensayo médico-clínico anterior, fue realizado por el cirujano Ambroise Pare en 1537 como responsable del tratamiento de los soldados heridos en el campo de batalla. Dado el elevado número de heridos y la escasa disponibilidad del tratamiento convencional – aceite caliente- tuvo que recurrir a tratamientos no convencionales. Él describió: “finalmente me faltaba el aceite y me vi obligado a aplicar un compuesto hecho de yemas de huevo, aceite de rosas y trementina. Aquella noche no pude dormir tranquilo, temiendo que por la falta de cauterización encontraría muertos a los heridos. Al día siguiente descubrí que aquellos a quienes había aplicado el tratamiento alternativo sentían muy poco dolor, sus heridas no estaban inflamadas y habían dormido toda la noche. Los otros a quienes les había aplicado el aceite caliente, estaban febriles con mucho dolor e hinchazón alrededor de sus heridas, entonces decidí nunca más quemar con aceite a los pobres heridos por arcabuces”.
Expectativa de vida o calidad de vida
En una segunda afirmación, la directora de investigación citada indicó que “la investigación clínica nos ha permitido extender nuestra calidad de vida. Antes, las personas morían a los 45 años hace 50 años, y hoy vemos gente de 90 años con calidad de vida”.
Más años de vida: ¿beneficio o carga?
La primera parte del párrafo refiere a la calidad de vida mientras que la segunda a la expectativa de vida. Frente a esto último, hace 50 años es decir en 1973, la expectativa de vida mundial para ambos sexos no era de 45 años sino 59 años, mientras que en el 2021 fue solo de 71 años, es decir que en 50 años hemos logrado extenderla solo 12 años un 27 % más y no duplicarla como sugiere la fuente citada.
Datos sólidos
Los errores o quizás horrores con estos números estadísticos son un fenómeno recurrente en este campo; también se confunde erróneamente el cambio en la expectativa de vida al nacer, con una no muy significativa extensión de la vida en los últimos 100 años según se observa por ejemplo con números de Estados Unidos en la siguiente tabla, elaborada sobre datos de National Vital Statistics Reports Volume 64, Number 11 September 22, 2015 United States Life Tables, 2011 Elizabeth Arias, Ph.D., Division of Vital Statistics (Expectativa de Vida todas la razas y sexos en Estados Unidos):
1900/02: Expectativa de vida al nacer: 49,24 años; expectativa de vida a los 65 años: 11,86 años
1939/41: Expectativa de vida al nacer: 63,72 años; expectativa de vida a los 65 años: 12,80 años
1969/71 Expectativa de vida al nacer: 70,75 años; expectativa de vida a los 65 años: 15 años
2011: Expectativa de vida al nacer: 78,71 años; expectativa de vida a los 65 años: 19,18 años
No se debe confundir entonces el cambio en la expectativa de vida al nacer de 49,24 años (en USA hace 110 años) a 78,71 años, un equivalente a una mejora de 59,84%; con una muy moderada extensión de 9,52 % de la expectativa de vida a los 65 años (más 11,86 o 19,18 años equivalentes a una cambio de 76,86 a 84,18 años).
La razón fundamental de la importante mejora en la expectativa de vida al nacer (frente a la más limitada extensión de vida) se debe a una muy decisiva reducción de la mortalidad infantil gracias a la alimentación, la atención pediátrica y las vacunas.
Calidad de vida
Sin embargo afirmar que los avances en calidad de vida se deben a los ensayos clínicos no deja de ser otra temeraria afirmación de marketing.
Ordenando el conocimiento de estudios multidimensionales, la Salud Pública efectiva y por ende la calidad de vida es la resultante de la acción conjunta o interacción de diferentes factores (determinantes en salud) tales como: educación (nivel general y específico); disponibilidad y calidad de atención sanitaria (medicina preventiva, paliativa y curativa); salubridad ambiental (agua potable, cloacas, contaminación alimenticia, plagas, etc.); nutrición (escasez de recursos alimentarios, malos hábitos alimenticios y sobreconsumos); adicciones (drogas, fármacos, tabaco y alcohol); factores socio económicos (ocupación, ingreso, desarrollo individual, seguridad ,etc.); factores genéticos (sistema inmunológico, propensión a enfermedades); enfermedades crónicas, endémicas u oportunistas; accidentes; procesos de envejecimiento y otros.
Importante resulta entonces que reafirmemos juntos una Salud Publica sin falacias ni leyendas.
* Dr. UBA, MBA y Bsc. Profesor e Investigador en Economía de la Salud