OPINIóN
INDIVIDUALISMO

Redescubrir a la persona

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Costumbre. Estamos uno junto a otro sin formar verdadera comunidad. | telam

El domingo 16 de julio se publicó el artículo “Hacia un nuevo orden antropológico” de Augusto Pérez Lindo. Celebro que se ponga en debate la cuestión antropológica en el marco de las reflexiones sobre el desarrollo humano integral. Particularmente, comparto el diagnóstico que se presenta en torno al reduccionismo de las distintas visiones antropológicas que subyacen en el ecologismo, el feminismo, las neurociencias, el indigenismo, el paradigma tecnocrático. Estos enfoques, entre otros, adolecen de una mirada integral sobre la persona, se opacan frente al poder estatal y no aciertan en desarrollos teóricos o propuestas de política pública que resuelvan la exclusión y desintegración social. Tampoco se cuestionan la raíz de otros problemas sociales: la soledad, la depresión, el inconformismo, el consumismo, el materialismo, la hiperactividad.

La vida personal y comunitaria se empobrece y se opaca, pero la explosión de reivindicaciones particularistas e individualistas no tiene freno alguno. Por un lado, las reivindicaciones particularistas parecen explorar nuevas nociones de comunidad, pero lo cierto es que manifiestan la incapacidad de vivir todos juntos o de encontrar nuevos “proyectos sugestivos de vida en común”. Por el otro, afloran reivindicaciones individualistas que deslizan la idea de que no debemos involucrarnos en la vida del otro porque “cada uno hace de su vida lo que quiere y nadie tiene el monopolio de las nociones de verdad y bien”.

En este contexto, para pensar un nuevo orden antropológico es indispensable redescubrir la densidad ontológica de la persona humana y el profundo sentido de la noción de integralidad. Mi planteo reside, entonces, en que el principal reduccionismo es epistemológico: ninguno de estos enfoques puede integrar en su reflexión antropológica al ser de la persona, vale decir, su esencia, y su realidad histórica y situada. El ser humano despliega su vocación en un contexto determinado, pero este contexto no modifica su estructura personal, más bien es el medio donde debe planificarse y donde debe actuar y participar. La realidad personal no es una realidad incomprensible ni manipulable, más bien es una realidad por descubrir y aceptar. De allí que todo orden social y político debería adecuarse y respetar estas exigencias humanas.

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El reduccionismo epistemológico deviene en falta de integralidad. Al desconocer la presencia de lo permanente y lo contingente en una misma realidad personal, se enfrenta a la incapacidad de integrar correctamente todas las dimensiones del ser humano: lo individual y social, lo material y lo espiritual, su interioridad, su libertad, su responsabilidad hacia los demás.

El principal escollo que enfrentamos hoy en día es el desconocimiento del sentido profundo de la vida del ser humano, que nos lleva a la ausencia de fundamentos sólidos para la convivencia. Nos hemos acostumbrado a estar uno junto a otro sin formar verdadera comunidad, porque hemos olvidado nuestra constitutiva dimensión social creando falsas ilusiones: que podemos desarrollarnos solo a expensas de los demás, que podemos delegar al Estado funciones y tareas que corresponden a otro tipo de comunidades intermedias, que podemos generar circuitos paralelos de desarrollo sin buscar modelos que favorezcan un tejido social más sólido, que podemos vivir sin familia, sin lazos estables y duraderos.

Ciertamente, “nadie se salva solo” porque la pobreza, la exclusión, la soledad, la desconsideración frente al dolor afectan no solo a quienes padecen estos males, sino a todos los miembros de una comunidad. Este tema nos urge, debemos empezar por el principio: asumir el desafío de penetrar el misterio del ser humano y descubrir que somos junto con otros para proyectar una comunidad que reconozca un “nosotros” amplio en torno a la verdad del ser humano.

*Licenciada en Ciencias Políticas. Profesora de la Universidad Católica Argentina.