Los conceptos de libertad e igualdad han estado presentes en los modelos de diseño y conformación tanto de los Estados modernos, como de los regímenes democráticos bajo el alero de dichos Estados. La historia política reciente ha avanzado en un derrotero que ha puesto ambos conceptos en contraposición significando diferentes alineamientos políticos y modelos de desarrollo. Ambos conceptos son gramaticalmente neutrales en términos de género, pero su efecto no lo es y esto se debe a que la realidad en que interactuamos está creada por y para hombres. Aun cuando las mujeres signifiquemos el 50% de la población mundial, nuestras problemáticas y necesidades son invisibilizadas.
La libertad de las mujeres se ve constreñida por una multiplicidad de comportamientos culturales aprendidos que nos ponen en riesgo y limitan nuestra movilidad efectiva, demostrando que para la sociedad no se nos considera iguales. El ejercicio de la libertad requiere destacar la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres. El ejercicio del poder dejado a libre arbitrio de quienes tienen más poder (o posibilidad) de aa marcos de interacción social ha evidenciado que la ausencia de regulación no necesariamente ha conllevado un avance en la libertad, sino todo lo contrario.
Las recientes disputas electorales en varios países del mundo y los avances de discursos de extrema derecha que prefieren la libertad sobre la igualdad significan una alarma para todas aquellas personas que no entramos dentro del imaginario excelso del privilegio en el cual dichos discursos de extrema derecha se amparan: hombre blanco, heterosexual, clase alta, con estudios superiores, que dominan más de un idioma, occidentales (y demás indicadores del “privilegiómetro”).
La amenaza es clara frente a toda persona que implique una disidencia respecto de esa vereda desde la cual se sitúan los privilegiados: si eres mujer, disidente sexual, migrante, sin estudios, tu legitimidad para ocupar el espacio público supone un desafío al orden establecido. Esto ocurre porque el imaginario dominante no solo ha posicionado a la mujer como diferente, sino también como inferior. Es entonces cuando las reformas al sistema electoral, al diseño institucional, son imprescindibles. Observemos algunas de esas reformas y sus efectos. El voto voluntario (predominantes en Europa) se ha identificado que redunda en la proliferación de posiciones extremas. Si se observa los países donde la extrema derecha se está posicionando con más fuerza, se trata de países con voto voluntario donde la participación electoral es inferior al 60%.
Introducir el debate respecto de en qué medida el voto es un derecho o un deber y el compromiso ciudadano que requiere, permite dar cuenta de cómo ciertos diseños amortiguan posibles peligros para la pervivencia de la democracia como lo es la polarización política. Algo similar ocurre con la instauración del principio de democracia paritaria que concibe y reivindica la legitimidad democrática desde el principio de efectivo acceso paritario entre hombres y mujeres a los puestos de representación, entendiendo que los mismos deben estar confirmados a imagen y semejanza de cómo están conformadas las sociedades.
El feminismo ha permitido visibilizar, desde la incomodidad que genera, la importancia de observar la realidad desde una perspectiva de género que visibilice las situaciones de violencia y maltrato. Es importante poner nombre y apellido al iceberg de violencias machistas a la que la sociedad nos expone continuamente para que como mujeres hagamos conscientes dicha subyugación. La concientización es clave para romper con lógicas que de otra forma alimentan el encubrimiento y validación de una lógica violenta. Por otra parte, en el caso de aquellos hombres que prefieren hacer a un lado la vista a la revisión de sus comportamiento y discursos, hay claramente un miedo a perder privilegios.
Se hace imprescindible tomar conciencia de cómo a través de nuestros comportamientos (discursos, acciones y omisiones) desarrollamos una complicidad con una lógica de relación social que sistemáticamente somete a una parte de la población. El avance en la instauración de políticas públicas que refuercen y consoliden los principios de la democracia paritaria son clave para que dicha libertad e igualdad se hagan efectivas de forma transversal.
*Universidad Católica Silva Henríquez. Postdoctorante Fondecyt ANID (@RedPolitologas).